LA PRECAMPAÑA DEL 10-N

Sánchez busca crecer a costa de Cs y Podemos

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Iolanda Mármol / Juan Ruiz Sierra

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La campaña de las elecciones generales del próximo 10 de noviembre será el último clavo al espíritu optimista de la moción de censura, aquel que aupó a Pedro Sánchez a la Moncloa gracias a los apoyos de Unidas Podemos y los partidos nacionalistas e independentistas. El presidente en funciones no solo se distancia ahora de sus antiguos aliados, sino que pasa a situarlos en la diana de sus críticas. Señala a Pablo Iglesias como un irresponsable que frustró por segunda vez la formación de un gobierno progresista debido sus ansias de poder, y al mismo tiempo endurece el discurso contra los separatistas avisando de una hipotética aplicación del artículo 155 de la Constitución en Catalunya. El objetivo es persuadir a votantes de Ciudadanos y generar suficientes dudas entre el electorado morado como para anclarlo en la abstención.

Que el guante blanco ha terminado se evidenció este miércoles, durante el último pleno del Congreso en esta breve legislatura. Sánchez advirtió a ERC de que si la Generalitat "violenta" la ley, aplicará "cualquier artículo de la Constitución", en referencia a la suspensión de la autonomía, como en el 2017. "Este va a ser el tono de campaña, firme frente al independentismo", explican fuentes gubernamentales. El endurecimiento del discurso llega a las puertas de la sentencia del juicio del 1-O y ante un escenario incierto de respuesta de la sociedad y las instituciones catalanas a la decisión del Tribunal Supremo.

El nuevo tono también encaja con la intención del PSOE de captar votos de votantes de Cs decepcionados con la deriva a la derecha de Albert Rivera. Los socialistas han detectado que el partido liberal es el que tiene un electorado menos fiel, en torno al 40%, cuando el resto de fuerzas superan el 70%. Tienen el discurso muy perfilado, y creen que ahora, después de que Sánchez desechara volver a intentar la formación de gobierno con la ayuda de ERC, está casi desactivado el mensaje del PP, Cs y Vox de que es capaz de "vender" España con tal de mantenerse en el poder.

Supuesto boicot

Sánchez no pudo enfrentarse en el pleno del Congreso en un cara a cara con Iglesias, que no tenía turno de pregunta al presidente, pero sus ministros dejaron el mensaje en el hemiciclo y los pasillos. A saber: el líder morado, a quien el presidente obvió durante la anterior campaña en aras del entendimiento posterior, decidió boicotear el acuerdo una vez que asumió que él no podría ocupar la vicepresidencia.

Los socialistas esperan ataques duros de Iglesias en la campaña, especialmente en los debates. Aunque todavía no han definido a qué citas podrían acudir, intuyen que las televisiones privadas presentarán alguna propuesta para la precampaña y que RTVE pondrá sobre la mesa otro ya durante la campaña, que esta vez, al ser repetición electoral, solo durará una semana.

Mientras tanto, frente a Iglesias y Rivera, Pablo Casado ocupará un lugar menor en el discurso de Sánchez. La dirección del PSOE asegura que la suma del PP, Cs y Vox tampoco llegará esta vez a la mayoría absoluta (en abril se quedó en 147 escaños, a 29 del listón), pero dan por hecho que los conservadores, que ahora solo tienen 66 diputados, serán quienes más suban el 10 de noviembre. "El bipartidismo saldrá reforzado –anticipan en la cúpula socialista-. Mucha gente empieza a identificar la fragmentación con la inestabilidad y el bloqueo". Y esto hace que junto a la posibilidad de garantizarse una investidura solo con Unidas Podemos y el PNV, sin el concurso de los independentistas, no se descarte una abstención del PP tras los comicios.   

Miedo a la desmovilización

Fuentes gubernamentales reconocen que "el voto está frío" y que tendrán que activarlo desde ya haciendo un ejercicio didáctico para explicar al electorado que han hecho todo lo posible, que son el único partido con posibilidades reales de formar gobierno, y que han evitado un ejecutivo "en prácticas", como el que proponía Iglesias, dicen, ahora que el contexto se complica. Ante el frenazo económico, el 'brexit' y la crisis catalana, Sánchez busca erigirse en baluarte de un ejecutivo que garantiza la estabilidad y el orden.

Pero esa es la principal preocupación de los socialistas: el abstencionismo, sobre todo entre los votantes jóvenes de izquierdas, presuntamente desencantados con el fracaso de la investidura. Por eso, dicen, "las próximas dos semanas serán fundamentales" para establecer "el relato" con el que acudirán a las elecciones.