ENTREVISTA

Josep Borrell: "Junqueras tiene un gran papel que jugar si de verdad quiere un diálogo constructivo"

Daniel G. Sastre

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Después de unos meses como ministro de Exteriores, Josep Borrell (La Pobla de Segur, 1947) afronta como cabeza de lista del PSOE su vuelta al Parlamento Europeo, del que ya fue presidente durante tres años.

-Usted ya presidió el Parlamento Europeo. ¿Quería volver?

-Intelectualmente hablando, son las elecciones más motivadoras. Con la aparición de una fuerte contestación al proyecto europeo, con un escenario internacional en el que Europa está llena de enemigos. Para alguien a quien le guste la política con contenido, difícil encontrar algo más interesante.

-¿Cuáles son los principales retos que tiene la UE en los próximos años?

-La disyuntiva está clara: o avanzamos en la integración o hacemos caso a los populistas y nacionalistas y echamos marcha atrás. Y volvemos a un sistema de naciones que recuperan competencias que han entregado a la UE. Los Salvini, los Gorban... Todo ello mezclado con un rechazo a los inmigrantes, la resurrección de los valores de la Europa eterna y cristiana. O una cosa o la otra.

-¿Qué papel debe jugar Europa a partir de ahora en materia geopolítica en el nuevo mundo que se está creando?

-En efecto tenemos un nuevo mundo que no habríamos podido imaginar hace cinco años. Trump no era presidente, no había Brexit, no habíamos tenido la crisis de los inmigrantes, la guerra de Siria... Han cambiado muchas cosas. Nuestro aliado nos da la espalda. Nuestro viejo enemigo, Rusia, vuelve a decir aquí estoy yo, y vuelve a ser una amenaza, y China aparece como un rival. Eso es lo que hace más urgente y más necesario que los europeos unan sus fuerzas. Ahora tenemos que aprender a trabajar con una lógica de potencia, porque vivimos en un mundo de potencias. No tenemos el paraguas protector americano, estábamos debajo, y, como dice Trump, de alguna manera viajábamos de gorra en un sistema que pagaban los americanos. Algo de razón tiene. Pero tenemos que tener un cierto grado de autonomía estratégica. 

-¿Cómo va a terminar el culebrón del brexit?

-Estamos sumidos en el desconcierto más absoluto. Todo va a depender para empezar del resultado de las elecciones europeas. Si es verdad que el partido de Farage suma más del 35%, y si los que están en contra de la UE suman más del 50%, será la ratificación. Es un poco cómico: se quieren ir pero no saben cómo. Pues aclárense ustedes.

-¿Va a crecer la influencia española en la UE?

-Dentro de la familia socialista ya está incrementado. Dentro de las instituciones, va a depender también de qué resultado sacamos en las próximas elecciones. Si somos el primer partido dentro de la familia socialista podremos aspirar a un papel mayor.

-¿Se ve compartiendo Europarlamento con Puigdemont?

-Si resulta elegido, y no hay problemas jurídicos para que se haga efectiva su condición de diputado, cabremos en el mismo hemiciclo, es lo suficientemente grande. Pero tienen que pasar muchas cosas antes.

-¿Confía en seguir rebatiendo el relato independentista desde la Comisión?

-Desde la Comisión o desde el Europarlamento. Hay que dedicar mucha más energía, tiempo y recursos a la defensa de España como un país homologable a una democracia occidental. El independentismo intenta desprestigiar y descalificar continuamente, con el relato de que España es un país represor, que no deja votar a los ciudadanos, que tiene presos políticos, donde los tribunales son una farsa. Son muy buenos agitadores, y tienen a mucha gente movilizada. España desgraciadamente no ha contrapuesto un relato alternativo hasta ahora. España puede poner sobre la mesa un sistema judicial muy garantista, está calificada en los rankings como una de las 20 democracias del mundo que merecen el calificativo de democracias plenas. 

-¿Hasta qué punto ha calado el discurso independentista en instituciones o gobierno extranjeros?

-En gobiernos, no. Ninguno se ha creído esto de que España tiene presos políticos, o que no tiene tribunales independientes. Si se lo creyeran, nos aplicarían el artículo 7 del tratado, como han hecho con Polonia y Hungría. Pero nadie se lo ha creído, ni Eslovenia, ni los países bálticos. Es verdad que entre los partidos de la extrema izquierda, sobre todo, hay gente que ha mostrado simpatía por el relato del pueblo oprimido. 

-¿Qué le pareció ver a los políticos presos en el Congreso y en el Senado?

-Es una situación ciertamente anómala. Qué más quisiéramos todos que no hubiésemos llegado hasta aquí. Tuve ocasión de saludar al señor Junqueras y a alguno más.

-¿Qué se dijeron con Junqueras?

-Fue una conversación cordial. Me manifestó su voluntad y su deseo de salir de esta situación a través del diálogo constructivo. Ciertamente Junqueras tiene un gran papel que jugar en este diálogo si de verdad quiere que sea constructivo. Partimos de posiciones muy diferentes, sobre todo en lo que se refiere al reconocimiento del derecho a la secesión.

-¿Sería partidario de indultos?

-Es completamente estéril pronunciarse sobre futuribles. Vamos a esperar que haya sentencia.

-¿Qué debería hacer el Gobierno español a partir de ahora en el conflicto catalán?

-Creo que tres cosas. Una: ofrecer un diálogo constructivo dentro del marco constitucional. Si alguien se sitúa fuera de ese marco, hay que cerrar la carpeta y suspender la reunión. Si se plantea un referéndum de secesión, hay que decirle que el Tribunal Constitucional ya ha dicho que cualquier pregunta que afecte al marco institucional del Estado se puede hacer a través de una reforma de la Constitución. No se puede hacer un referéndum tampoco sobre la pena de muerte, porque la Constitución la prohíbe. Dos: Mucha firmeza. Diciendo claramente las cosas que a algunos no les gusta oír, y recordando que en cualquier negociación las partes tienen que ceder. Hay media Catalunya que no es independentista que también tiene sus reivindicaciones. Tres: mucha pedagogía dentro de Catalunya. Toda esa historia de los 16.000 millones, de la milonga del tope del 4% de déficit en Alemania... Hay que recordar que el Estado ha suministrado financiación vía líneas de crédito por valor de 75.000 millones de euros a Catalunya. Catalunya no es la comunidad con los problemas de financiación más graves.