LA RESACA ELECTORAL

La posconvergencia busca reunificarse en torno a JxCat

El 'expresident' e impulsor de la Crida Carles Puigdemont y el presidente del PDECat, David Bonvehí, el pasado enero, en Waterloo (Bélgica).PDECat, David Bonvehí.

El 'expresident' e impulsor de la Crida Carles Puigdemont y el presidente del PDECat, David Bonvehí, el pasado enero, en Waterloo (Bélgica).PDECat, David Bonvehí.

Fidel Masreal

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Reunificación. O, si se quiere usar un concepto todavía más explícito, convergencia. Esta es la palabra, el "mot d'ordre" que se impone en todo el espacio antes conocido como Convergència Democràtica, ahora troceado entre el PDECat, la CridaJunts per Catalunya, el Consell per la República y los dirigentes moderados expulsados de estos órganos de poder. Reunificación tras las municipales y europeas. Reunificación en torno a la marca JxCat. Reunificación como sinónimo de salvación y de orden, tras el mal resultado electoral del domingo. Y, sobre todo, tras la evidencia de que el discurso de ERC es el preferido por los electores independentistas frente a la cacofonía neoconvergente.

"La gente quiere estabilidad", resume un cargo institucional del PDECat. "Cuando en mi pueblo me dicen que somos muy radicales, es increíble", añade. La propia número dos de la candidatura a las generales, Laura Borràs, ha lamentado ya públicamente la "polifonía" de voces en este espacio. Unos y otros asumen que es necesario que el partido se recomponga en una sola nomenclatura y un mensaje claro de centralidad, porque ni el PDECat es una marca potente ni la Crida parece estar generando la unidad que proclamaba ni su mensaje es influyente en el tablero político catalán, de momento. "La cuestión de fondo no es de marca -alega un destacado cargo de la Crida- sino de organización, liderazgo, estrategia...".

El proceso no es nuevo. En febrero, EL PERIÓDICO ya informó de los movimientos para hilvanar un acuerdo entre el PDECat de David Bonvehí y la Crida de Carles Puigdemont. Se trataba de lograr una federación entre ambos. De hecho, la Crida no ha participado formalmente en la candidatura de las generales pero su líder, Jordi Sànchez, era el cabeza de cartel.

El resultado de las elecciones municipales será el termómetro con el que medir el estado de ánimo con el que se llevará a cabo la operación. Una debacle que lleve a perder poder en beneficio de ERC y que deje a los republicanos con la alcaldía de Barcelona, así como un mal resultado en las europeas puede desencadenar una implosión interna que haga más difícil recomponer los fragmentos del cristal. Si el resultado es digno, la operación podrá llevarse a cabo con una cierta calma.

Liderazgo

La reunificación pasará por no pocas dificultades. La primera, la definición de un liderazgo claro, en un espacio marcado por la guerra de egos y las indisimuladas animadversiones personales. Los puigdemontistas se agarrarán a su líder, que genera no pocos anticuerpos en el otro extremo de la balanza: el sector moderado posconvergente expulsado de los espacios de decisión y de las candidaturas (léase Marta Pascal o Carles Campuzano).

Hay quien apuesta por el regreso de Artur Mas. Y la tercera vía pasaría por la emergencia de un nuevo liderazgo territorial o surgido del Govern, como sería el caso de la 'consellera' de Empresa, Àngels Chacón.

Mensaje

Otro escollo no menor será el del mensaje. Puigdemont y los suyos siguen por el momento instalados en la tesis del combate para hacer efectiva la república catalana. Otros apuestan por incorporar el discurso social y económico a la oferta política y electoral del partido, a la manera de la antigua Convergència. Es decir, subrayar la acción del Govern. Ello requeriría sacar al Consell Executiu del letargo productivo y legislativo actual. El silencio del 'president' Quim Torra durante toda la campaña electoral ha sido ensordecedor. Otros reclaman y reclamarán recuperar la bandera del diálogo y la negociación.

La primera prueba de fuego será la investidura de Pedro Sánchez en el Congreso. ¿Quién y cómo decidirá el sentido del voto y el mensaje de los siete diputados de JxCat? ¿Será un voto y mensaje distintos a los de ERC? ¿Cabe la posibilidad de una abstención? Hoy por hoy, si se preguntara al respecto a Puigdemont, a los presos independentistas, a Bonvehí e incluso al resto de diputados elegidos las respuestas serían dispares.

Todo ello dibuja un proceso nada fácil pero que es probable que se imponga ante la evidencia del proceso de descenso electoral del espacio posconvergente y la debilidad de los distintos instrumentos que unos y otros han ido creando tras la disolución de la antigua Convergència.