LA SITUACIÓN POLÍTICA

PP y Cs arrancan la competición por liderar la derecha

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y el del PP, Pablo Casado, el pasado marzo, en Madrid.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y el del PP, Pablo Casado, el pasado marzo, en Madrid. / periodico

Gemma Robles

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En la misma semana en que populares y Ciudadanos, de la mano de Vox, han llegado a un pacto clave en Madrid para arrancar la legislatura y convertir a Isabel Díaz Ayuso en presidenta de la comunidad, han iniciado la lucha para ocupar el trono de la derecha. Por coronarse oficialmente con el liderazgo de la oposición. Unos y otros han reunido a sus direcciones para rearmarse, hacer nombramientos y dar cargos de confianza a los que consideran fieles, orillando a los que estaban haciendo alguna crítica interna. Y han comenzado a sacudir (retóricamente) sin pausa al PSOE de Pedro Sánchez con tres objetivos: poder medir cuál de las dos organizaciones le da más, más fuerte y con más repercusión mediática al partido que ganó las últimas generales; subrayar que ninguna está por la labor de abstenerse en otro hipotético intento del jefe socialista de ser investido e ir tomando carrerilla y acumulando fondo de armario electoral por si, como ahora mismo todo apunta, la izquierda no llega a un acuerdo in extremis y hay elecciones el 10 de noviembre.

Ha sido en Navarra donde ha tenido lugar la primera exhibición de esta pugna entre azules y naranjas que no ha hecho más que comenzar. Allí, Cayetana Álvarez de Toledo (PP) y Lorena Roldán (Cs) han competido sin disimulos por ver quién de las dos rechazaba con más fuerza, y con más adjetivos altisonantes, el hecho de que la socialista María Chivite se haya convertido en presidenta gracias a un complejo acuerdo multipartito que ha contado con la abstención de Bildu. Este último aspecto es al que se han agarrado con fuerza tanto PP como Cs para culpar al “sanchismo” de no hacer ascos a llegar al poder de la mano de “los filoetarras” además de la de aquellos “que quieren romper a España”. Álvarez de Toledo, elegida por Pablo Casado como la voz del partido que ha de evitar fuga de votos hacia Vox (lo que da una pista del tipo de oposición que ejercerá), llegó a decir que la investidura de Chivite era “un acto más de homenaje a ETA”.

El Congreso como cuadrilátero

Mientras esa contienda dialéctica tenía lugar en suelo navarro, Ciudadanos además empapeló el registro del Congreso esta semana con decenas de peticiones de comparecencia urgente en la Cámara. Quiere que pasen por allí todos los ministros en funciones y también el presidente. Los conservadores también exigen que el Parlamento empiece a funcionar ya, sin atender a periodos de descanso que a su entender no vienen a cuento con la legislatura bloquedada, y que Sánchez explique, por ejemplo, las entrañas de la negociación que ha mantenido en Europa en el reparto de puestos de la Comisión Europea y otras instituciones relevantes. Al fin y al cabo el hemiciclo es sin duda el espacio donde mayor eco tendrá la confrontación cuerpo a cuerpo con el Gobierno que buscan populares y naranjas, ávidos de competir para ver quién domina la oposición en caso de que finalmente el curso arranque o para coger cierta ventaja en el maratón electoral que puede avecinarse.

Sánchez y su equipo son conscientes de que el centro-derecha ha comenzado a calentar por la banda. Los socialistas siguen lanzando mensajes para intentar que “por responsabilidad con el país” o Casado o Rivera les presten una abstención que evite las generales. De momento no tienen motivos para el optimismo: el líder del PP parece haber resuelto las dudas que planteaban barones como Alberto Núñez Feijoo o Juan Manuel Moreno confirmando que su “no es no” y que lo sucedido en Navarra cierra la puerta a estudiar cualquier otra opción. El presidente de Ciudadanos ya ha confirmado que ni siquiera acudirá a otro encuentro con el jefe del Ejecutivo en funciones, aunque le insista. Y todos saben, aunque no lo verbalicen como sí hace el dirigente de ERC Gabriel Rufian, que la llegada del otoño y la sentencia por el 1-0 no ayudará a apaciguar un ambiente político que, si no hay doble salto mortal de última hora, puede toparse con una sentencia histórica en plena precampaña electoral de otras generales.