LA LUCHA POR LA IGUALDAD

#MeToo en la izquierda independentista

Manifestación de estudiantes por la igualdad y contra la violencia machista, este viernes, en València.

Manifestación de estudiantes por la igualdad y contra la violencia machista, este viernes, en València. / periodico

Júlia Regué / Elisenda Colell / Anna Rocasalva

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"Los hombres que más odio del mundo: los de la izquierda independentista. Es que son unos 'machis' y hacen ver que no", escribió la comunicadora Juliana Canet en Twitter. Las críticas no la amedrantaron. Siguió tuiteando, esta vez con la etiqueta #MatxisEI, y decenas de mujeres rompieron el silencio. La red social se convirtió en un tablón de denuncias públicas de agresiones machistas dentro de un movimiento que aúna a varias organizaciones que defienden el feminismo. Pero también se anidó un espacio de sororidad entre mujeres que puede llegar a trascender internet.

EL PERIÓDICO ha podido hablar con varias mujeres afectadas que han decidido hacer público su caso. El móvil de Neus V. (32 años) fue intervenido por la que entonces era su pareja, que le instaló un programa de espionaje. No lo detectó hasta que el agresor, a quien llamaban Pata, habitual en círculos de la izquierda independentista y anticapitalista de Sabadell, confesó a un amigo que conocía todos sus movimientos y conversaciones desde hacía más de un año.

Neus lo denunció a la policía y pidió que se aplicara el protocolo del movimiento popular de la ciudad. Esta misma semana, la causa judicial se ha archivado por "falta de pruebas". Ella aportó como testigo al amigo de su ya expareja y ofreció su móvil para registrarlo.

El agresor frecuentaba espacios pero no militaba en ninguno de ellos y, ante la falta de apoyo, Neus decidió difundir el caso en las redes sociales. Es entonces cuando se la expulsa de espacios compartidos. "Pero tengo miedo y acabo siendo yo la que me marcho de Sabadell. Es la única manera de recuperar mi vida. Él reconoce los hechos en privado pero ante el juez lo niega todo. El entorno me da la espalda porque es una persona con vínculos en la CUP y la CGT".

Aceptar la negligencia

Neus había sufrido otro episodio con 17 años, con un compañero de militancia en la CAJEI, una extinta organización juvenil. "Era tarde, de noche, yo era menor y él tenía 25 años. Insistió en tener relaciones sexuales. Yo le decía: 'es tarde', 'tengo que irme', y ahora me doy cuenta de que me lo guardé y no lo conté porque no había verbalizado un 'no'. Como si eso hiciera falta", comenta. "Denuncié en Twitter la agresión citándole con la etiqueta. Me escribieron de la organización en la que milita ahora y me dijeron que él había acudido a la comisión feminista al ver el tuit, pero que él no sabía de qué iba la cosa. Yo lo único que quiero es que acepten haber negligido y tener machistas dentro", apunta, porque no quiere someterse a un protocolo que no ha firmado.

Neus no fue la única víctima de este hombre. Mireia R. (37 años) también sufrió su acoso sexual. "Al final, accedí por fuerza. Después, ya no me buscó nunca más", relata. Años después, se mudó a Sants con su pareja, ligada a movimientos anarcoindependentistas, al grupo Negres Tempestes. "Sufrí dos años de maltratos físicos y psicológicos. Golpeaba la pared hasta romperse la mano, me insultaba y hasta entró en la habitación con un cuchillo. Pensé que iba a matarme. Me amenazaba con que se iba a suicidar. Por salud mental me fui", dice.

Lo denunció públicamente con un comunicado, pero quedó en las redes. Nadie del barrio la apoyó. "Me fui de Barcelona y un día, cuando vuelvo, me lo encuentro. Me da un ataque de estrés postraumático y lo ve una mujer. Entonces contactan conmigo desde los colectivos y algunos se disculpan", comenta. Y añade que le consta que después fue expulsado de algunos espacios. Critica que los protocolos cubran las terapias de los agresores, pero no los de las víctimas: "'Pagadnos las terapias' es todo un lema que he creado".

"Pagadnos las terapias"

Laura G. (34 años) fue agredida psicológicamente por su pareja en reiteradas ocasiones en el 2013. Dos años después, decidió denunciar los hechos. "Lo denuncié porque su presencia me impedía seguir militando, ya que él tenía reconocimiento político interno", relata.

Mireia Boya critica que se anteponga la burocracia a las necesidades de las mujeres que  han sido agredidas

Pero el calvario no terminó: "Ese proceso de denuncia interna acaba siendo más problemático que la agresión. La violencia no para por parte de él. Una de las medidas fue que tenía que salir de mi campo de visión, pero él se quedaba detrás de mí. También me dijeron que no pidiera que él dejara de compartir espacios porque asumía tareas muy importantes. Incluso fue contratado como liberado de la CUP. Endavant me dijo que no se podía explicar la agresión a la CUP por confidencialidad. No pude más y dejé la organización". 

Laura se marchó, pero meses después decidió explicar lo sucedido públicamente en un blog. Otra expareja del agresor denuncia episodios similares. "Con esa repercusión, empieza a dar pasos atrás y repara el daño. Deja de militar, pero por decisión suya, no porque Endavant se lo exija", explica.

La exdiputada Mireia Boya denunció a un compañero de filas tras recibir "agresiones psicológicas continuadas". "Lo denuncié públicamente y se me revictimizó porque dudaron de mí y dijeron que tenía interés en dañar a la organización. Se confunden, lo hice para que hubiera una reparación colectiva", apunta. 

"Violencia institucional"

La exdiputada reaccionó cuando su agresor apareció e intervino en una reunión en la que se invitó a excargos. Ella salió de la sala para vomitar. Lo denunció públicamente y reclamó a la dirección que el agresor no volviera a estos foros. "Y me dicen que como no he hecho una denuncia a la comisión feminista no se le puede vetar. Se puso por delante la burocracia. Tomarse todo esto como negociación política es un hecho claro de violencia institucional", apunta.

Boya hizo una gestión externa con psicólogas. Pidió no compatir espacio con el agresor y que la CUP hiciera "autocrítica pública". El partido, según la exdiputada, aceptó la primera petición, pero la segunda no.

El partido anticapitalista, por su parte, se refiere así al caso de Boya: "Siempre se intenta dar respuesta a las demandas de las agredidas, pero a veces no se consigue hacerlo exactamente como la mujer agredida quería. Si en este caso, o en cualquier otro caso, no se ha sentido reparada por la organización, pese a que se ha intentado, está claro que alguna cosa no se ha hecho suficientemente bien. Seguimos aprendiendo".

Protocolos "imperfectos"

La CUP y otras organizaciones de la izquierda independentista disponen de un protocolo para la prevención y el abordaje de violencias machistas en sus filas. Estas guías para aplacar el machismo refuerzan los espacios no mixtos, plantean medidas de prevención, identifican las modalidades y la gravedad de las violencias, establecen sanciones y señalan el circuito a seguir desde que se diagnostica o se denuncia una agresión

Las organizaciones admiten limitaciones a la hora de gestionar las denuncias

La confidencialidad es un criterio para "evitar la revictimización" de la agredida y si ella no da su consentimiento, el partido no revelará el caso. En el del ya exalcalde de <strong>Argentona</strong> <strong>Eudald Calvo</strong>, la CUP puso en marcha el protocolo al recibir una denuncia y tras negarse a aceptar las medidas reparadoras, que pasaban por dejar su cargo en el consistorio, fue expulsado. Eso sucedió en diciembre del 2019, pero no trascendió hasta que la etiqueta #MatxisEI se hizo viral.

"La CUP procedió tal y como lo tenía que hacer, con la expulsión. Pero las actas de los cargos electos son personales y esto dificulta la incidencia jurídica como organización", explican fuentes del partido. "Está claro que estamos aprendiendo, este protocolo es pionero y no tenemos referentes de formaciones políticas que tengan mecanismos para abordar las agresiones y que se encuentren en estos callejones sin salida", resuelven estas voces.

Desde el partido apuntan que los hombres de la formación "tienen que responsabilizarse de la lucha feminista, puesto que si no hay una asunción de esta responsabilidad por su parte, difícilmente el protocolo será efectivo y conseguirá sus objetivos". Estas fuentes insisten en que se está haciendo "autocrítica" y que la CUP "no quiere eludir responsabilidades".

Coordinación

Las distintas organizaciones de la izquierda independentista tienen un órgano de coordinación feminista en el que abordan casos de agresiones de forma conjunta. Priorizan la seguridad de la mujer, por lo que también hay interlocución con los espacios en los que ella participa. Todas ellas aseguran que son conocedoras de lo que pasa en sus filas y que la reacción en las redes supone un "toque de atención".

"La camaradería, la complicidad y el corporativismo son un problema", indican desde Arran

"Nosotros tenemos la voluntad de que estas agresiones no sigan ocurriendo, pero no lo estamos logrando", admiten desde Arran. La entidad tiene un protocolo propio, pero reconocen sus limitaciones: "Solo tenemos capacidad para expulsar al agresor pero la camaradería, la complicidad y el corporativismo son un problema que queremos dejar atrás para ser una organización coherente". Una autocrítica que comparte el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans (SEPC). 

Por otro lado, Podemos tiene su propio protocolo mientras que el PSC y los 'comuns' están trabajando en ello y esperan poder tenerlos resueltos en los próximos meses. Desde Endavant comentan que obligan a todos los hombres a cursar una formación sobre masculinidad y feminismo y señalan que los protocolos vigentes son "imperfectos". "Nos queda trabajo por hacer, porque no estamos pudiendo garantizar espacios seguros y la reparación del daño causado".