EL BALANCE DEL 'PROCÉS'

La pesada losa del 1-O

Votaciones en la Escola Industrial durante el referéndum del 1-O.

Votaciones en la Escola Industrial durante el referéndum del 1-O. / FERRAN SENDRA

Xabi Barrena / Fidel Masreal / Júlia Regué

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Hay hechos que marcan la historia de una sociedad. A menudo se recuerdan sus fechas y, con el paso de los años, las aristas de los hechos concretos, la cronología hora a hora de lo sucedido, se va desdibujando para dar paso a un manto que cubre todo lo que sucede a continuación. Tres son los años transcurridos desde la celebración del referéndum de autodeterminación de Catalunya prohibido por la justicia. El 1-O es ya el punto de referencia, tanto para los partidarios como para los detractores. Para bien o para mal. En el campo independentista se considera un éxito el 1-0, por haber podido celebrarlo y por haberlo hecho con notable participación pese a la inusitada y violenta respuesta policial. Y se ha convertido en la vara de medir, desde entonces, del patriotismo de políticos y partidos.

El 22 de septiembre del 2017, dos días después de la <strong>intervención en la Conselleria de Economia</strong>, y nueve antes del referéndum, el Govern entregó la cuchara y aceptó que el referéndum no tendría ninguna validez legal. Ese día, después de que el Tribunal Constitucional amenazara con multas de hasta 12.000 euros diarios a los siete componentes de la Sindicatura electoral del referéndum, el Executiu lo disolvió y dejó en manos de entes públicos, académicos e internacionales –entonces sin concretar- la validación del voto.

Y algo que el propio Govern, hoy encarcelado o en el extranjero, expuso entre líneas sigue siendo motivo de debate profundo entre independentistas. ¿Genera el 1-O un mandato democrático?. Participaron 2,3 millones de personas, el 43% del censo. A buen seguro que la actuación policial fue disuasoria para muchos. Y un acicate para otros. Pero en ese debate siguen anclados los partidos independentistas.

La versión de Torra frente a la del PDECat

Por ejemplo, en una conferencia en el TNC hace dos años, pensada para definir sus objetivos al inicio del mandato, el ‘president’ Quim Torra afirmó que el referéndum fue, además de un "extraordinario estallido de apoderamiento ciudadano y de soberanía", un "acto político fundacional y constituyente". Y añadió: "tenemos un mandato y ahora hay que superar todos los impedimentos que nos pongan para hacerlo realidad, hace falta crear un <strong>nuevo momento</strong>".

Torra habló de que solo un referéndum acordado, vinculante y reconocido podía renovar ese mandato del 2017. Pues bien, un año y un mes después, tras la sentencia del ‘procés’, el ‘president’ propuso otro referéndum, aunque no fuera acordado: "Que esta legislatura se acabe volviendo a ejercer el derecho de autodeterminación. Se trata de conseguirlo, no solo de intentarlo. Finalizar la legislatura validando la independencia. Esta es mi propuesta". Una propuesta que nadie secundó, ni su Govern, y que quedó rápidamente en un cajón.

El presidente del PDECat, <strong>David Bonvehí</strong>, en declaraciones a EL PERIÓDICO es más claro que nunca sobre el alcance de ese referéndum: "para mí tiene un valor político importantísimo, que es constatar que la mayoría quiere un Estado independiente y, como valor jurídico, soy consciente de que Catalunya necesita otro referéndum que sea reconocido a nivel europeo".

¿Resultados aplicables?

Entonces, ¿los resultados de ese día no son aplicables?. "Creo que los partidos y el ecosistema político de Catalunya han de ser conscientes de que ese gran acto no es suficiente para que podamos aplicar el resultado, por falta de reconocimiento internacional y jurídico. Fue un primer paso pero no suficiente", responde Bonvehí, quien apuesta por lograr que "en la próxima década", Europa reconozca un referéndum en Catalunya. La declaración de independencia posterior al 1-O, pues, para el dirigente posconvergente era necesaria a fin de "dejar constancia en el Parlament de que ese acto del referéndum se había hecho".  "La misma declaración aprobada en el Parlament en ningún caso llevaba intrínseca la independencia inmediata", enfatizó.

Marta Pascal, que en el 1-O dirigía el PDECat de Bonvehí hasta que Puigdemont la defenestró, opina, en declaraciones a EL PERIÓDICO, en un sentido similar: "Es una expresión democrática extraordinaria pero no es un mandato vinculante, desgraciadamente. En otoño del 2017 se demostró que no estábamos en condiciones de implementarlo –no se arrió la bandera española del Palau de la Generalitat, por ejemplo, y ahora estamos más débiles, con instituciones más endebles". "Solo seremos independientes –añade, en clara sintonía con Bonvehí- cuando podamos celebrar un referéndum acordado con el Estado y que sea homologable internacionalmente y lo ganemos".

El impacto emocional de lo vivido en aquellos días, al que cabría sumar las encarcelaciones de los Jordis, el 16 de octubre, y de los políticos, encabezados por Oriol Junqueras, el 2 de noviembre, y la marcha de <strong>Carles Puigdemont</strong>, el 29 de octubre, se prolongó en ERC hasta el 30 de enero ya del 2018.

Ese día, y en cumplimiento de las indicaciones del propio Junqueras (entonces en el madrileño penal de Estremera), que ordenó no sacrificar capital humano a cuenta de gestos simbólicos, <strong>Roger Torrent</strong> optó por obedecer las órdenes de la Justicia y no celebró el Pleno de investidura de un Puigdemont que, incluso aunque se hubiera debatido y votado aquella jornada, nunca habría podido ejercer como ‘president’. 

El fin del "relato mágico"

Los republicanos, ateniéndonos a ese calendario, habían acudido a las elecciones del 21-D aún con "el relato mágico", explica una fuente del partido. Es decir, apelando todavía a esa supuesta legitimidad del 1-O. "Seguro que tardamos demasiado, pero estábamos en shock", explica esta voz. La adopción del principio de realidad ("más allá de lo que unos y otros piensen, lo cierto es que internacionalmente no se validó ni el referéndum ni la DUI") ha supuesto la principal brecha, aun vigente, entre los republicanos y los seguidores de Puigdemont.

Una brecha en la que el ‘expresident’ ha tratado de hallar petróleo, poniendo a los republicanos, en general, y a <strong>Junqueras</strong> y Torrent en concreto, a los pies de los caballos del electorado más hiperventilado. Justo el que ocupa la franja fronteriza entre una y otra fuerza. Ante esto, ERC ha recuperado la visibilidad de <strong>Marta Rovira</strong> y, mediante el libro <strong>‘Tornarem a véncer’</strong>, ha lanzado públicamente la idea de que lo deseable es el pacto negociado y que porfiarán en ello. Pero que, dada la nula confianza en la voluntad negociadora y pactista del Gobierno, ahora de PSOE y Podemos, "tarde o temprano" se producirá un nuevo "choque con el Estado". Otro 1-O.

La CUP, por los "múltiples embates"

Quien tardó más en despegarse del "mando del 1-O" fue la CUP. Los anticapitalistas aún debaten, tres años después, cómo resituarse en un tablero independentista para el que fueron decisivos, pero que ahora no les rinde. En el 2018 aún afeaban a ERC y JxCat que no hubieran ido más allá de una <strong>DUI fallida</strong>, llegaron a exponer que se situaban en la oposición por "lealtad" a las urnas de octubre del 2017. Ahora, sin embargo, ya no se apegan a ello.

En la nueva hoja de ruta para los próximos cuatro años animan a tener altura de miras con los "aprendizajes" de aquella jornada: "Hay que hacer múltiples embates, no solo uno", exponen, y ponen especial atención a la comunidad internacional, que no respondió a los designios del Govern y se quedó al margen de cualquier proclama. A su juicio, la única forma de que "Europa nos mire" pasa por la unilateralidad.

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