voto particular
El Método Ludovico llega al juicio del Supremo
El primer capítulo de la temporada final de 'Procés' es un sindiós que Melero, siempre Melero, aprovecha para sostener que la fiscalía va de farol
Si les han contado que la nueva temporada de ‘Tribunal Supremo: el Método Ludovico’ no está a la altura de los últimos capítulos, no se dejen engañar. Sigan leyendo. Hay chicha. Ha habido quien ha sesteado en los bancos del público, sí. He contado cuatro como mínimo. Es cierto que la anterior temporada terminó con un capítulo de traca, ‘Marchena pierde el juicio’, como recordará la audiencia, el día aquel en que el presidente de la sala respondió de malas maneras a las defensa que, muy hábilmente, habían convertido la silla de los testigos en un butacón del 'FAQS', la misa ‘processista’ semanal de TV-3. Manuel Marchena cayó en la trampa. Pero aquello es el pasado. El presente es que ha llegado la hora de las llamadas pruebas documentales, o sea, el prometido visionado sin pausa de los vídeos del 20 de septiembre y, sobre todo, del 1 de octubre, cuando la Guardia Civil y la Policía Nacional recrearon con gran empeño la versión corregida y aumentada de ‘La carga’, de Ramon Casas, y entonces, como tantas otras veces en este caso, ha sucedido lo imprevisto.
Si 'Farenheit 451' es algún día realidad, que la fiscala Madrigal memorice algo de Paulo Coelho, para minimizar las pérdidas de patrimonio literario
Había público en la sala. Siempre lo hay. La mayoría son familiares y amigos de los acusados, pero no es inusual que haya turistas judiciales, gentes que, puestos a asistir a un juicio en su vida, ninguno mejor que este. Total, que con los bancos casi al completo y casi a la espera de que sonara la melodía de Movierecord, el presidente ha solicitado a la fiscala Consuelo Madrigal que enumerara sobre qué pruebas documentales iba a edificar su acusación. La defensa ha entendido que las pruebas que no citara quedaban excluidas y, en cierto modo, Marchena ha alimentado esa impresión. Madrigal no ha tenido su mejor día. Si algún día se hace realidad la distopía de ‘Farenheit 451’, por favor, que a ella le toque memorizar un libro de Paulo Coelho, para minimizar los daños por el capital literario perdido. Ha sido imposible tomar notas de todo cuanto decía. Solo merece la pena reseñar lo gracioso de una frase que ha empleado dos o tres veces. "Invocamos los folios números tal y tal…". Con unas emanaciones de azufre y una tabla ouija le habría dado un vuelco a su deplorable exposición. No. Lástima.
Las 12, aleluya
Con Madrigal, pues, han comenzado las cabezaditas. La fase REM, sueño profundo, la ha causado la abogada el Estado Rosa Maria Seoane. Ha sido todo lo precisa y ordenada que no ha sido su compañera de bancada de la acusación, y eso que ha querido evitarlo. Son 92 páginas, ha avisado al tribunal. Marchena, para pasmo general, le ha pedido que no se dejara ni una coma. Menudo chasco. Parte del público, puede que tal vez parte de la audiencia de televisión, asistía al juicio con la predisposición de Alex, protagonista de ‘La naranja mecánica’, a someterse al insano Método Ludovico, el visionado de violencia sin fin, esa suerte de profecía autocumplida que según se mire es Youtube muy a menudo. Cuando iba solo por el folio 25 de los 92 han dado las 12, hora del café que nunca perdona Marchena. Aleluya.
Camino del patio (sí, el Tribunal Supremo tiene uno casi claustral, hermoso y tranquilo) el verso libre de las defensas que es Javier Melero, abogado de Joaquim Forn, ha confesado por lo bajini que era una emergencia encontrar una salida a ese laberinto, a esa muerte por sopor. Este hombre, lo habrán leído en otras ocasiones aquí y en otros medios, es la repera. Lo ha hecho, pero, además, con una solución con carga de profundidad.
Melero rechaza que se invaliden las pruebas de la acusación, porque sostiene que el 'procés', al fin y al cabo, fue mucho blablablá y muy poco chachachá
El resto de los abogados, los del 'FAQS', han pretendido invalidar por diferentes causas técnicas las pruebas documentales enumeradas por la acusación. A Madrigal le han dicho que lo que no ha citado expresamente no existe (‘Salomón’ Marchena tiene que desempatar sobre ello este martes) y a Seoane le han echado en cara que las pruebas documentales que ahora solicita no las mencionó cuando comenzó el juicio, así que llegan tarde.
Conejo y chistera
Ha sido en mitad de este zipizape argumental que Melero ha sacado el conejo de la chistera. En la primera fila de público (palabra de honor del que arriba firma) se ha escuchado con sus seis letras un "¡hostia!", y es que el abogado ha dicho que por su parte aceptaba todas las pruebas, de vídeo o por escrito, que la acusación quisiera aportar, pues desde su punto de vista tanto sirven para sostener que los acusados son culpables como para demostrar que son inocentes. Muy sutil. Ha venido a decir que pretender invalidar pruebas es reconocer implícitamente que estas pueden ser dañinas para los acusados. La tesis de Melero es que la fiscalía ha levantado en lo que llevamos de juicio un castillo de naipes, entretenido, vale, pero inestable. Ha sido ejemplar, en este sentido, que la lista de pruebas documentales que ha enumerado Seoane han sido en gran parte recortes de prensa y mensajes de Twitter en los que los acusados anunciaban con soberbia lo que no sucedió, es decir, la independencia, mucho blablablá y poco chachachá.
Este martes, salvo sorpresas, tengan a punto las pinzas para sujetar los párpados. El Método Ludovico llega al Tribunal Supremo.
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