LA MEMORIA HISTÓRICA

Es 20-N y Franco ya no está aquí

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Juan José Fernández / Juan Ruiz Sierra

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En la primera ocasión que ha tenido para hacerlo tras la exhumación de Franco, el franquismo no ha consolidado un lugar de peregrinación para sus 20-N.

En la mañana de este miércoles, un escaso número de seguidores ha depositado flores en las losas de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos que ahora tapan la que fue tumba del dictador. Y al anochecer, no más de 400 franquistas han acudido a la misa por el alma del general en la iglesia parroquial del barrio madrileño de El Pardo.

El efecto movilizador que la exhumación ha podido tener sobre la ultraderecha no ha pasado de las urnas a las calles de Madrid en este primer 20-N con Franco sin tumba de Estado.

Vivas a los Franco

Los seguidores más fieles del Caudillo han llenado la Iglesia de la Inmaculada Concepción de El Pardo siete horas después de que, a medio día, tuviera lugar en el panteón del cercano cementerio de Mingorrubio una desangelada ofrenda floral. Había más periodistas que homenajeantes en el lugar de reinhumación del general.

En el templo, poco antes de la misa, han sonado los primeros compases del himno de España, pero no era la megafonía parroquial, sino el tono de llamada que le tiene puesto al móvil el chino Chen Xianwey, el propietario del bar más franquista de Madrid, que se ha apresurado a quitarle el sonido al aparato.

La del hostelero asiático reconvertido al franquismo, y amigo personal de Carmen Martínez-Bordiu, ha sido una de las caras más populares en la ceremonia. Pero él estaba en los bancos de atrás, rodeado de un público variopinto entre el que se veía relucir el verde claro de una camisa de la Legión y el rojigualda de algunos brazaletes.

En los bancos de delante, el presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, Luis Alfonso de Borbón, al que el público ha vitoreado, y,  llegando tarde en medio de un Madrid con el tráfico taponado por rachas de aguanieve, Francis Franco, el mayor de los nietos del dictador, y su hermano Jaime.

En la misa, celebrada por el párroco José María Peguero y un diácono, lo más político que ha habido ha sido una rogativa "por todos nosotros, para que veamos la reconciliación a la que estamos llamados", ha leído una feligresa, y acaso el nombre de Francisco Franco, citado en el momento de rezo por los fieles difuntos.

La política, en forma de himnos, vivas a Franco e insultos a los "perros de la prensa" y "periodistas terroristas" esperaba en la explanada de acceso, junto a la que hoy es Avenida de la Guardia, aún "plaza del Caudillo" para Google Maps.

Allí, bajo un gélido txirimiri, un jubilado ha comenzado a entonar el "yo tenía un camarada", se ha cantado después el Cara al Sol, y aún un legitimista francés, de un pequeño grupo venido quizá por acompañar al muy franquista aspirante a la corona de Francia, ha mascullado un "journalistes de merde" cuando los cámaras de televisión han perseguido a su príncipe.

Fuese Luis Alfonso y no hubo nada. En la iglesia de El Pardo se ha rezado por Franco, y no por José Antonio Primo de Rivera, como en otros 20-N. Los falangistas no estaban llamados a la ceremonia. Celebraban su propia misa funeral en la Iglesia de Santa Bárbara de Madrid, y el sábado subirán, como cada año, una corona de laurel al Valle. 

El "gustazo"

Por la máñana, en Cuelgamuros, solo al final, cuando la misa había terminado y los fieles comenzaban a salir de la basílica, un hombre recordó al ausente.

"¡Viva Franco!", gritó.

"¡Viva!", le siguieron varias personas.

"Qué hijos de puta, coño", murmuró el hombre. Era obvio que se refería al Gobierno socialista, que hace algo más de 20 días exhumó, por fin, el cadáver del dictador de su tumba de Estado, donde llevaba enterrado junto a sus víctimas desde su muerte, hace exactamente 44 años. "Me he dado el gustazo", confesó el nostálgico, agarrando con fuerza el brazo de otro asistente a la misa, a la que asistieron unas 400 personas.  

Es 20 de noviembre y Franco ya no está aquí. El espacio que ocupaba su tumba está cubierto por el mismo suelo de mármol que recorre la enorme basílica del Valle de los Caídos, pero eso no impidió que decenas de personas se arrodillaran y santiguaran ante la extumba, pusieran flores y gritaran "¡Viva Franco!".

El servicio religioso, aun así, transcurrió sin apenas incidentes. Pese a lo extraordinario de la escena, con casi medio centenar de personas orando por un dictador al lado del lugar en el que fue primero enterrado y después exhumado, todo tuvo un aire de normalidad, casi rutinario. Más allá, claro, de que para entrar en la Basílica había que pasar por un escáner, que había guardias civiles fuera de la iglesia y trabajadores de seguridad privada en el interior, y de que se pudiera ver algún saludo fascista. Tampoco tantos.

"Oramos por los difuntos José Antonio y Francisco, y por todos los caídos", dijo uno de los monjes benedictinos al comienzo del servicio, justo enfrente de la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fallecido un 20 de noviembre, como Franco, cuyo féretro el Gobierno también quiere trasladar, pero dentro del Valle, porque el fundador de Falange, a diferencia del dictador, que ahora descansa junto a su esposa en el cementerio de Mingorrubio (El Pardo), sí fue una víctima de la guerra civil.

Aunque pueda sonar extraño que uno de los benedictinos argumentase durante la misa que la guerra fue "por una España mejor", nada impide a los monjes recordar a Franco y a Primo. Otra cosa es exaltar al régimen, como intentaron hacer cuatro personas que se colocaron frente a la tumba del fundador de Falange y entonaron el 'Cara el sol'. Varios guardias civiles les tomaron los datos y les pidieron que abandonaran el recinto, y aunque hubo alguna resistencia, al final lo hicieron.

Después, solo quedó el lamento. Por ejemplo, tres hombres de avanzada edad hablando de lo "injusto que es todo" para ellos. Cómo son identificados: "Te llaman facha, pero los perroflautas no saben lo que significa facha. ¡No lo saben!". Cómo han renunciado a disfrutar de sus  símbolos en el espacio público: "El aguilucho, como dicen ellos, tiene cientos de años". Y cómo se ha comportado la Iglesia Católica durante el complejo y largo proceso de exhumación del dictador, en el que se ha colocado de perfil, dejando claro que asumiría la decisión del Gobierno si venía, como vino, respaldada por el Tribunal Supremo: "Franco salvó a muchos sacerdotes y luego mira cómo se lo ha pagado el Belcebú que tenemos en el Vaticano".

Porque "aquí", recordaron, los únicos que han "defendido al Generalísimo" han sido los benedictinos, y en especial su prior, Santiago Cantera, que hasta el último momento opuso resistencia a la exhumación, amenazando incluso con no dejar entrar a la basílica al dispositivo que sacó el cadáver. No está claro cuánto durará la orden en el Valle. El Gobierno sopesa sacar a los monjes del recinto, aunque la decisión, explican en la Moncloa, todavía no está cerrada. De momento, ya sin Franco, continúan las misas. Y alguno se da "el gustazo".