EL LABERINTO CATALÁN

Las edades de la protesta

Dos generaciones se sientan a dialogar sobre el papel de los jóvenes en las manifestaciones de 1976 y las generadas por la sentencia del 'procés'

Manel Risques y Marina Guitart

Manel Risques y Marina Guitart / JULIO CARBÓ

Gemma Tramullas

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La masiva irrupción de adolescentes y jóvenes en las protestas contra la sentencia del procés ha cambiado el perfil hasta ahora más familiar de las convocatorias de ANC Y Òmnium. Para arrojar luz sobre este fenómeno, EL PERIÓDICO ha propuesto un diálogo entre una persona que en 1976 salió a la calle a pedir Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia y otra que hoy reivindica Llibertat Presos Polítics y Democràcia. Manel Risques (Barcelona, 1952), profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona, y Marina Guinart (Riudoms, 2000), estudiante de Empresariales de la Universitat Pompeu Fabra, han aceptado compartir su experiencia en las calles.

“El 1 de febrero de 1976 salí con mi 600 –recuerda Manel, que había sido detenido en 1970 y 1972 y había militado en la organización clandestina Bandera Roja--. Aquel momento superó todas nuestras expectativas. Éramos muy optimistas, pero no ingenuos. Había un liderazgo político fortísimo y sabíamos lo que nos jugábamos. Seguramente no conseguimos transformar la sociedad tanto como queríamos, pero evitamos que el franquismo continuara políticamente”. Aquellos días quedaron plasmados en el libro Temps d’Amnistia, que coescribió con David Ballester

“El optimismo es la clave –interviene Marina--. Cuando los jóvenes queremos algo, nos volcamos para conseguirlo. Lo único bueno que podemos sacar de la sentencia es que hemos recuperado la unidad y ahora todos luchamos por lo mismo. En Catalunya no se está aplicando la democracia, que al final es el derecho a votar nuestro futuro. Esto ya no va solo de independencia, sino de derechos y de democracia, y tengo la sensación de que es ahora o nunca”.

"En los años 70 había un liderazgo político muy fuerte y sabíamos lo que nos jugábamos. No éramos ingenuos"

Manel Risques

— Historiador

A los 20 años Manel leía a Lenin, Marx, Russell, Hobsbawm… y debatía durante horas en reuniones clandestinas. Marina, por su parte, invierte tiempo en el Casal Popular de Riudoms, en su CDR local y en el colectivo feminista Dones d’Aigua. Detrás de las protestas del 1 y el 8 de febrero de 1976 existía una fuerte organización política, con la Assemblea de Catalunya a la cabeza y el PSUC moviendo los hilos, pero hoy Marina dice sentirse decepcionada con los partidos y huérfana de dirección política: “Es como si no tuviéramos el apoyo ni de ERC ni de Junts per Catalunya, como si ellos fueran por un camino y nosotros por otro”, dice.

El lunes día 14, coincidiendo con la publicación de la sentencia, una marea humana convocada vía Telegram por Tsunami Democràtic se dirigió a la Terminal 1 del aeropuerto de Barcelona. “Dicho con todo el cariño, me pareció un acto muy irresponsable y es un milagro que no pasara nada más –opina Manel--. Estamos ante un movimiento sin cabeza que no sabe a dónde va. Es como un caballo desbocado y esto es gravísimo”.

El martes, con la resaca física y emocional de la ocupación del aeropuerto, miles de personas acudieron a la convocatoria de Òmnium frente a la Delegación del Gobierno en Catalunya. Un cordón impedía el paso desde el paseo de Gràcia y una muchedumbre se concentró allí mismo. Al término del acto, una inesperada carga policial provocó una avalancha: “Jamás había visto  tantos ataques de ansiedad y eso me impactó mucho –rememora Marina--. ¿Por qué esto no pasa nunca en otras manifestaciones?”.

Inmediatamente empezó a arder la primera barricada y se inició una escalada que culminó el viernes en la batalla campal de la plaza Urquinaona. Cuatro personas han perdido un ojo y decenas han pasado por prisión (la mayoría entre 19 y 25 años), entre ellas varias mujeres. “A mí no me gusta que quemen contenedores, pero no lo veo como un acto violento sino como autodefensa –asegura Marina--. Violencia es lo que hace la policía. He visto detenciones que parecen secuestros”.

"A mí no me gusta que quemen contenedores, pero no lo veo como un acto violento, sino como autodefensa"

Marina Guinart

— Estudiante

En febrero de 1976 también hubo heridos y detenidos, pero Manel advierte de que son modelos de manifestación muy distintos: “Aquello era una dictadura. Si te enfrentabas a la policía no sabías si ibas a salir del calabozo de la Via Laietana; en cambio ahora hay unas garantías y unos derechos, aunque no siempre se cumplen”. Y apostilla: “Quemar contenedores también es violencia”.

Cincuenta años después de que Gil Scott-Heron rapeara que La revolución no será televisada, los jóvenes siguen las protestas por Instagram y Telegram. Por sus redes sociales ha corrido como la pólvora el vídeo Lo que la gente piensa de El ProcésLo que la gente piensa de El Procés del influencer Lucas Lorén, que lleva más de 250.000 visualizaciones. Aquí los protagonistas no aparecen tan polarizados como se les muestra habitualmente. Pese a llevar banderas distintas, algunos han compartido manifestaciones feministas y contra el cambio climático.

“Yo uso Insta –explica Marina--. Si sigues cuatro cuentas importantes te enteras de todo”. Manel se echa las manos a la cabeza porque la mayoría de jóvenes no lea, por ejemplo, los artículos de opinión: “Los artículos de análisis promueven la reflexión, que es lo que hace falta en esta sociedad. Hay que dejar en casa la emoción y vestirse con la ropa de la razón”. Para él, la condición indispensable para superar la situación pasa por “unas elecciones inmediatas al Parlament de Catalunya y que no gane la derecha española en las generales”. Ella seguirá manifestándose para reivindicar “democracia y diálogo”.