CITA CON LAS URNAS

Elecciones generales 28-A: España frente al espejo

Los cuatro candidatos preparados para afrontar el debate de Atresmedia.

Los cuatro candidatos preparados para afrontar el debate de Atresmedia. / periodico

Iolanda Mármol

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ha terminado el tiempo de los discursos políticos, de las retóricas falsas, el tiempo del optimismo, de las banderas, de ignorar los peligros, de mirar atrás, de lamentarse después. Es el momento de actuar, justamente porque ya no queda tiempo. La mítica canción de Lou Reed 'There is no time' bien podría ser la banda sonora de unas elecciones generales en las que España se sitúa frente al espejo, en las que 36,8 millones de votantes están llamados a depositar su vértigo en las urnas.

Por primera vez en décadas, los electores deciden el futuro de un país en el que han dejado de reconocerse, al que miran desde el extrañamiento, desde la perplejidad de quien constata que otros muchos (que estaban ahí, que no parecían tan distintos) quieren andar ahora caminos intransitables de vuelta.

Unos, por nostalgia de una sociedad con mayores certezas, ahora que todo es líquido y da miedo. Otros, por cabreo infinito con una clase política que, sienten, les venía robando el futuro y les ha acabado hasta por secuestrar el presente. Y algunos más, como reacción frente a unos cambios sociales que ponen en juego privilegios (económicos, culturales) que no están dispuestos a ceder.

Los electores deciden este domingo durante 11 horas (de las 9 horas a las 20 horas) si España va a ser socialdemócrataeuropeísta y feminista; si acepta con coraje que no existen respuestas fáciles para tiempos de incertidumbre y que no hay muros que nos protejan de desafíos que son mundiales. O bien, si prefieren refugiarse del miedo a los cambios que vienen en la trinchera de la identidad, de las tradiciones, en la seguridad de lo ya conocido, con un arma bajo la almohada.

Cruzar fronteras

Nunca, desde la restauración de la democracia, los españoles se habían jugado tanto en unas elecciones. Nunca los radicales habían conseguido que los nostálgicos de siempre (refugiados en el PP) cruzaran la frontera del conservadurismo a la ultraderecha, nunca habían cautivado a esa sociedad desideologizada falta de un orden o unas certezas que los partidos (los viejos, los nuevos) han sido incapaces de garantizarles.

El mundo conservador observa atónito la fuga en sus filas hacia Vox preguntándose por qué. Lo mismo hace parte de la vieja progresía, encaramada en la atalaya de la superioridad moral de la izquierda, ridiculizando a electores corrientes por ir en contra de sus intereses de clase y dejarse seducir por el populismo ultra, en lugar de tratar de comprenderles y ofrecer respuestas.

Dos futuros

Desde esa perplejidad, España elige este domingo si quiere avanzar aunque el futuro sea incierto o si echa el ancla. El primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno puede poner sobre la mesa una ley de eutanasia o una intervención en Catalunya. Otra subida del salario mínimo o la derogación de la ley de matrimonio homosexual. Ayudas para erradicar la pobreza infantil o subvenciones para las corridas de toros. Más semanas de permiso para los padres o restricciones al aborto. Medidas contra la brecha salarial o planes para que las mujeres tengan más fácil quedarse en casa. Mejor financiación para las comunidades o acabar con las autonomías. Reforzar la sanidad pública o retirar la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares. Dotar de más fondos a la lucha contra la violencia de género o cuestionar las denuncias de las víctimas.

Parecen preguntas sencillas de responder, de uno u otro lado.  Los politólogos, sin embargo, recuerdan que el mismo domingo dos millones de personas decidirán si votan o no, y si lo hacen, a quién. Son el último grupo de indecisos, que al principio de la campaña abarcaban al 41% del electorado y cuya magnitud ha resultado imposible de medir en la recta final, debido al apagón demoscópico (la ley electoral impide  publicar encuestas desde el martes).

Las incógnitas

España se asoma a las urnas este 28-A con la convicción de que habrá sorpresas y dos grandes incógnitas. Una. El nivel de movilización. Las encuestas lo sitúan entre el 67% y el 75%. De esa participación dependerán en buena medida los resultados. Como ejemplo: en los comicios del 2016, a las dos de la tarde, cuando se hizo público el bajo porcentaje de votantes que había acudido a las urnas a esa hora, un destacado dirigente de Podemos vio con claridad que no iban a 'sorpassar' al PSOE a pesar del credo común de las encuestas. A la misma hora, otro dirigente de ese partido argumentaba que en las ciudades (nicho progresista) se vota más tarde y daba por segura una victoria de Pablo Iglesias sobre Pedro Sánchez que nunca llegó. Lección. Los datos de movilización son los más seguros, incluso más de lo que respondan los ciudadanos en las encuestas a pie de urna el domingo. ¿Recuerdan Andalucía?

Incógnita dos. Quién consigue la medalla de bronce que se disputan Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox, en aparente empate técnico. Ese tercer puesto es más importante que nunca porque decide, en realidad, de qué lado cae la victoria. Y no solo quién es el próximo presidente del Gobierno, sino también si vamos por primera vez a un Ejecutivo de coalición. Si el PSOE puede reconstruir su posición hegemónica. Si el PP endurece su declive o se salva del desastre. Si vemos caer a líderes o conservan su lugar al frente de sus partidos.

Todo está en el aire. A nadie se le escapa la posibilidad de otro empate catastrófico, el riesgo de un bloqueo que conduzca a una repetición electoral, a una oportunidad de enmienda. Y, a la vez, resulta imposible no recordar que hay ocasiones, como en el 'brexit', en las que el voto no tiene vuelta atrás.