ELECCIONES DEL 26-M

Segundo asalto por la hegemonía soberanista

Puigdemont

Puigdemont / periodico

Daniel G. Sastre

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En Catalunya no se celebran elecciones autonómicas el 26 de mayo, pero los resultados se leerán sin duda en clave de país. Sobre todo por dos circunstancias: porque la cita constituirá una segunda ronda en la larga lucha entre Esquerra y Junts per Catalunya por la hegemonía en el espacio independentista y porque pueden constituir el anticipo de unos comicios al Parlament de los que nadie quiere hablar aún en público pero que en privado aparecen en un horizonte no muy lejano.

Si el 26-M constituye una reválida de las elecciones generales para los partidos independentistas, el primer asalto se lo llevó por KO Esquerra Republicana. No solo por sus 15 diputados, la cifra más alta que han alcanzado desde la restitución republicana, ni siquiera por su inédita victoria. Los resultados tienen un valor fundamental para los republicanos en cuanto a la distribución de su voto: por fin han conseguido poner un pie en lo que en otros tiempos se conoció como "cinturón rojo", los municipios del área metropolitana de Barcelona. Fueron bastión del PSC y del PSOE, los ‘comuns’ cimentaron en ellos sus victorias en las generales del 2015 y del 2016, y Ciudadanos los conquistó en las últimas elecciones al Parlament. Pero nunca una formación soberanista habría logrado allí un impacto como el que consiguió ERC el 28-A.

Números como los de Esplugues o Gavà, en donde los republicanos crecieron más de un 50% con respecto a las anteriores elecciones generales,  dan cuenta de que, aun quedándose lejos de la victoria, ERC se está acercando a los partidos que tradicionalmente habían arrasado en esas zonas. Sus cifras contrastan vivamente con las de sus principales competidores independentistas; por poner algunos ejemplos, la lista de JxCat, encabezada por Laura Borràs, quedó por detrás de Vox en L’Hospitalet (segunda ciudad de Catalunya en población), Santa Coloma de Gramenet o Sant Adrià de Besòs. También en Sant Vicenç dels Horts, municipio donde Oriol Junqueras fue alcalde.

La situación ha provocado que los representantes locales de JxCat se encuentren en una situación cercana al pánico. Con las heridas por la difícil relación entre la nueva marca de la posconvergencia y el PDECat, los alcaldes que defienden estas siglas dudan de que la estrategia de la agitación constante les vaya a servir a ellos para encarar con garantías las elecciones municipales. "Hay mucha gente muy enfadada", decía la semana pasada uno de ellos, después de ver cómo la línea dictada por Carles Puigdemont desde Bruselas hiciera que la formación perdiera un diputado en Madrid con respecto al 2016, y se quedara con la mitad de escaños que Esquerra.

"Un partido municipal"

"El PDECat es un partido municipal, y estas elecciones no son la segunda vuelta de nada", afirman las mismas voces, preocupadas de que la estrategia posibilista de Esquerra esté dando mejores frutos que la de la tensión. "Lo que preocupa no es el duelo Puigdemont-Junqueras de las europeas, sino que en demarcaciones como Lleida ERC haya ganado en la mayoría de los pueblos", añaden. Por primera vez, los republicanos se han impuesto en todas las provincias catalanas.

Eso quita más el sueño a los ediles posconvergentes que las europeas. Acostumbrados a ser una fuerza hegemónica en las plazas pequeñas –en el 2015, y todavía bajo las siglas de CiU, la formación logró 437 alcaldías y 3.361 concejales en toda Catalunya, más que ninguna otra–, temen que el empeño del expresident en mantener viva su causa les acabe perjudicando electoralemnte.

En cualquier caso, y si este domingo finalmente el Tribunal Supremo la permite, el interés político de la lucha europea entre Puigdemont y Junqueras es innegable. Como en el 21 de diciembre del 2017, los dos encabezarán las listas de sus formaciones: entonces Puigdemont se impuso por pocos miles de votos. ¿Volverán a enfrentarse en unas elecciones al Parlament tras la reválida del 26-M?