LA SENTENCIA DEL 'PROCÉS'

Los detenidos por los altercados: jóvenes, catalanes y sin antecedentes

Uno de los manifestantes prendiendo fuego.

Uno de los manifestantes prendiendo fuego. / periodico

Guillem Sànchez

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Los Mossos d’Esquadra han detenido a 71 personas después de tres días de altercados violentos. El lunes arrestaron a 3, el martes a 30 y el miércoles a 38. Son varones muy jóvenes, de entre 18 y 25 años (y alguno menor de edad), de nacionalidad española y sin antecedentes por hechos similares, según fuentes consultadas por EL PERIÓDICO. Una muestra que a priori permitía sacar conclusiones sobre el perfil de los "grupos violentos", en palabras del 'conseller' de Interior, Miquel Buch. Pero no ha resultado posible porque la conclusión, tras identificarlos e interrogarlos, es que se trata de un colectivo "dispar y heterogéneo". 

Algunos de los arrestados forman parte de colectivos independentistasno todos. Y no existe un entramado que los conecte. "Son acciones muy violentas y se comunican para llevarlas a cabo en las principales ciudades pero no están tan organizados como parece", subrayan fuentes policiales, a pesar de que el colapso del Aeropuerto de El Prat, las algaradas posteriores al intento de alcanzar la sede de la Delegación del Gobierno o los disturbios generalizados en el Eixample después de la protesta frente a la Conselleria de Interior sí reflejan un grado nada desdeñable de planificación.

Lo que los Mossos observan dentro de estos escenarios de locura urbana es que hay diversos grupos, sin un vínculo entre ellos, que suman sus acciones. Son los que eligen qué calles cortar y dónde levantar barricadas, llevan productos para acelerar las llamas, visten ropa oscura, se cubren con capuchas e, incluso, se protegen usando casco y gafas de jardinería de las pelotas de goma que dispara la Policía Nacional. "No son tantos, lo que ocurre es que arrastran a la mayoría, inexperta", sostienen.

Castigos duros

Este grupo reducido que enciende la mecha es consciente de que tales acciones pueden acabar en causas judiciales muy severas. Varios de los detenidos están ya en prisión preventiva. Tras las protestas de Can Vies, en el 2104, hubo jóvenes que afrontaron juicios con peticiones de 5 años de cárcel. Ahora, según la lectura de la fiscalía, podrían ser penas más elevadas si, por ejemplo, se juega la carta de que el Aeropuerto es una infraestructura crítica cuyo asedio está duramente castigado en el Código Penal. Algunos son conscientes de que en todas estas movilizaciones hay agentes de paisano recabando carga probatoria y que la policía cuenta con muchas cámaras, también en un helicóptero que lo graba todo desde el cielo. Y se cubren.

Pero el resto, el que "se deja arrastrar", lo ignora. Este segundo perfil de manifestantes lanza piedras, arremete contra el cordón policial o incendia una barricada a cara descubierta. Una muestra de inconsciencia que indica que participan del caos nocturno festivamente. Anoche, cuando se lanzó un cohete pirotécnico contra un helicóptero de la policía desde la Gran Via, muchos de ellos chillaron. Aunque no fue un grito de pánico por si el aparato caía y morían los pilotos. Fue de euforia. No por crueldad, subrayan fuentes municipales, sino porque dan la impresión de percibir a los agentes como un enemigo inanimado. No ven tras el casco a un simple funcionario con familia, un tipo con el que coinciden en el supermercado.

A estos segundos, les pierden las ganas de lucir la aventura en las redes sociales. El miércoles, dos amigos se acercaron cerveza en mano al cordón policial y pidieron a un tercero que les sacara una fotografía. Es un episodio histórico que sienten que generacionalmente les pertenece y quieren pruebas gráficas para captarlo. Tampoco tienen alergia a los periodistas, a quienes abordan a menudo para preguntar qué opinan sobre el asunto.

Anoche derribaron a un motorista que no quería detenerse a su paso. Muchos se acercaron para afear el gesto y levantar al hombre del suelo. Esa dicotomía late dentro de una masa pluriforme que afirma sentirse "indignada" por la dura sentencia contra los líderes del 'procés'. Y que coquetea con una violencia que podría desbordarse.