Epidemia y manifestaciones

Interior extremará la vigilancia en las caceroladas "para evitar enfrentamientos entre ciudadanos"

Caceroladas: la extrema derecha convierte su ira en ruido

La extrema derecha convierte su ira en ruido. / JOSÉ LUIS ROCA

Juan José Fernández

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La Policía investiga el incidente de la noche del miércoles 20 en el barrio madrileño de Moratalaz, primera escena de sangre en una cacerolada contra el Gobierno, descartando los extremos con que propagandistas de la extrema derecha lo difundieron en Twitter y Facebook.

O sea, no fue apuñalado ningún manifestante. Todo se quedó en una reyerta callejera, con dos ultraderechistas heridos leves, uno de ellos con brecha en la cabeza, supuestamente por izquierdistas radicales a quienes se trata de identificar. Pero la talla menor del incidente no le resta importancia a su valor como aviso. Antes de la reyerta, las Fuerzas de Seguridad ya se preparaban para extremar su vigilancia sobre "situaciones que pueden extender enfrentamientos en la calle", confirman fuentes del Ministerio del Interior.

Tanto las caceroladas supuestamente espontáneas en barrios de un número creciente de ciudades como la manifestación automovilística que ha convocado Vox en las capitales de provincia para este sábado son escenario de prevención "si es necesario, con antidisturbios", asegura un mando policial madrileño.

"El objeto de extremar la vigilancia es evitar que haya enfrentamientos entre ciudadanos", insisten desde Interior. "Si eso se produce, la situación excede el ámbito de la legítima protesta", explican, luego "pondremos los dispositivos precisos y necesarios para evitar que las agresiones coarten la libre expresión", aseguran.

El fenómeno de las caceroladas que se inició en la calle Núñez de Balboa de Madrid ha pasado, en materia de seguridad, del ámbito sanitario al ámbito del orden público. O, lo que es lo mismo, los agentes que al comienzo vigilaban que se cumpliera la orden sobre distancia social (objetivo ya imposible por mero desbordamiento) ahora lo que cuidan es la paz ciudadana.

Las fuentes consultadas no entran en el detalle de efectivos dispuestos para despliegue, por cuanto no se trata de ningún dispositivo especial. Ni tampoco de una situación de alerta: "No es esa la palabra; es prevención", explican.

Para qué son las órdenes

El Grupo Popular en el Congreso pidió este jueves al Gobierno que le remita "todos los informes y órdenes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil sobre las protestas ciudadanas en toda España", dado que tiene "conocimiento de que 

Interior niega que haya dado orden de investigar a los promotores de las protestas

hay órdenes para investigar las protestas ciudadanas críticas a la gestión del Gobierno", dice la argumentación de su petición.

Las sospechas del PP se ciernen sobre el Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad y la Delegación del Gobierno en Madrid, para los populares emisor y receptor de esas órdenes. El PP pide también que se le explique qué hace un helicóptero de la Policía sobrevolando las caceroladas madrileñas cada día a las 21:00.

Fuentes de Interior niegan que de ese departamento haya partido "ninguna orden para investigar a los promotores" de las caceroladas. Sí hay órdenes a las Fuerzas de Seguridad, pero solo "para velar por la salud y la seguridad", dicen.

Yincana verde

Por todos sus canales de propaganda, Vox alienta a sus seguidores a participar en la manifestación en coche -"sin ningún riesgo para la salud", reitera allá donde va su líder, Santiago Abascal- que ha convocado para este sábado en todas las capitales de provincia.

Solo en las nueve de Castilla y León y en las cuatro de Catalunya la manifestación fue prohibida en un primer momento por las delegaciones del Gobierno. En el caso catalán, fue el propio Ministerio del Interior quien tomó la decisión por una designación judicial que tiene recurrida.

El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya emitió el 24 de abril una resolución que, según interpreta el Real Decreto de estado de alarma, atribuye a Interior del Estado (y no de la Generalitat) la competencia para autorizar

La autoridad sanitaria de Burgos cree que la marcha de Vox será "posible fuente de propagación del virus"

manifestaciones callejeras. Interior ha hecho dos cosas: presentar un incidente de nulidad contra esa resolución y, a la vez, prohibir las marchas en Lleida, Barcelona, Girona y Tarragona con cuatro resoluciones.

La base argumental de esas resoluciones es la colisión entre dos derechos fundamentales: el de manifestación y el de salud. El segundo también ha primado en la prohibición de Castilla, anulada este jueves por fallo judicial sobre un recurso de Vox. El jefe territorial de Sanidad en Burgos informó negativamente sobre la petición de Vox. "La manifestación puede suponer un riesgo para la integridad física tanto de los participantes en la misma como de los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad al existir una acumulación de personas", dice la resolución, y añade: "Podría ser un peligro para la salud pública al ser una posible fuente de propagación del virus".

Mascarillas verdes

"Las caceroladas no las convoca VOX. Solo hemos convocado, solicitando permiso a la delegación del Gobierno, la marcha de coches del sábado", asegura un portavoz del área de comunicación del partido de extrema derecha. Y, sin embargo, en el vídeo que ha lanzado para publicitar su marcha del 23 de mayo, Vox invita a su parroquia: "Todos los días, a las 9 de la noche, defiende tu libertad y tu futuro frente al gobierno del paro y la miseria"

Vox dice que no está, pero se le siente entre los rítmicos cucharazos que, cada noche por media hora, atruenan los barrios de mayor presencia de sus votantes y de los del PP. No solo por la participación de sus dirigentes en los llamados "paseos", recurrentemente Iván Espinosa de los Monteros, portavoz parlamentario. También por el adorno de los paseantes, pese a la consigna extendida por los promotores de que no muestren símbolos de partidos políticos.

Acaso se descuidan, por la costumbre de llevarlas, las pulseritas verde claro y mascarillas verde oscuro, ambas ornamentadas con rectángulo rojigualda; las primeras, como las que venden en cualquier evento de Vox, y las segundas, como las que ha popularizado en el Congreso la diputada Macarena Olona, si bien a menudo usadas por sus seguidores más como barbuquejo que como protector respiratorio.

Hay al menos cuatro detalles que asemejan estas movilizaciones callejeras, sobre todo madrileñas, a las que en su día orlaron el estallido del procés independentista. Uno: pese a su indisimulada presencia, los partidos próximos a la movilización insisten en que es espontánea, de abajo a arriba. Dos: el principal partido inspirador insiste en el carácter pacífico de las manifestaciones –"no se ha roto ni un mueble urbano", tiene dicho Espinosa de los Monteros; "la gente se está manifestando de manera absolutamente cívica", subrayó ayer Santiago Abascal en Telecinco-. Tres: los participantes en las marchas portan con profusión las banderas, en este caso rojiguadas, algunas con toro, otras con águila, llevándolas muy a menudo a la espalda a modo de capa.

El cuarto detalle es la apropiación de un himno nacional. En este caso, la Marcha Real. En estas marchas aparentemente espontáneas siempre aparece alguien con algún potente altavoz en el que, a los 30 minutos de cacerolada, suena, además del himno, la canción 'La Muerte no es el Final’, del cura guipuzcoano Cesáreo Gabaráin, convertida por el Ejército en tonada fúnebre y centenares de veces oída en los funerales de víctimas de ETA.

La batalla de Wuhan

La madrileña María Luisa Fernández, abogada y exdirectiva del Observatorio Europeo de Seguridad y Defensa, y miembro del Club Diálogos para la Democracia, asegura que defiende a España "contra la amenaza comunista chavista". 

Así lo dice en la carta de presentación de la recién estrenada web de Resistencia Democrática, colectivo que lidera, antes denominado Movimiento Barrio de Salamanca-Núñez de Balboa, el primer grupo en torno al cual se catalizaron las caceroladas.

A EL PERIÓDICO, María Luisa Fernández asevera que su gente sale a la calle para pedir "la dimisión de este ejecutivo y

La pionera de las caceroladas cree que "la inteligencia castrista" aprovecha las prórrogas del estado de alarma para implantar "un sistema neocomunista"

la formación de un gobierno de salvación nacional con PP, Ciudadanos, Vox y los demócratas históricos que queden en el PSOE, para que afronte esta crisis sanitaria, solucione la crisis económica y convoque inmediatamente elecciones".

En ese gobierno no podría participar Podemos porque "es por ellos por lo que estamos así", dice la líder del colectivo. De hecho, Fernández está convencida de que tras las prórrogas del estado de alarma "hay un plan de la inteligencia castrista, que se publica en sus propios medios, para debilitar económicamente a la sociedad española y así establecer un sistema neocomunista contra el que, estando todos subsidiados, nadie se podría levantar", conjetura.

Esta inspiradora de las caceroladas ve esa amenaza venir desde América, y encuentra culpas para la pandemia en Asia: "El Partido Comunista Chino es responsable de la expansión de la pandemia, cuando no de su creación, que eso ya se verá –dice en pura línea Trump-. No sabemos si la Covid-19 es su Pearl Harbour contra Occidente; desde luego, esta es la batalla de Wuhan, en una tercera guerra mundial que se libra sin armas".

Cuando el 15-M llenaba la madrileña Puerta del Sol, Fernández se iba a la acampada a participar en el Grupo de Espiritualidad que se formó allí, "para hacer meditación". Hoy se define tan apolítica como entonces, pero sus argumentos la sitúan en la órbita de Vox, también cuando subraya, como la propaganda del partido, que las caceroladas no son pijas, sino transversales entre clases sociales.

Asegura María Luisa Fernández que estas protestas son solo el comienzo de lo que desea sea, "como en las primaveras árabes", un movimiento "de recuperación de la libertad por todo el pueblo soberano". Y, si es así, espera que las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado se sumen "negándose a participar en una represión futura, si se produjera. Ahora cumplen órdenes legales, pero esas órdenes pueden ser ilegítimas. Deben tener siempre respeto a la ley, salvo que el pueblo pida  que se le deje libertad de expresión y que se atienda a su prosperidad y que esas fuerzas y cuerpos en su conjunto decidan formar parte de ese proceso de cambio y siempre de forma pacífica".

Colón por doquier

En la marcha en coche convocada para este sábado 23 en Madrid, Vox ha trazado un recorrido por el barrio de Salamanca, con eje en la plaza de Colón, su escenario sentimental de mítines de cierre de campaña.

"Colón se extiende por toda España", dice un dirigente local madrileño de la formación, de los que celebra el escrache con cacerola frente al chalé de Pablo Iglesias en la Sierra de Madrid.

"Vox se sube al carro de las caceroladas", critica María Luisa Fernández, pero a la vez secunda el enfrentamiento con la ciencia de los seguidores de la formación, como los de otras fuerzas de la neoultraderecha internacional. Cuando haya una vacuna contra el coronavirus, "no me la pondré –aventura-. Dudamos de las vacunas y de los intereses de las corporaciones farmacéuticas. Con una vacuna te pueden meter un chip. Dudamos de las vacunas que son obligatorias, y dudamos de quienes nos quieran llevar como a un rebaño a un nuevo orden".

En las redes sociales, los caceroleros de Madrid rechazan las acusaciones de terraplanismo. "Somos gente normal, hundida por esta crisis", dice en una acera en el carísimo Paseo de La Habana una muchacha con capa rojigualda. Mientras dos jóvenes acompañantes aprueban con la cabeza, ella remacha con una alusión a la exhumación de Franco: "Esta desgracia está pasando porque Pedro Sánchez se puso a remover tumbas".

Estupor entre los sanitarios

Los enfrentamientos en la calle no lo son solo entre opositores al Gobierno y opositores a esos opositores, o, según el agonístico relato de las redes sociales, entre fascistas y antifascistas: también lo son a veces, como ha pasado en Alcorcón, entre sanitarios y caceroleros.

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