El dilema electoral de Torra marca la agenda política

Quim Torra y Carles Puigdemont, en un acto en Bruselas en febrero del 2019

Quim Torra y Carles Puigdemont, en un acto en Bruselas en febrero del 2019 / periodico

Fidel Masreal

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El ‘president’ Quim Torra advierte desde hace semanas a sus interlocutores que los próximos meses en Catalunya serán de extrema dureza por la crisis económica y social derivada de la pandemia. Torra dice estar centrado sólo en combatir el coronavirus, pero lo cierto es que en sus manos está cumplir o no con su promesa de enero -convocar elecciones- antes de que no sea probablemente el Tribunal Supremo el que tome la decisión por él confirmando -probablemente- la sentencia por desobediencia del TSJC que lo despojará de su cargo y pondrá en marcha el reloj electoral.

¿Le conviene hacerlo?

¿Convocará antes Torra los comicios? Para responder a esta pregunta habría que responder a otra:¿Le conviene hacerlo? Si fuera por él, exclusivamente, y si la covid en las próximas semanas no crece más, la respuesta sería posiblemente positiva. Torra está harto de presidir un Govern con constantes zancadillas internas. Ha descubierto en directo la doble moral de la politica y no tiene vocación de seguir en ella.

Pero lo cierto es que, como afirman los fieles a su antecesor, Carles Puigdemont, "Torra no decide solo". Y si algo tienen claro en Junts -el nuevo partido de Puigdemont, salvo que la justicia le despoje de este nombre que era propiedad del <strong>PDECat</strong>- es que a ellos para nada les convienen elecciones ahora. Antes quieren que el Supremo inhabilite a Torra para generar así otro de los conflictos con los que Puigdemont quiere alcanzar la independencia. Antes quieren que ERC se desgaste en su gestión de la pandemia en el Govern. Y antes quieren que la mesa de diálogo con el Gobierno siga congelada, para poder reforzar su mensaje en contra de la vía de la negociación, que es la principal bandera de ERC.

Sin grandes líderes

El dilema de Torra es obedecer a su palabra dada u obedecer a su mentor. Las elecciones marcarán la nueva temporada política, en la que el independentismo se presenta más dividido que nunca pero sin una alternativa sólida y unívoca enfrente, lo cual puede ser su tabla de salvación, dado que ni la convulsa <strong>Ciutadans </strong>prevé lograr ni mucho menos el resultado del 2017 ni el PSC tomará ese testigo -según todas las encuestas- y los dos bloques -independentista y no independentista- seguirán pesando aproximadamente igual.

Así, lo más probable es que se assista a una todavía mayor fragmentación política. El partido de Puigdemont probablemente se presente al margen de su partido de siempre, el PDECat (la antigua Convergència), y el soberanismo posconvergente vivirá una sopa de siglas, que llevan a plantear la incógnita de si el ‘expresident’ saldrá al ruedo a riesgo de ver como ERC sí le gana esta vez la partida. Ariesgo de tener que competir con el propio PDECat, que como avanzó EL PERIÓDICO, tiene ya en mente a la ‘consellera’ de Empresa, Àngels Chacóncomo candidata, para vender un perfil soberanista pero pactista y de gestión.

Y es que la gestión será una clave electoral, más que nunca. El soberanismo lo sabe y mantiene sus dudas sobre cuándo ir a las urnas. Solo tiene una baza: comprobar que en tiempos de covid nadie que esté gobernando -ni PSC, ni Ciutadans, ni ‘comuns’, ni PP- puede colgarse medallas. Será , pues, un curso para no perder, no para ganar.

Sin hojas de ruta

Y es que hoy por hoy, ninguna hoja de ruta es ganadora de entrada ni tiene un horizonte asegurado. La de la izquerda no tiene unidad ni mayoría. La del independentismo está por concretar. Torra prometió pasar de "la restitución [del Govern tras el 155] a la Constitución" catalana, y no ha logrado ninguno de sus objetivos. Además, tiene en su Govern al partido que aspira a tomar el relevo con un independentismo de diálogo y suma. Contra ERC, Puigdemont buscará que Torra se inmole y sea inhabilitado para exhibir de nuevo desafíos al Estado. La incertidumbre es total en todos los actores y el nuevo orden mundial de la covid es cualquier cosa menos cierto y seguro. No quedan conejos en la chistera. El ‘president’, eso sí, quiere poder irse habiendo mostrado, al menos, su autoridad. 

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