LA CONTRACRÓNICA

Uno de Sabadell, la Borràs y Raquel Welch

Más allá de las pancartas, los gritos y la indignación, en la manifestación estaba todo más o menos igual

Manifestación independentista en Barcelona en rechazo a la sentencia del 1-O

Manifestación independentista en Barcelona en rechazo a la sentencia del 1-O / David Zorrakino

Josep Maria Fonalleras

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Llevaba tiempo sin cubrir una 'mani indepe' y pensaba, al bajar del metro en Marina, que todo iba a ser igual que siempre pero con algo más (mucho más) de rigor en los rostros. Por supuesto que no es lo mismo reivindicar la independencia que clamar por la libertad y contra una sentencia injusta, desmedida, cruenta. Pero aun así, más allá de las pancartas y de los gritos, de la indignación, estaba todo más o menos igual. Quiero decir familias enteras, bares a rebosar, banda sonora con 'grallers' y 'castellers' y un montón de raros que pueden dividirse entre los raros de siempre y los raros que se montan su propio espectáculo en un día como hoy.

En el metro, un músico que se llama Sala canta 'L'estaca' y vende sus cedés. Ha escogido bien el pasillo. Una mujer comenta con su amiga que ha visto 'Daño colateral', una película de guerra cuyo título podría aplicarse a los bares y restaurantes que han visto mermados sus ingresos por lo que ha pasado estas semanas, pero no a los restaurantes y bares de Marina y aledaños, que están arrasando con las existencias. Beneficios colaterales. También los paquis se forran. Y las cafeterías y las panaderías. Y las paradas de 'souvenirs' patrióticos. Es decir, todo como siempre. En paz y algarabía. Las diferencias que noto son estas: hay muchas sillas plegables, porque muchos ya saben que la revolución es cansada, y se venden como rosquillas unas banderas que representan a la república catalana en forma de una señorita que se parece mucho más a Angelina Jolie que a la Marianne francesa.

La gente que llena Marina no va a ocupar el Palacio de Invierno, pero tampoco se va a desvanecer en la nada. Están ahí y siguen, pertrechados con ilusión, contra viento y marea. Como un señor de Sabadell que mezcla catalán y castellano y que lleva encima no sé cuántos abalorios, restos de no sé cuántas batallas. Pañuelos, banderas, camisetas. Es una enciclopedia visual viviente del 'procés'. Ve llegar a Laura Borràs y dice: "Aquella è (sic) la Laura Borràs!". Y luego suelta. "¡No sus (sic) enteráis, coño!".

Charanga y alfombra roja

Estoy en el inicio de la manifestación y creo que alguien tendría que despedir o al menos advertir al encargado de la megafonía. No es hasta las 17.08 horas que deciden acabar con la charanga de Txarango y compañía, y así no hay quien escuche las proclamas de los asistentes. Quizá lo hacen aposta. Porque oigo, por ejemplo: 'Pas al costat, polítics espantats' y 'El poble mana, el govern obeeix' y 'Unitat, unitat!'. La cosa se parece a un desfile por la alfombra roja.

Van llegando las caras conocidas y el señor de Sabadell y muchos otros reconocen a políticos y personalidades y les saludan y sacan fotos. La que sabe más del asunto es Laura Borràs, por cierto. Lleva una chaqueta pantalón de color negro y un pañuelo amarillo y no para de saludar al respetable y de sonreír. Cuando empieza la mani, a las 17.19 horas (un amago de inicio, porque se para luego enseguida), Borràs entona los cánticos de la ciudadanía y les invita a que griten más y con más fuerza sobre la unidad. Y canta lo que le echen encima, desde 'Els Segadors' al 'Bella Ciao'. Y sonríe y no para de sonreír y saludar.

Me ocurre una cosa muy extraña que nunca había experimentado en una concentración de este tipo. Ni en ninguna de otro tipo. Muchos de los que participan en la 'mani' no lo hacen como manifestantes. sino como público. Son coro de la representación, pero al mismo tiempo son críticos. Figurantes y espectadores. Lo digo porque la marcha se extiende hacia la avenida Icària, pero en los aledaños de Ramon Turró, en los montículos de césped, se agolpan, antes de que empiece y durante la caminata, un público que también se manifiesta pero que ve desfilar a los políticos (con los familiares de los presos es distinto) como si se tratara de un sambódromo o de la llegada de los reyes, los magos, digo. Creo que alguno tiene la sensación que está pasando un exámen a cielo abierto.

Los bares siguen con la máquina registradora. En uno que se llama (en un alarde de imaginación) Marina 65, un grupo de señores tatuados y con aspecto de fiereza se toman unas cervezas. Se llaman Escamots Catalans y la cosa podría sonar muy bélica si no fuera porque visten de 'motards' (negros hasta la muerte) y son 'motards', es decir, beben mucha cerveza. Al lado, un grupo 'folk' de Tàrrega con un chico que toca el Stradiroures, un violín con la forma del mapa de Catalunya.

"Viva Catalina"

Los hay para todos los gustos. Como unos orientales que no paran de fotografiarse con 'estelades' al grito de "Viva Catalina". Un padre comenta a su hijo: "Vete a saber si son chinos o de Hong Kong". En el mismo bar, el Marina 65, hay gente manifestándose ante un televisor donde se ve a gente manifestándose, que es como ir al Camp Nou y ver el partido en una cafetería de Les Corts. Y la cabecera sigue su ritmo lentísimo y los miles que van detrás ya saben que no llegarán a la Nova Icària, pero siguen en sus trece. Aunque la cosa se deshilacha un poco en Pallars, al llegar a la confluencia con la Meridiana, vuelve a ser una marea sólida y apretujada. Los hay que deciden coger los laterales para caminar un poco.

Y en estas que veo a la 'friki' que no sé si es 'friki' de siempre o solo lo aparenta esta tarde. Una chica de larga cabellera rubia que tiene un aire a lo Raquel Welch en 'Hace un millón de años', aquella película en la que Raquel Welch, con biquini de piel apretujado y no demasiado sólido, luchaba contra dinosaurios. Hizo furor. Como esta chica, que se alza semidesnuda entre la muchedumbre. Se tapa el pecho derecho con una foto de Junqueras. El izquierdo, con una foto de Forcadell. El resto (se tapa, poco), con más fotos de los presos y con frases en inglés sobre la libertad y sobre el dolor que generan no los dinosaurios sino España o la España de los dinosauros. Es una metàfora ambulante que inevitablemente llama la atención, también la de Laura Borràs, por supuesto, que es mucho más comedida que la chica.

Cerca de allí, otra metàfora. Una señora mayor lleva una 'falç' (una hoz) de color amarillo. La blande con entereza mientras grita: "'La nostra sentència, la independència'". La 'falç' es de porexpan. Que cada uno extraiga sus conclusiones.