DESIGNACIÓN como senador autonómico EN EL AIRE

El veto a Iceta pone en jaque el diálogo

Daniel G. Sastre / Iolanda Mármol

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Las elecciones generales del 28 de abril dejaron dos grandes ganadores en España y en Catalunya: el PSOE de Pedro Sánchez y la ERC de Oriol Junqueras. Los resultados parecían abrir una oportunidad para el diálogo después de mucho tiempo de enfrentamiento entre el Gobierno y la Generalitat. Pero el inédito veto de los independentistas a que Miquel Iceta se convierta en senador –para después presidir la Cámara alta– da cuenta de las dificultades de los partidos para pasar página.

Para Pedro Sánchez, el nombramiento de Iceta como presidente del Senado constituía una pista inequívoca de su voluntad de empezar a desenredar la madeja catalana. El perfil del líder del PSC, un profundo conocedor de las interioridades del ‘procés’ y un federalista inequívoco partidario del entendimiento, le parecía al presidente del Gobierno ideal para recomponer puentes. Pero no ha conseguido convencer ni a Esquerra ni a Junts per Catalunya, que este miércoles ratificaron que votarán contra la posibilidad de que Iceta sustituya a José Montilla como el senador que los socialistas tienen derecho a nombrar vía Parlament.

Aunque las dos formaciones alegaron sobre todo cuestiones formales para vetar a Iceta, el hecho de que la jugada se haya desarrollado en plena campaña electoral tiene gran parte de culpa de su fracaso. Con las urnas a la vuelta de la esquina, y con varios de sus principales dirigentes encarcelados, tanto ERC como JxCat calculan que les perjudicaba permitir que un dirigente al que este miércoles relacionaron con la aplicación del artículo 155 en Catalunya se convirtiera en cuarta autoridad del Estado.

Si no hay sorpresa de última hora, el ‘no’ de ERC y JxCat a Iceta se sumará al de la CUP; en total, 65 diputados se opondrán al nombramiento. El líder del PSC solo tiene asegurado el apoyo de su partido y de los ‘comuns’, porque tanto Ciutadans como el PP anunciaron que se abstendrán. Pero aunque los partidos del centro-derecha constitucionalista cambiaran de opinión y decidieran a última hora avalar a Iceta, eso no cambiaría gran cosa: se produciría un empate a 65, y, tras tres votaciones con ese resultado, la propuesta decaería.

Situación inédita

Los socialistas echaron este miércoles el resto para intentar que el independentismo cambiara su decisión. Iceta calificó de «aberración democrática» la posibilidad de que se le vetase, y el PSC subrayó que el aval del Parlament es solo un trámite antes de que cada partido designe a quien crea conveniente. Un trámite, además, que se ha cumplido durante décadas, sin ninguna excepción, con todos los candidatos propuestos, como cuando se nombró senadora a Lorena Roldán (Cs) en plena vigencia del 155.

El PSC intentó también que se cambiara el sistema de votación. Pidieron que se hiciera mediante papeleta, de forma que los partidos solo tendrían la opción de votar a Iceta o votar en blanco, pero no en contra, y argumentaron que así se impediría «un resultado imposible, contrario al derecho que tiene el grupo a disponer de un senador». Pero la mayoría de ERC y JxCat en la Mesa del Parlament tumbó la propuesta.

El veto independentista cayó como una bomba en el Gobierno, que ha pasado de la estupefacción inicial al enojo. A pesar de que el propio Iceta había advertido a Sánchez de esa posibilidad, el presidente en funciones descartaba esa hipótesis. Era una lectura basada en parte en los recados que han dejado en Madrid destacados emisarios de ERC en los últimos meses: habían afirmado que a partir de ahora  se abandonaba el espíritu radical y se pasaba al de colaboración.

Sánchez no daba este miércoles la batalla por perdida. En vez de exhibir su enfado monumental, comparó el veto al líder del PSC con un rechazo a la concordia. «No están vetando a Miquel Iceta, están vetando la convivencia, el diálogo. Demuestran tener miedo a las soluciones», dijo en San Sebastián. 

Hasta que se produzca la votación, el Ejecutivo no irá más allá. Aunque no confían en un vuelco mágico de última hora, Sánchez tiene en mente una legislatura de cuatro años para poder afrontar con mirada larga la crisis catalana. 

Ahora, el veto a Iceta pone en jaque la política del ibuprofeno que trata de desplegar el presidente a pesar del disgusto de algunos de sus barones y de las embestidas de la derecha. El rechazo a Iceta es una bofetada personal al presidente. Sus colaboradores admiten que está profundamente irritado y que, de confirmarse, las consecuencias serán palmarias.