EL TABLERO CATALÁN

El manual de ERC contra Puigdemont

Junqueras y Puigdemont

Junqueras y Puigdemont / periodico

Xabi Barrena

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Fue Johan Cruyff el que a cuenta de un bullicioso delantero rival llamado Manolo, y que destacaba por su capacidad por conseguir que los defensas le perdieran la pista, dijo: «Si su virtud es que sabe desmarcarse, pues no se le marca». Esta visión cruyffista parece que ha impregnado el centro de mandos de ERC con respecto a Carles Puigdemont. Si el gran banderín de enganche del ‘expresident’ es la confrontación, sea con el Estado, sea con el resto de partidos independentistas, se evita el embate directo.

«Plantar cara a Convergència, al PDECat y ahora a Junts siempre nos ha dado funestos resultados en las encuestas y en las elecciones» explica una voz republicana. «Cualquier confrontación nos pasa factura a nosotros. Acabamos siendo los culpables de cualquier tropiezo de la unidad independentista», analiza. De ahí, por ejemplo, que Oriol Junqueras, en julio del 2015, se aviniera a formar coalición con Artur Mas y CDC en Junts pel Sí. La amenaza del convergente de romper la baraja y culpar a ERC, ante el electorado independentista, fue inasumible para el líder republicano.

La razón para tanto respeto es que la mayor parte de indecisos en unas elecciones catalanas fluctúan siempre entre el espacio posconvergente y ERC. Y cada voto vale doble, el que uno suma le resta al contrario, y viceversa. Ello es especialmente notable en este ambiente prelectoral, según afirman en la sede republicana.

Todo ello ha derivado en una especie de manual de conducta de Esquerra con Puigdemont basado en tres puntos. El primero, y más táctico, es reconocer la figura de Puigdemont, en tanto que ‘expresident’, como referente del independentismo. ERC saludó la creación de Junts per Catalunya exhortando a la unidad estratégica y de acción entre «aliados» con el presidente en Bélgica. Y se esforzó por comunicar la normalización de las relaciones entre Puigdemont y su líder, Oriol Junqueras, minimizando los ataques directos que el ‘expresident’ le lanza en su libro M’explico... . Si su fuerza está en la confrontación, no confrontarse.

Espacio ideológico

El segundo punto del manual  es negar que Junts, la nueva fuerza de Puigdemont sea de «centroizquierda», como repiten los escindidos del PDEcat. A poco de su fundación, ERC aplaudió que se estuviera poniendo orden «en el espacio del centroderecha independentista». Saben los republicanos que el grueso de electores secesionistas se hallan en el campo del progresismo, ya que sus votos sumados a los de la  CUP superan con creces los de la posconvergencia, asumiendo que hay, incluso, muchos que votan a JxCat que se consideran en algún grado de izquierdas.

No es casual que en la polémica sobre la ley de control de precios de los alquileres la parte republicana no hay tenido problemas en afear la rectificación de Damià Calvet y en decir, abiertamente, que defiende los intereses de las grandes empresas. Uno, porque ir en contra de esta ley le sitúa fuera del campo de la centroizquierda y lo alinea al PDECat, en lo ideológico, «la CDC de siempre».

Y dos, porque Calvet es uno de los posibles candidatos  efectivos de Junts a las elecciones. Porque, este es otro aspecto, Puigdemont no será, pase lo que pase, el candidato real a la Generalitat. Considera ERC que, esta vez, el eterno «si soy investido, volveré» no penetrará en el electorado más épico. Y sea quien sea el candidato tendrá menos tiempo de lanzamiento del que ha gozado Pere Aragonès, líder extramuros de ERC desde el mismo momento en que Oriol Junqueras entró en prisión y, desde la primavera del 2018, vicepresidente del Govern.

Más sobre lo ideológico. «Solo hace falta mirar qué vicepresidentes se ha buscado para compañarle en Junts», apunta una voz que si reconoce la trayectoria progresista del que será, sin duda, el secretario general, Jordi Sánchez. La referencia sobre la falta de pedigrí izquierdoso se refiere a Jordi Turull, Elsa Artadi y Anna Erra. Ninguno de ellos ha destacado nunca por implicarse con los movimientos sociales.

El 'win-win' republicano

A todo esto, un pacto entre Junts y el PDEcat, que no suponga el hara-kiri de la fuerza de David Bonvehí sería muy celebrado por ERC, por cuanto sería la visualización palpable de que Puigdemont no pretende ocupar, realmente, ese espacio de centroizquierda. Y si no hay pacto, en la sede de la calle de Calàbria echan cuentas del tamaño del mordisco a su electorado que recibiría Puigdemont, con el PDECat (y el PNC) en la liza electoral.

El tercer y último punto se relaciona con el segundo. Puigdemont es heredero de CDC no solo en lo ideológico.

También en otro aspecto que es el que motiva la creación de su partido y su intento por no acoger al PDECat como entidad, sino solo como elementos individuales: la leyenda negra de CDC, es decir, la corrupción. De ahí que esta semana Aragonès haya pedido la personación del Govern en el caso del 3%, provocando que los que saltaran indignados (la ‘consellera’ Meritxell Budó y, sobre todo el PDECat, heredero directo de CDC y encausado) fueran, precisamente, los que van a rodear a Puigdemont en campaña. 

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