CARA A LA NEGOCIACIÓN PENDIENTE

Jordi Solé Tura y el diálogo, lecciones de ayer para hoy

Los siete padres de la Constitución, el 10 de abril de 1978

Los siete padres de la Constitución, el 10 de abril de 1978

Fidel Masreal

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Diálogo. La palabra más usada del léxico político español de los últimos años. La menos declinada, quizá. En momentos clave como los actuales para forjar o no una investidura en las Cortes y para encauzar, o no, una negociación sobre el conflicto catalán, llega una efeméride que puede ser útil para revisar precedentes: el 4 de diciembre se cumplirán 10 años de la muerte de Jordi Solé Tura. Militante antifascista, experto en Derecho político, introductor en España de las obras de Gramisci, alma del PSUC, uno de los 'padres' de la Constitución y posteriormente miembro del PSC y ministro de Felipe González.

En clave íntima, su familia vive momentos de recuerdo por una vida víctima, al final, del alzhéimer. Su hijo, Albert, resume: "Volvemos a abrir el cajón de la memoria que no hemos cerrado nunca". Sigue vivo su legado en el Centre Solé Tura per la Democràcia en Mollet.

Pero yendo ya a la cuestión del diálogo. ¿Qué puede enseñarnos la trayectoria de Solé Tura sobre lo que hoy cuesta tanto practicar? "Seguramente su virtud más importante era la sabia combinación entre la tenacidad y la coherencia al servicio de la causa, de la libertad y del progreso. Esto le daba una especial fuerza en la ponencia constitucional porque, indiscutiblemente, representaba el sector ideológico que más se identificaba con la oposición al régimen y, por tanto, su pragmatismo no podía ser nunca acusado de debilidad, sino que era una expresión de consolidar el cambio democrático", explica Miquel Roca, uno de los solo ya dos 'padres' de la Constitución que permanecen vivos (el otro es Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón).

"Era un hombre de arremangarse"

Es decir, tenacidad y capacidad, al mismo tiempo, de negociación. "Seguramente ha sido uno de los animales políticos más importantes de la segunda mitad del siglo XX", subraya el historiador Andreu Mayayo, que estuvo muchos años a su lado. Desde este conocimiento directo, Mayayo da más herramientas que hoy podrían ser de gran ayuda a la hora de trenzar una negociación: "Era un hombre de arremangarse y escuchar hasta el agotamiento porque estaba absolutamente convencido de sus posiciones, era de una firmeza y seguridad impresionante". Todo ello junto a una sólida formación. Súmese a ello, recuerda Mayayo, que en toda negociación es importante saber dos cosas: "No puedes pedir a otro algo que no puede darte, y segundo, en una negociación gana quien renuncia a una cosa que no tiene".

"No puedes pedir a otro algo que no puede darte. En una negociación gana quien renuncia a una cosa que no tiene"

Andreu Mayayo

— Historiador

Más ingredientes del personaje. "Después de la transición, Solé Tura representa un cierto pragmatismo de la izquierda catalana, pasó de posiciones bastante radicales [en 1970 se incorpora a Bandera Roja, grupo clandestino de universitarios y trabajadores] a otras más moderadas", explica Borja de Riquer. "Desgraciadamente, la generación de políticos de los 70 tenía una categoría que desgraciadamente ahora echas de menos, y hablo de los de izquierdas y los de derechas", se lamenta el historiador.

La transición

Pongámonos ya en materia: la negociación más compleja de la historia reciente de España, la transición. Y la arquitectura institucional de la misma, la Constitución. ¿Cómo es posible que se lograra ese encaje y hoy parezca imposible pensar en una solución a la cuestión soberanista catalana? Sin entrar en paralelismos, Roca ofrece elementos para el análisis de ese acuerdo: "Todos teníamos una misma responsabilidad, hacer posible el cambio democrático. Y además, esta era la exigencia que nos llegaba de la sociedad, la de hacer posible que la recuperación de la libertad no fuera un momento transitorio, sino una apuesta de larga duración. El consenso no lo produjeron los ponentes, sino que era el resultado de una exigencia social. El amplio apoyo que la Constitución tuvo -nunca igualada por ninguna otra norma institucional- es el mejor exponente de esta exigencia de la sociedad".

"El consenso no lo produjimos los ponentes, sino que fue el resultado de una exigencia social. El mejor exponente de esta fue el amplio apoyo a la Constitución"

Miquel Roca

— Ponente de la Constitución y exsecretario general de CDC

Otras miradas a esa etapa son menos elogiosas y ven la Constitución anclada en el inmovilismo. "Jordi Solé Tura y el PSUC de 1977-78 ya estaban en posiciones muy moderadas, y [ManuelFraga quería desmarcarse de la extremaderecha franquista para aparecer como una opción centrada y gubernamental", señala el historiador Joan B. Culla. "En todo caso, entonces era el consenso o el abismo. No se podía continuar con la legalidad franquista y el recuerdo de la guerra civil era disuasorio. Ahora todos los inmovilistas sostienen que, si ya tenemos la Constitución, ¿para qué tenemos que cambiar? Entonces mantener el 'statu quo' era suicida: ahora, lo venden como sinónimo de establidad", describe.

El "pecado" del "cinismo"

Joan Tardà, exdiputado de ERC en el Congreso, va más allá en la visión crítica sobre los líderes de la transición como Solé Tura: "No es tanto lo que acabaron pactando en los orígenes de la transición, sino el hecho de haber trasladado a la ciudadanía de entonces y a las nuevas generaciones que era un escenario de democracia plena e incluso cínicamente lo convirtieron en un modelo a exportar. Un régimen nacido bajo el signo de la impunidad, una democracia de muy poca calidad que después de 40 años no sirve para resolver los problemas de siempre, donde vuelve a haber presos políticos y exiliados. El pecado de Solé Tura y de otras personas de la izquierda del momento, pues, fue el cometido no en la transición, sino a partir de 1978 en relación a aquello que habían hecho. Y el pecado es el del cinismo".

También es crítico De Riquer con el texto constitucional finalmente acordado y, en especial, con la dificultad para ser modificado, algo que impacta directamente en los límites del actual intento de diálogo y reformas. Y así  se lo dijo a Solé Tura: "Él decía que no, que hacía falta blindar los elementos clave de la Constitución por si un día ganaba la derecha y pretendía modificarla". 

Forjar pactos

Hacer paralelismos entre los diálogos posfranquismo y el que hoy se dice querer activar es un error. Pero algunos como Miquel Iceta, primer secretario del PSC, se apuntan a la autocrítica sobre la actual incapacidad de forjar pactos respecto a la cultura de la transición: "Esa cultura hoy no existe. Todos hemos vuelto a una política identitaria, no en el sentido nacional, sino en el del 'yo solo me puedo poner de acuerdo con los míos'. Y en el sentido del 'pactar es ceder, pactar es traicionar, pactar es ser incoherente y, por tanto, no lo hago, prefiero el confort y la tranquilidad de mi proyecto o dogma o ideología que mezclarme con otros porque esto implica un cierto grado de impureza'".

"Hoy mi padre estaría preocupado y desanimado viendo cómo los miedos de ese momento que se intentaron solucionar han ido a peor"

Albert Solé

— Documentalista

Albert Solé, documentalista, es reacio a interpretar cómo se sentiría hoy su padre. Pero sugiere que "estaría muy preocupado y desanimado". "Muchos de los problemas no solo no se han solucionado sino que han ido a peor. La generación de hoy en día no ha sido capaz de hacer evolucionar las grandes ideas", apunta.

Mayayo, también pesimista sobre la capacidad de ejercitar el diálogo, cree que "entonces" había "dirigentes políticos". Y los contrapone a los actuales: "Hoy tenemos seguidistas. Un dirigente dirige, no sigue. La mayoría de las personas con responsabilidades para tomar decisiones no actúan como dirigentes, sno como elementos de seguimiento de rumores de la calle y los medios. Solé Tura sabía historia y la gente que hoy está ahí no sabe historia, que es algo que te explica muchas cosas y no los relatos que quieres".

Una herida abierta

Se ha comentado la tenacidad de Solé Tura. Sus convicciones todavía hoy levantan ampollas. Hace dos años se reeditó 'Catalanisme i revolució burgesa', (Edicions 62, 1967), el libro fruto de su tesis doctoral sobre la figura de Prat de la Riba. La tesis es que la burguesía ha de dar paso a las clases populares como abanderadas del catalanismo. Y lanza dardos contra Prat. "El oportunismo de Prat era, en definitiva, la formulación teórica del gran problema indisoluble de la burguesía catalana, de su gran drama político: la necesidad de luchar contra un Estado del que no podía prescindir ni un solo momento".

"Es innegable que el nacionalismo burgués tuvo -no solo en Catalunya, claro está- un carácter instrumental", añade al final del texto. Este carácter oportunista, descrito en el libro, ha generado no poco rechazo. "Cincuenta años después, el libro es pura arqueología", señala Tardà, que apunta que las tesis de Solé ha quedado superadas por historiadores como Josep Termes y Josep Fontana.

Joan Coscubiela, exdirigente sindical y de ICV, huye de maniqueísmos, pero afirma: "En determinados momentos de la historia, el catalanismo ha sido un elemento usado clarísimamente para confrontarlo con la agregación social de intereses de clase".

Tensiones sociales

De Riquer reflexiona: "Toda propuesta identitaria tiende a esconder las tensiones sociales existentes, pero esto no es exclusivo del nacionalismo catalán, sino que se da en todos los nacionalismos, empezando por el español, fabricado por las élites políticas españolas para diluir las diferencias de clase en España".

En su libro 'El llarg procés', el filólogo y escrito Jordi Amat concluye: "Solé había tocado el punto clave. Reabrió la herida siempre abierta. La de la relación compleja entre problemática social y problemática nacional, la que la guerra civil mostró de una manera trágica, manifestándose como una brutal guerra de clases, como una verdadera revolución que decantó a buena parte de la burguesía hacia la insurrección franquista que pretendía, entre otras cosas, la liquidación del catalanismo".