ERC constata su nueva posición de fuerza en Madrid

Adriana Lastra con Gabriel Rufián en una imagen de archivo.

Adriana Lastra con Gabriel Rufián en una imagen de archivo. / periodico

Xabi Barrena

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Sin estridencias ni jactancias. haciendo bueno el proverbio aquel que bien podría haber escrito Sun -Tzu, Maquiavelo o Clausewitz de que lo más inteligente es ser generosos en la victoria. ERC no se dejó llevar ayer por ningún triunfalismo, aunque si constató que su papel clave en la política española tiene una onda expansiva poderosa y que, tras la investidura. sigue intacta. Con todo, la rectificación de la Moncloa, el jueves, en que, en apenas horas, pasó de posponer hasta después de las elecciones el inicio de la mesa de diálogo entre gobiernos a decir digo donde había dicho Diego, supuso también un alivio para los republicanos.

El encargado de realizar la muestra de generosidad fue Gabriel Rufián, el jefe de ERC en Madrid y quizá la persona, junto con Oriol Junqueras y Pere Aragonès, que más han batallado para abrir la puerta del diálogo con el PSOE, primero y, después, poner el pie para evitar que la corriente diera portazo. Así, el portavoz parlamentario, guante de terciopelo en ristre, dijo estar convencido de que el Gobierno no actuó con «mala fe» en la decisión inicial de aplazar la mesa. «Hicieron una lectura equivocada. Solo les faltaba información», defendió a Rufián que fue el que desbloqueó la situación, en persona, en una reunión con Pedro Sánchez, previamente encauzada por una llamada entre Aragonès y el jefe del Ejecutivo.

Terciopelo y hierro

Eso sí, bajo el terciopelo, Rufián dejo asomar el puño de hierro en forma de crítica velada a los socialistas. «Lo negativo de esto es que nos enteramos por la prensa. Ya era una mala manera de empezar», Dicho de otro modo, ¿cómo es posible que la Moncloa se planteara ese movimiento sin consultar a sus socios?

Porque los republicanos vivieron una auténtica zozobra en esas horas entre acción y rectificación. Nada menos que en el primer día de precampaña oficial, el PSOE vino a dar la razón a aquellos sectores más híperventilados que señalaban, durante la negociación de la investidura, que ni el PSOE era de fiar, ni nada bueno iba a salir de ese foro de negociación.

Y es que las opciones electorales de la posconvergencia, mientras siga bajo mando y dominio de Carles Puigdemont, pasan por atacar la mesa de diálogo como forma de menoscabar el crédito republicano que les otorgan las encuestas.

Así, aun ayer la portavoz de JxCat en el Congreso, y una de las personas que suenan como posible candidata efectiva a la Generalitat por la posconvergencia, Laura Borràs, acusó a ERC de haber pagado «por anticipado y a cambio de nada» la investidura de Pedro Sánchez.

Entre cantos a la unidad independentista, Borrás advirtió de que cada uno debe asumir sus decisiones, y que ERC basó la suya en una mesa de diálogo entre el Gobierno central y el Govern.

Vodevil negociador

La diputada en el Congreso definió lo sucedido el jueves como de «vodevil, con una mesa intermitente».

¿Y cómo conjuga JxCat el descrédito a la mesa de diálogo con la próxima reunión entre Quim Torra y Pedro Sánchez, el jueves 6 a las 12 del mediodía? Pues recordando que el presidente socialistase entrevistará, también, con las alcaldesas de Barcelona y L’Hospitalet, Ada Colau y Núria Marín. «Sánchez sabe quién se lo puede poner más difícil y escoge a interlocutor en función del grado de dificultad».

De hecho, es esta paradója posconvergente, la de no creer en la mesa y, al tiempo, sí buscar en la entrevista un trampolín, la que generó el embrollo del pasado jueves, cuando Torra, en Catalunya Ràdio, avanzó que su perfil en esa reunión sería exigente en demanda de la autodeterminación y la amnistía. Y ante esto, la Moncloa pensó que mejor sería esquivar a un ‘president’ que va a repetir y que, sobre todo, está a meses de quedar definitivamente inhabilitado por el Supremo.

Pero los fontaneros de la Moncloa no calibraron los efectos de la medida. Mantener, y no enmendar la suspensión de la mesa hasta sacar a Torra del tablero habría impedido, casi definitivamente, que ERC se ofreciera a aprobar unos Presupuestos Generales del Estado que Sánchez precisa para garantizar, como mínimo, dos años más de estadía en la presidencia. Y, de rebote, una más que posible merma electoral para sus hoy socios, ERC, que seguro torcería escenarios socialistas de futuro, para la gobernabilidad española.