CRISIS TERRITORIAL

Sánchez aparca el federalismo y sube el tono sobre Catalunya

Pedro Sánchez en el mitin del PSOE en València.

Pedro Sánchez en el mitin del PSOE en València. / periodico

Iolanda Mármol / Juan Ruiz Sierra

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Pedro Sánchez afronta los próximos cuarenta días de campaña, la cuesta arriba hacia el 10-N, sin huecos en la agenda, con dos mítines diarios programados y un alud de entrevistas que nada tiene que ver con las anteriores generales, en las que su equipo seleccionó con cirugía su presencia en los medios. El contexto es otro y Catalunya lo puede cambiar todo, reconocen en la Moncloa. En este nuevo escenario, con el voto más progresista desmovilizado por la vuelta a las urnas y con la necesidad de seducir al electorado descontento de Ciudadanos para lograr esa mayoría "más clara" a la que apela, el candidato socialista eleva su tono sobre el conflicto territorial a las puertas de la sentencia del 'procés'. 

De apostar por el federalismo, Sánchez pasa ahora a mostrarse contrario a una mayor descentralización del Estado y pone sobre la mesa medidas extraordinarias para garantizar la seguridad en Catalunya, coincidiendo también con el reciente aval del Parlament a la vía de la desobediencia. Una estrategia que deja incógnitas sin despejar probablemente hasta la noche electoral: cómo afectará ese discurso al PSC y qué porcentaje de votantes de Albert Rivera acabará realmente en las urnas del PSOE. 

Sánchez dio el primer aviso al mundo independentista en la última sesión del Congreso en esta legislatura, el 18 de septiembre, cuando amagó por primera vez con la posibilidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución. Su entorno explicó entonces que aquello solo era el principio del endurecimiento de su discurso. Desde entonces, y en paralelo al tono también más elevado del independentismo, Sánchez deja en cada mitin y en cada entrevista un mensaje para Catalunya, en el que advierte de que el Gobierno no tolerará una violación de la legalidad y que tiene el deber de garantizar la seguridad. Contra una eventual ruptura del marco de la Constitución y del Estatut, repite a cada paso, el Ejecutivo dispone del 155 y de la ley de seguridad nacional

El "botón" del 155

En esa línea, este jueves colocó toda la responsabilidad de una eventual aplicación de estas medidas excepcionales sobre los hombros del mundo separatista. "Es el independentismo el que puede apretar o no el botón del 155. Son ellos los que tienen la responsabilidad de no obligar al Estado a tener que aplicar un artículo perfectamente legítimo", dijo en una entrevista en el diario digital 'Nius'.

Pero dio un paso más. Esta vez no se quedó solo en la reflexión de cuál puede ser la reacción del Gobierno ante la respuesta de de Catalunya a la sentencia del 1-O, sino que reculó en sus posiciones políticas sobre la arquitectura territorial. Sánchez, que en el 2017 abogó por la plurinacionalidad y el "fortalecimiento del autogobierno" en Catalunya, prefiere ahora mantener el estado autonómico actual. "Hay gente en Catalunya que quiere una recentralización por parte del Estado de las competencias, otros que queremos mantener el 'statu quo', me refiero al estatuto de autonomía, y otros en cambio que proponen una mayor descentralización", defendió. 

El propio presidente en funciones reconoció hace poco en una conversación informal con periodistas que la sentencia del 'procés' sacudirá la campaña y que espera un crecimiento electoral que provenga, en buena medida, de los votantes desencantados de Ciudadanos. A ellos se dirige el grueso de los mensajes sobre Catalunya, pero está por ver que ese discurso esté logrando su objetivo. 

Trasvase a la espera

Especialistas demoscópicos que están analizando el  comportamiento del electorado de Rivera indican que, efectivamente, hay en torno a 1,3 millones de exvotantes de Cs que ahora están en la indecisión. Sin embargo, subrayan, no hay fugas significativas hacia el PSOE y ni siquiera el tono duro sobre Catalunya está acelerando ese movimiento. ¿Por qué? Sostienen los especialistas que Sánchez causa un enorme rechazo entre quienes votaron a Rivera: según sus cálculos, solo el 20% de quienes eligieron a los naranjas en abril aprueba al líder socialista, un porcentaje que sube al doble con Pablo Casado. Es cierto, indican, que Rivera solo gusta ya al 54% de su electorado, pero esa insatisfacción no ha cristalizado (por lo menos todavía) en una fuga masiva al PSOE. 

En la misma línea, el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) incluye datos inquietantes para los socialistas: su intención directa de voto cae tres puntos respecto a la encuesta de julio y la fidelidad desciende nueve puntos, hasta el 76%.