Entrevista con el único civil condecorado por los atentados islamistas

Jeremías Jiménez, el desescombrador de Alcanar: "La casa parecía el escenario de una guerra"

Jeremías Jiménez, el desescombrador de la casa de Alcanar

Jeremías Jiménez, el desescombrador de la casa de Alcanar / RICARD CUGAT

Óscar Hernández

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Jeremías Jiménez, de 57 años, estaba trabajando de encargado en una empresa de tratamiento de chatarra de Granollers cuando recibió una llamada de los Mossos para que les ayudara a desescombrar la casa de Alcanar en la que ya se habían producido dos explosiones. La inicial se atribuyó primero a una acumulación de butano y la segunda se produjo durante el primer desescombro. En ese momento se sospechó que aquella vivienda, utilizada por la célula de los terroristas de la Rambla y Cambrils, era además un taller de explosivos. Para aquel nuevo y necesario minucioso desescombro realizado durante dos semanas con una excavadora, Jiménez recibió en mayo la medalla de plata al mérito policial de la Conselleria d'Interior. Es el único civil condecorado por aquellos terribles atentados.

¿Por qué le llamaron a usted para que fuera a Alcanar?

Porque trabajo con maquinaria pesada y había estado en artillería del Ejército. Cuando me pidieron que fuera, le pedí permiso a mi jefe, al que llamaron también los Mossos para que me dejara ir.

Usted conocía el riesgo...

Había visto por televisión lo de las dos explosiones. Al ver que había una segunda sospeché que aquello era algo más. Sobre todo cuando llegué y vi la casa derruida y las próximas con muchos daños.

¿Y cuál era el plan?

Sacar con mucho cuidado todo lo que había, poco a poco, con la pala de mi excavadora. La primera explosión había derribado las paredes y el techo cayó en el centro. Pero la segunda, cuando estaban desescombrando, repartió y mezcló todos los restos. Yo tenía que ir sacando lentamente y por capas todo lo que había allí.

Sabiendo que aquello podía explotar.

Sí.

¿No tenía miedo?

Cuando haces algo así, te concentras tanto que no hay lugar para el miedo. Estaba más pendiente de la máquina y de las indicaciones de los Tedax (agentes expertos en explosivos) que de lo que pudiera pasar. En ese momento no existe nada más. No te puede temblar el pulso.

Imagino que usted llevaba puesto un traje de desactivador de explosivos, como los que salen en las películas.

¡Qué va! Con eso apenas te puedes mover. Y no hubiera podido manejar la excavadora. Solo llevaba un chaleco antibalas, como todos los que estábamos allí, por si había otra explosión y salían fragmentos disparados.

Hasta que encontró un chaleco bomba.

Yo no lo veía desde mi asiento, porque quedó cogido a la pala excavadora y esta me lo tapaba. Pero los Tedax de los Mossos comenzaron a gritar y a hacerme señales para que parara. Detuve la máquina enseguida y salí de allí. Luego ellos lo recogieron con el robot y lo explosionaron.

No fue el primer susto.

No. Tres veces tuvimos que desalojar la zona porque había tubos para fabricar granadas de mano. Todo era sospechoso de explotar. Aquello parecía el escenario de una guerra. Solo había destrucción alrededor. Estuve dos semanas enteras. Yendo y volviendo cada día. Si encontrábamos algo, los mossos lo retiraban, lo marcaban... Había papeles, cartas, máquinas de fotos. Yo paraba la máquina excavadora y ellos sacaban las cosas a mano.

Por su valor, ha sido la única persona que no era policía condecorada por los atentados.

La medalla es un orgullo personal y un reconocimiento a que has hecho algo para el bien de la sociedad.

Su mujer le acompañó a recogerla de manos del 'conseller'. Estaría orgullosa.

Sí que estaba contenta, pero me dijo que para ella lo que más ilusión le hacía era que volviera cada noche a casa durante aquellas dos semanas.

Esos días debió compartir muchas cosas con los Tedax.

Las personas que trabajan con explosivos son muy vocacionales. Ellos sí que tienen más valor que yo.

¿Por qué hay personas, como usted y ellos, que se juegan la vida?

Porque hay algo dentro de ti que te dice que primero está el bien común, que es más importante que el bien individual. Como los bomberos, que cuando llegan a un incendio y ven a una persona atrapada se arriesgan para salvarla. Alguien lo tiene que hacer. Piensan en los demás antes que en ellos mismo. Como las hormigas o las abejas, que actúan pensando en el grupo antes que en ellas mismas.