DESDE MADRID

El PNC y los jóvenes turcos

Puigdemont y Pascal, en un acto independentista en julio del 2017.

Puigdemont y Pascal, en un acto independentista en julio del 2017. / .39353187

José Antonio Zarzalejos

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La irrupción del PNC es un hito en la política catalana y en la española. Porque representa la única nueva opción soberanista y nacionalista que, desligada racionalmente del 'procés', aunque no revisionista, niega la unilateralidad para alcanzar la independencia, apuesta por el diálogo para robustecer el autogobierno y se sitúa en un territorio de templanza ideológica.

La organización ha tenido un tiempo largo de maduración: habría que remontarse a septiembre del 2019, al encuentro de exdirigentes y afines a la extinta CDC y UDC y contrarios a Carles Puigdemont en el monasterio de Poblet. Allí, se conformó la plataforma El País de Demà, que ha mutado en el Partit Nacionalista de Catalunya.

El PNC reacciona ante el espacio abandonado por el <strong>catalanismo</strong> transformado en <strong>furioso secesionismo</strong> y lo hace reconociéndose nacionalista, una condición que muchos independentistas no asumen. Es más: la nacionalista sería una pulsión que, especialmente en la izquierda, se niega.

La independencia no sería para los republicanos, por ejemplo, un mero objetivo nacional identitario, sino, sobre todo, una alternativa funcional para ofrecer al país soluciones más justas, buscando una mayor y mejor autopercepción colectiva. El PNC rompe con el tabú catalán de no apellidar a sus partidos de nacionalistas. Jordi Pujol huyó de ese calificativo y utilizó una evocación convergente (CDC) y los democristianos tampoco lo hicieron: apelaron a la unión (UDC).

Todos los grupos que han emergido tras el 'procés', situados al margen de las prácticas políticas que se utilizaron entre el 2012 y el 2017, han eludido la conceptualización nacionalista: ahí está la Lliga DemocràticaLliuresConvergents y Units per Avançar, que tratan de reformular un catalanismo no independentista.

Pero incluso iniciativas de protagonistas del 'procés' han circunvalado esa nominación: el PDECat –ahora en convulsión interna- o la Crida. Tampoco en la izquierda aparece el término: ni en la histórica ERC ni en la radical y reciente CUP. Hay en esta omisión que repara ahora la formación que ha impulsado <strong>Marta Pascal</strong> un apriorismo: el nacionalismo tiene remisiones emocionales a la exclusión, al anacronismo histórico y al ensimismamiento.

Referencias contemporáneas

No lo creen así los dirigentes del PNC. Entre otras razones porque asumen dos referencias contemporáneas de éxito. Por una parte, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) que, fundado en 1895 por Sabino Arana, se ha ido reformulando hasta nuestros días. Por otra, el Scottish National Party (SNP), constituido en 1934 y que, además de gobernar Escocia con amplias mayorías, logró celebrar en el 2014 un referéndum fallido de autodeterminación, pactado con Londres.  Sin  olvidar la experiencia nacionalista en Quebec.

El nacionalismo que apuesta a largo plazo por la soberanía, más como aspiración que como objetivo alcanzable, utiliza la independencia como una fuerza de tracción para engrosar el autogobierno, establecer las condiciones para un  diálogo sostenido con el Estado y disponer de transversalidad social con factores de identidad  inclusivos.

Se aleja del esencialismo. Lo que no hace -y el PNC no lo hará- es reiterar comportamientos 'procesistas'. En sus filas, además de políticos experimentados como la propia Pascal, Carles Campuzano o Jordi Xuclà, aparece la figura importante de Antoni Bayona, exletrado mayor del Parlamento catalán, que resumió en el título de su libro sobre el 'procés' un juicio crítico contundente: 'No todo vale'.

El PSOE de González

En politología a los nacionalistas modernizadores, defensores de las libertades y de sociedades abiertas, se les denomina genéricamente "jóvenes turcos" en evocación de los que en Turquía integraron en 1908 y hasta 1918 el llamado Comité de Unión y Progreso. Jóvenes turcos -laicos y nacionalistas- fueron también algunos grupos que emergieron en países latinoamericanos en el siglo pasado -por ejemplo en Uruguay-, y con ese nombre se refería el Gobierno de los Estados Unidos al PSOE de Felipe González que arrasó en las urnas en 1982. El propio expresidente le dio la razón en una entrevista en diario 'El País': "Sí, somos razonablemente nacionalistas".

El PNC, que debería entender al PNV y al SNP como referencias pero sin tentaciones imitativas (organizar el partido como los peneuvistas se aleja de la cultura política catalana y de la conformación integral del país frente a la confederal de Euskadi, cuyos elementos culturales como la lengua no admiten comparación), es la opción que ofrece más verosimilitud de algún éxito electoral innovando en el actual espectro de fuerzas parlamentarias catalanas. Lo que abriría expectativas aquí, pero también en Madrid, que se está encontrando ante el triplete JxCat, ERC y CUP como si de un muro se tratase. Extender la política a nuevos actores en Catalunya es hacerlo también en la política española.

La decisión crucial del PNC consiste en medir al milímetro su apuesta electoral: si acude en soledad a los próximos comicios o se acompaña de todos o alguno de los grupos catalanistas que como Units no repetirá suerte en las listas del PSC. Ahí está la oferta de Albert Batlle que, sin embargo, podría desdibujar, si se acepta por el PNC, los perfiles del nuevo partido. Una formación  bien acogida en amplios sectores catalanes -el empresarial, por ejemplo-, que es también bienvenida en la capital de España, en donde algunos de sus dirigentes y militantes con peso son conocidos y apreciados en el mundo de la política, el derecho, la cultura y la universidad.

El inmovillismo de ERC y JxCat

De ahí que este nuevo agente en la política catalana suponga un hito que podría ser fundamental, obligando a los partidos principales (ERC y JxCat) a desinstalarse de su actual inmovilismo. Una actitud resistente que conduce a la irrealidad cuando los acontecimientos aconsejan regresar a ella al modo en que lo hace el 'nuevo' nacionalismo catalán del PNC. Como escribió Séneca, "cada nuevo comienzo viene del final de algún otro comienzo".