Margallo, el 'verso suelto' de Rajoy
Esperanza Aguirre salió del turbulento congreso del PP en Valencia, el 2008, autodefiniéndose como el «verso suelto» del partido tras fallar su plan de tomar el control. Pero para 'verso suelto' con todas sus letras, porque, como dijo ayer Jordi Casas «no le gustan los aparatos de los partidos» y, sobre todo, porque mantuvo una línea propia en el seno del Gobierno, sin duda, José Manuel García-Margallo.
El exministro de Exteriores recaló en Barcelona para presentar sus memorias, en diálogo con Casas, exdelegado de la Generalitat en Madrid, y exmiembro de la fenecida Unió Democrática, moderado por Josep Cuní, Y es que la trayectoria de Margallo interesa tanto por las intrigas palaciegas que rodean su relación, o falta de ella, con Soraya Sáenz de Santamaría, como por haberse convertido, en su momento y por dejación de funciones ajenas, en el ariete del Estado contra el ‘procés’. Su recordado debate con Oriol Junqueras, de hecho, supuso una de las cruces que, sobre su nombre, se marcó en los despachos de Génova, por aquello de haber dado pátina de respetabilidad política a un movimiento que Rajoy nunca quiso abordar desde ese prisma, si no el judicial.
De lo primero, de su enemistad política con la exvicepresidenta nada dijo en Barcelona. Y es que el ‘procés’ lo tapa todo y vence lo invencible, como el morbo. Y eso que en sus 'Memorias heterodoxas de un político de extremocentro', el exdiputado de UCD narra como la que fuera número 2 de Rajoy maniobra para sacar del Ejecutivo a aquellos ministros que no son de su cuerda, uno a uno. «Como en la novela de Agatha Christie ‘Diez Negritos’», escribe.
Los errores con el Govern
Pero en el acto se habló del ‘procés’ y de la retahíla de errores que el PP, y también el PSOE, cometieron. Empezando por no haber salido al cruce del intento de Pasqual Maragall de realizar un nuevo Estatut «que nadie le había pedido». En el 2004.
Otro gran error, según Margallo, fue permitir la celebración del 9-N y no abordar entonces una reforma de la Constitución, bajo unos pilares «muy básicos»: «La soberanía del conjunto de los españoles, la indivisibilidad de España y la igualdad entre territorios».
Cuando se lo propuso a Rajoy, este le dijo: «Todo el mundo me dice que hay que tocar la Constitución, pero nadie me detalla cómo». Así que, Margallo, ni corto ni perezoso, escribió una nueva Carta Magna, «desde el preámbulo a las disposiciones adicionales. Y le entregué a Rajoy el ‘tocho’», sentenció. El presidente del Gobierno hizo caso omiso, quizá pensando que esa Constitución, sobre esos «pilares» y en ese momento, 2014, en Catalunya, igual no obtendría el 90% logrado por el texto actual , el del 78.
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