OCHENTA AÑOS DEL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Los españoles que lucharon contra Hitler no son héroes en su tierra

Juan José Fernández

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En 2015 hubo en Sueca quien le soltó al entonces concejal de la oposición Dimas Vázquez: "Che, no remogues la merda. Això obri ferides". Pero el hoy alcalde socialista de la localidad valenciana no quería remover la mierda, ni abrir heridas, solo que su pueblo recordara a dos ilustres inquilinos de su cementerio: Amado Granell y Virtudes Cuevas, para los franceses héroes de la liberación, y para muchos españoles dos desconocidos.

Granell, natural de Burriana (Castellón), fue soldado de la II República, español exiliado en Francia y, después, teniente de La Nueve, mítica compañía de la División Leclerc que liberó París en las postrimerías de la II Guerra Mundial.

Cuevas, republicana exiliada en el París y el Burdeos de 1940, con el alias de ‘Madame Carmen’ ayudó a la Resistencia contra la ocupación nazi, transportando armas o exponiendo su vida como mensajera y guarecedora de fugitivos.

Una moción socialista pretendió que la alcaldía de Compromís accediera a dar una calle a Granell y un museo en la casa que Cuevas donó al consistorio con la condición de que fuera lugar de recuerdo de la lucha española contra Hitler. "Pero nos negaron la propuesta, diciéndonos que aquello dividía a la gente –cuenta el hoy alcalde Vázquez-. Yo pienso que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla".

Volver a intentarlo

El actual gobierno de Sueca retomará la iniciativa, "porque personas solidarias que sufrieron por la libertad deben tener su reconocimiento", confirma Vázquez.

El alcalde intentará convencer a Ciudadanos y PP, grupos que apoyan su alcaldía, de que Sueca debe honor a la suecana Cuevas y al castellonense Granell. Este murió en 1972 en su término municipal y reposa tras una lápida mortuoria que le pagó la República Francesa. Entre sus adornos de bronce, una palma y las siglas LdH, Legión de Honor.

Si la moción sale adelante, quizá deje de estar sin uso, polvorienta y atestada de cajas viejas, la casa de pueblo que donó Virtudes a su patria chica, poco antes de morir en un hospital público de París.

Polvo y trastos

Han pasado nueve años del óbito de aquella mujer que cada agosto enarbolaba en el Arco del Triunfo de París una bandera de los deportados al campo de Ravënsbruk, donde pasó tres años tras delatarla un compañero, y mientras su marido, Alberto Codina, penaba en Mauthausen.

En el 14 de la calle Magranell de Sueca, una placa de metacrilato sucia del hollín del tráfico recuerda a Virtudes Cuevas, "filla il.lustre" del pueblo, y se proclama colocada "en memoria de la seua lluita per la llibertat". Pero dentro no están las fotos ni los atriles que instruyeran sobre qué hicieron los exiliados españoles en la II Guerra Mundial. Solo polvo y trastos, y una Santa Bárbara de escayola policromada que se asoma por una ventana.

A la puerta de la casa, su sobrino Vicente Cuevas, el último pariente suecano de Virtudes, lamenta que aún no se haya cumplido esa última voluntad. "Ella quería que la juventud sepa lo que penaron los españoles. ¡Qué sufrimiento! Yo he visto en Lyon, Perpignan, Montpellier, sus tumbas de fusilados por los alemanes, y en Mauthausen, aquel horno crematorio…"

Después, en el cementerio, mientras abrillanta la lápida tras la que descansa su tía, recuerda Vicente cómo en su casa de París recibía Virtudes a exiliados, "comían, bebían vino blanco, su preferido, y hablaban de lo que había pasado cada uno", o recordaban a Geneviève de Gaulle, sobrina del estadista francés, a la que conoció en el campo de concentración. "Era una mujer valiente", sentencia acariciando con sus manos el mármol negro.

Un "militar" a secas

Cuando para en el barrio valenciano de La Plata, Matías Alonso, coordinador del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valencia, hace dos cosas: una, aparcar su coche lo más a salvo posible de los rateros; y dos, echar el ojo a las placas de la calle Amado Granell y resoplar.

El teniente de La Nueve fue el primero en pisar el suelo liberado del Ayuntamiento de París, el 26 de agosto de 1944. Pero las placas le recuerdan en Valencia con un escueto rol: "Militar". Alonso se lamenta: "Granell no era un militar, fue el libertador de París, uno de aquellos miles de republicanos que, después de perder una guerra entraron en otra, y esparcieron su sangre y sus tumbas desde Tobruck y El Alamein hasta Narvik, y desde Rusia hasta Francia".

El comendador de la Legión de Honor francesa Amado Granell tiene una avenida en Valencia y una callejuela en su pueblo que no está siquiera en el Google Maps; y ninguna en Sueca, donde murió, ni en Orihuela (Alicante), donde vivió.

Ejército de olvidados

El olvido local de Granell o Cuevas es el mismo que sepulta a otros combatientes de La Nueve, resistentes clandestinos, deportados a los campos de concentración o exiliados republicanos que, como soldados, militaron en el ejército aliado.

Solo la ciudad de Madrid nombra a La Nueve en un parque, en el distrito de Ciudad Lineal. Y la localidad almeriense de Adra, pero no Cádiz ni el Gobierno de Andalucía, se planteó un homenaje a Rafael Gómez, último superviviente de la compañía que desembarcó con 160 hombres en Normandía y llegó al refugio de Hitler en Berchtesgaden con 16. Ningún recuerdo local en las islas para el alférez canario Campos, ni en Badajoz para el sargento extremeño Domínguez.

En el paseo marítimo de Cariño (A Coruña), una placa recuerda desde 2010 a Ángel Rodríguez Leira, artillero conocido por sus camaradas de La Nueve como Cariño López. Pero el mismo concello no ha dado aún placa, ni monolito ni recuerdo a oro hijo, José Mariño, auxiliar de la compañía cuya misión era recoger y transportar armas capturadas al enemigo. Ni a al soldado Antonio Yáñez, quizá porque de este se dijo que cayó en el norte de África y no llegó a París con La Nueve, y del otro que se fue a vivir a Barcelona, donde le pilló la Guerra Civil.

Con el mismo patrón, igualmente les puede sonar ajeno a los munícipes de A Coruña el nombre de Víctor Lantes, combatiente republicano en la II Guerra Mundial, porque la familia se había ido a vivir a Francia. Pero, al inicio de la Guerra Civil, él volvió por Aragón, y se alistó por la República. "Buscamos familiares suyos en Francia, porque queremos insistirle al concello que reconozca su valía", dice Carmen García Rodeja, coordinadora de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Galicia.

Las otras Nueves

"Es chocante –comenta el historiador Eliseo Fernández, experto en el exilio republicano-: nuestra generación ha oído hablar de los campos de exterminio y de Anna Frank, pero no sabe de los españoles que pelearon en la II Guerra Mundial".

Hubo otras ‘nueves’, pero no se les nombra aún en los homenajes oficiales. El mando aliado de invasión de Europa continental constituyó la I Spanish Company, 207 republicanos integrados en el Cuerpo Expedicionario británico que se retiró en Dunquerque. Su historia apenas se empieza a estudiar.

Y hay otros Granell concentrados en el campo del olvido institucional, como Máximo Ingilde, republicano caído en la liberación de Foix, o el también gallego Manuel Otero, soldado "americano" muerto en el desembarco de Normandía.

Al menos La Nueve como colectivo recibe ya homenajes. "En ciertos ambientes políticos se ha vuelto rentable cierta memoria histórica que pueden asumir –advierte Fernández-. Pero aún falta otra menos fácil de homenajear. La guerrilla antifranquista, por ejemplo".