ELECCIONES AUTONÓMICAS

El virus de la abstención acecha a Euskadi y Galicia

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Xabi Barrena

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Las elecciones gallegas y vascas de este domingo, 12 de julio, pasarán a la historia, sobre todo, por ser los comicios del covid-19. Los primeros que se celebran tras el confinamiento y los únicos, de momento, que se han visto pospuestos respecto a su fecha prevista por la pandemia. De hecho, el confinamiento del área de A Mariña, en Lugo, y las dudas, ya resueltas por la Junta Electoral, sobre si se podría ir a votar o no demuestran que la crisis sanitaria sigue plenamente vigente. Y también la social. El propio devenir de la pandemia ha convertido estos comicios en las dos nacionalidades históricas en las únicas sin precampaña asfixiante de las últimas décadas. El vaticinio de casi todos es que la participación va a ser baja.

Entre otros motivos, porque la alteración social por el coronavirus se asienta sobre unos cimientos ya débiles, en cuanto a la participación en ambas comunidades en comicios autonómicos. Por tomar el caso vasco, por aquello de haber sido escenario de las más cruentas batallas políticas, al principio de este siglo, de entre las 11 elecciones precedentes, desde la aprobación del Estatuto de Gernika, solo en una convocatoria se superó el 71% del voto.

Fue en el 2001, con la confrontación abierta entre el constitucionalismo y el soberanismo que, poco antes, había unido en una candidatura única a dos de sus grandes exponentes, PNV y Eusko Alkartasuna. Era la época del 'plan Ibarretxe'. En las inmediatamente anteriores, en 1998, celebradas apenas dos meses después del Pacto de Lizarra entre los agentes del soberanismo e independentismo vasco, se alcanzó la segunda mejor marca, el 70,63%.

Franja de 10 puntos

En las nueve restantes, y siempre, a excepción de las dos últimas, con el horror del terrorismo como telón de fondo, la participación osciló entre el 59,76% de las primeras, en 1980, y el 69,62% de 1986, las primeras tras la escisión del que fuera lendakari Carlos Garaikoetxea del PNV para formar EA, en lo que se conoció como una guerra civil en el nacionalismo moderado. Moraleja: la polémica enconada hace repuntar la participación.

"Estas elecciones están pasando desapercibidas. No hay debate en la calle. Con la pandemia, en una situación de 'shock' social, las elecciones son lo último en lo que la gente piensa", razona el sociólogo Arkaitz Fullaondo, de la Universidad del País Vasco (EHU-UPV). "Además, se celebran ya en verano y, por si fuera poco, parece que todo el pescado está ya vendido", añade.

Al PNV y al PSE les salen las cuentas para hacer un Gobierno que cuente con mayoría absoluta y no como hasta ahora, que les faltaba un diputado", sentencia, en referencia, por ejemplo, al pacto que ambas fuerzas del bipartito tuvieron que cerrar con Elkarrekin Podemos para aprobar los presupuestos. Añade que tampoco en estas elecciones se puede aventar el espantajo del triunfo de la ultraderecha, de Vox, que tanto ha movilizado en toda España. "Simple y llanamente porque los ultras no tienen salida electoral en Euskadi. Al menos por el momento", asevera.

Sacar al PP, poner al PP

El caso gallego es aún más claro. El mínimo de participación se dio también en las primeras elecciones, en 1981, con un 46,28%. Y el máximo en el 2005 y el 2009. Es decir, en las últimas de Manuel Fraga y en las primeras del actual presidente, Alberto Núñez Feijóo. En el 2005, el tripartito del PSdeGIzquierda Unida y el BNG quitó la presidencia de la comunidad al PP por segunda vez, tras la moción de censura de Fernando González Laxe en 1987. Y en el 2009, Núñez Feijóo desbancó, a su vez, a Emilio Pérez Touriño. 64,21% en la primeras, 64,43%, en las segundas. En ambas, más que el conflicto, la voluntad de cambio acercó a más ciudadanos a las urnas.

En lo que coinciden Iñigo Urkullu desde el 2012 y Feijóo es en la estabilidad que han dado a su electorado. Desde el 2009, Galicia no llega al 55% de participación y Euskadi, al 65%. Si en el caso vasco parece que el pacto está servido, el mayor aliciente que puede encontrar un ciudadano gallego es la mayoría absoluta que va a conseguir Núñez Feijóo. Todo siempre según las encuestas.

El ejemplo francés

Con todo, hay un ejemplo cercano, el de las municipales francesas de hace unas semanas (apenas convocaron al 40% del electorado), que alertan de la posible magnitud de la catástrofe participativa puesto que ahí la concurrencia cayó hasta 20 puntos. Félix Arrieta, politicólogo de la Universidad de Deusto, sin embargo, no prevé que haya una gran caída de la ya baja participación habitual. "Rondará el 60%, como en el 2016. Un poco menos, eso sí", apunta seguro.

¿Puede dar pie esa posible gran abstención a un vuelco electoral en Euskadi? Arrieta y Fullaondo coinciden en que "le irá bien al partido mayoritario, al PNV, que tiene una gran fidelidad de voto y una gran implantación territorial", apunta el profesor de Deusto. Tanta presencia que la tradicional visión de la ría de Bilbao como una frontera entre la margen izquierda (las zonas populares e industriales) y la derecha (áreas adineradas) se está difuminando legislatura a legislatura.

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