LAS PROTESTAS

La ultraderecha crispa el 12-O en la calle

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Juan Ruiz Sierrra

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Los gritos más repetidos fueron "¡Gobierno dimisión!" y "¡asesinos!". También se escuchó "¡viva el Rey!", "¡traidores!", "¡hijos de puta!", "¡coletas, quiero verte la chepa!" y "¡venid aquí que os voy a partir la cara!". Pero, sobre todo, "¡Gobierno dimisión!" y "¡asesinos!".  

Nunca antes un 12 de octubre había estado tan marcado por la tensión política y social. Y en ningún sitio se plasmaba tanto este clima tóxico como en la plaza de Oriente, frente al Palacio Real, donde Felipe VI presidió este lunes la Fiesta Nacional junto a los principales partidos e instituciones del Estado. Allí, cientos de personas, agolpadas, incumpliendo el obligado distanciamiento social y en ocasiones sin mascarilla, daban rienda suelta a su profundo odio hacia el Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos. El ambiente era crispado, agresivo, cargado de violento rechazo a las medidas para frenar al coronavirus. Para los congregados, el confinamiento es una muestra de "tiranía", y al mismo tiempo una oportunidad para propagar su ira. Y de ella, salvo el Rey, no se salvaba nadie. Tampoco Santiago Abascal, líder de Vox, pese a coincidir con estas tesis y haber convocado otra protesta el mismo día.

Pero la del partido ultra fue una manifestación ordenada, casi festiva, en comparación con la rabia de quienes se concentraban en la plaza de Oriente. Vox pidió la dimisión del Gobierno a través de una marcha en coche que colapsó el centro de Madrid. La formación de Abascal ya había llevado a cabo una acción similar a finales del pasado mayo, pero esta vez ni siquiera solicitó autorización a las delegaciones del Gobierno. Se limitó a anunciar la protesta el pasado viernes, justo después de que el Gobierno aprobara el estado de alarma para la Comunidad de Madrid, en una convocatoria que pretendía, sobre todo, calentar la calle antes de su moción de censura a Pedro Sánchez, abocada al fracaso, que se debatirá en el Congreso el 21 y 22 de octubre.

La Moncloa acoge sin apenas inquietud todos estos movimientos de Vox, que en los últimos tiempos ha cargado también contra la memoria histórica a través de mensajes amenazantes, llegando a jalear una acción vandálica contra la estatura en Madrid del dirigente socialista Francisco Largo Caballero. El Gobierno dice estar preocupado por la ruptura de los consensos que ha traído consigo la irrupción del partido de extrema derecha, pero al mismo tiempo reconoce sus beneficios electorales. Mientras Vox continúe fuerte y Pablo Casado, líder del PP, siga su estela, sostienen en la Moncloa, no hay apenas posibilidades de que la derecha alcance el poder tras unas elecciones generales.

Pero estas hipótesis no estaban presentes entre los cientos de simpatizantes de la fuerza ultra, reunidos en su mayoría alrededor de la plaza de Colón, a las puertas del más emblemático de los barrios ricos de Madrid, el de Salamanca, la mayoría con coches caros, el himno de España a volumen bestial y la mano apretando con fuerza el claxon. Había muchos jóvenes. Entre ellos, una abogada y una trabajadora de una empresa aseguradora de electrodomésticos, que prefirieron no dar sus nombres pero explicaron el porqué de su presencia allí.

La "batalla cultural"

Sus motivos, dijeron, eran "estructurales": tenían que ver con su descontento con la clase política tradicional, el "exceso de organismos públicos", el rechazo al Estado autonómico y el "continuo rascarse la espalda" entre el PSOE y el PP, argumentos que ahora, con la pandemia, habían visto reforzados. Ambas votaron a los populares en el pasado, pero dejaron de hacerlo al percibir que Mariano Rajoy evitaba "dar la batalla cultural".  Vox, aseguró una de ellas entre los continuos pitidos de los coches, "es el único partido que rompe los esquemas".

Mientras tanto, a dos kilómetros y medio de allí, en la plaza de Oriente, el ambiente seguía tan bronco como antes. Ignacio Vega, portavoz de la plataforma 6-D Congreso Dimisión, leía un manifiesto en el que pedía que Felipe VI, como "primer ciudadano y primer soldado", inicie la "restauración de España". Vega, con la mascarilla bajada a la altura de la barbilla, dijo no tener nada que ver con Vox. "Su discurso es vacío y sin futuro –explicó-. España es mucho más que agitar una bandera". A su lado, sus simpatizantes agitaban banderas.  

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