DOS MESES DE ESTADO DE ALARMA

Un Gobierno "a flote" tras el abismo

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Iolanda Mármol

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Cuando Iván Redondo ni siquiera acariciaba el sueño de convertirse en jefe de Gabinete del presidente del Gobierno solía explicar que la política, como el ajedrez, es una toma de decisiones constante en la que triunfa quien logra acertar tras los desatinos que seguro, en algún momento, cometerá: "El vencedor es siempre es quien hace la jugada siguiente al último error".

En estos dos meses de estado de alarma es indudable que el Ejecutivo ha cometido fallos, equivocaciones en los que algunos han querido ver la estocada final para una coalición que nació débil, con los apoyos justos, y otros han preferido valorar como patinazos inevitables de quien avanza por una pandemia desconocida sin manual de instrucciones. Más allá de los augurios de buenistas o agoreros, Pedro Sánchez sabe bien que está pilotando en la dimensión desconocida de una crisis de época sobrevenida.

Balance esperanzado

Dos meses después de adentrarse en el banco de niebla, el entorno del presidente cree que ha ido ganando posiciones después de cada último error y hace un balance esperanzado: el gran temor era que la legislatura colapsara por la desbandada de unos aliados cada vez más incómodos con apoyar a un Gobierno erosionado por el azote de la pandemia que, además, les ninguneó cuando tres de ellos (PNV, ERC y BNG) tienen por delante elecciones autonómicas. Ahora, dice el equipo de Sánchez, se está reconquistando a los socios y se amplía el respaldo con Ciudadanos, mientras el PP se enreda en las prisas de un asalto prematuro.

El Ejecutivo empieza a respirar. Crece la sensación de "salir a flote" tras la embestida de "semanas negras" por las cifras de la pandemia, los vaivenes en decisiones técnicas que requirieron ser enmendadas, los desplantes de un <strong>Podemos</strong> que juega a ser oposición desde dentro del Gobierno y la convicción de que el presidente estaba quedándose solo. En términos políticos, admiten (con lo que cuesta reconocer errores desde a atalaya de la Moncloa), que el peor desatino fue desatender a los aliados que acababan de apoyar la investidura, en algunos casos, como ERC, en una maniobra arriesgada por la presión de JxCat

Desbordados y sin Calvo

Algunas voces atribuyen el abandono de los socios a la baja de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que es el miembro del Ejecutivo que tiene las relaciones más engrasadas con el resto de partidos y que estuvo fuera de juego, con una severa neumonía. Hay colaboradores de Sánchez que se amparan en el "desborde" de las primeras semanas. Otras fuentes gubernamentales sugieren que el carácter de autoconfianza del presidente no siempre favorece el diálogo. Es posible que todos los factores sumasen. En todo caso, los aliados empezaron a ver a Sánchez como un mandatario que se aferraba a poderes extraordinarios sin recordar que necesita apoyos parlamentarios que no son gratis nunca. Y en año electoral, menos.

El punto de inflexión se produjo cuando el Gobierno vio que podía perder la votación de la cuarta prórroga del estado de alarma. ERC iba a pasarse al ‘no’ y el PNV rumiaba una abstención. A contrarreloj, Sánchez retejió las relaciones con el grupo vasco y armó un pacto con Cs que levanta suspicacias en los socios por la izquierda, pero que da oxígeno al presidente y a los propios liberales, que se revelan como partido útil con solo diez diputados. El PP, que anunció que retiraba su apoyo al estado de alarma horas antes de que el Gobierno fraguase sus nuevas alianzas, quedó atrapado en un movimiento en el que muchos vieron la ansiedad de Pablo Casado por tumbar al Ejecutivo.

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Ahora, el Gobierno parece alejarse del abismo que rondaba. Decidido a recuperar las alianzas perdidas, <strong>negocia</strong> la última <strong>prórroga del estado de alarma</strong> en una modalidad <strong>"más laxa" </strong>y la reforma de la ley orgánica de medidas especiales de salud pública para evitar tener que recurrir a la excepcionalidad si hay rebrotes. La fórmula de la "cogobernanza", con más peso para las comunidades, parece haber calmado a buena parte de los presidentes autonómicos algunos de los cuales, sin embargo, se embarcan en otra protesta: la competición por pasar de fase.

A nadie se le escapa que la gran prueba de fuego de Sánchez será la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Podemos, ERC, Bildu y BNG temen que se escore hacia políticas menos expansivas para coquetear con Cs, aunque antes del pacto con Inés Arrimadas el presidente se comprometió ante el Congreso a reforzar el Estado del bienestar, con inversiones en servicios públicos y una fiscalidad que fomente la "justicia social". Quién corteja para aprobar las cuentas públicas, y si reactiva o no (y a qué ritmo) la mesa de diálogo con la Generalitat serán las dos pistas que ayuden a vislumbrar el rumbo del Gobierno postpandemia.

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