CAMINO DE LAS URNAS

Cómo ser candidato y no morir en la campaña

Miriam Ruiz Castro

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La campaña electoral es una carrera para llegar a la Moncloa con las encuestas como parrilla de salida. Quince días de gira, hoteles y autobuses sin un respiro, que van dejando en el rostro de los candidatos las marcas del cansancio a medida que crece su cuentakilómetros. Ya se vislumbra la meta, pero un pinchazo a las puertas podría hacer saltar todo por los aires. Con esa premisa trabaja el equipo de asesores que acompaña desde 'boxes' a los candidatos y que lleva meses diseñando estrategias.

"En un ciclo electoral tan intenso y competitivo, la preparación psicológica y física es importante", señala Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor y consultor político. "Casi todos los partidos organizan sesiones de varios días para que los candidatos reciban instrucciones de 'argumentario', pruebas a cámara o técnicas para debatir", indica Luis Arroyo, consultor político y miembro del equipo que impulsó a José Luis Rodríguez Zapatero hasta la Moncloa. Los comités electorales están cada vez más profesionalizados y nada se deja a la improvisación.

"Quien piense que una campaña electoral es solo un ejercicio intelectual, se equivoca. Es sobre todo una cuestión de aguante físico y emocional", defiende Verónica Fumanal, responsable de la estrategia de comunicación de Pedro Sánchez en las dos anteriores campañas. También asesoró a Albert Rivera antes de que Ciudadanos diera el salto a la política nacional. "La incertidumbre rodea a los candidatos en periodo electoral y estos la reflejan muy rápidamente en su cara, en su actitud. Tienen una enorme vulnerabilidad, porque el ánimo se les nota y puede ser contagioso", añade Gutiérrez-Rubí, que defiende que han de estar preparados psicológicamente. Y encontrar un equilibro. "Si un candidato que creía que iba a ganar va el último en las encuestas, ya lo ve todo mal y se hunde emocionalmente, pero tiene que transmitir al electorado ilusión, fuerza y expectativas positivas… Es algo imposible. Si se hubiera gestionado desde el principio no lo transmitiría", explica Fumanal.

En el cara a cara que enfrentó a Sánchez y a Mariano Rajoy en el 2015, los ataques del primero a propósito de la corrupción hicieron saltar los resortes del candidato del PP. "Hasta ahí hemos llegado", bramó Rajoy cuando Sánchez le espetó que no era un político decente. "Que el candidato sepa gestionar sus emociones es clave", indica Fumanal, aunque en España lo habitual es que este apoyo psicológico sea externo al equipo.

La campaña es un estado de ánimo, pero también de expectativas. "Es una representación, una narrativa con sus personajes. Se trata de ver cómo se adapta el candidato al relato correspondiente", dice Arroyo. "Es mucho más importante la expectativa que el resultado en sí. Por eso todos son reacios a decir qué sería un buen resultado, porque cuando fijas el número ya estás poniendo el límite del fracaso", añade Fumanal.

Un 'sorpasso' frustrado

Es lo que le ocurrió a Podemos en el 2016, cuando las encuestas le vaticinaban un 'sorpasso' que no se produjo. "Es algo durísimo: se duerme muy poco, estás sometido a un pico de estrés antinatural… Un candidato puede tener en un día cuatro mítines, tres encuentros y cuatro entrevistas en las que no puede meter la pata". Arroyo, sin embargo, insiste en que los candidatos están especialmente protegidos, los llevan, los traen... "Peor es la mina", bromea. "Hay un elemento muy interesante, la adrenalina y la competición. Los partidos están felices, peleando y unidos", defiende. En todos sus años de experiencia, ninguno de los candidatos con los que trabajó tuvo una preparación física específica.

Rubí pone el acento en la alimentación, con comidas poco pesadas, y la hidratación. Tener siempre a mano una botella de agua y una bolsa de frutos secos. Y en que los candidatos puedan descansar, con "momentos de relajación personal y desconexión real". Además, pese a la vorágine, es fundamental que estén concentrados en cada paso. "Los equipos tienen que protegerlos de contingencias, para que tengan su atención hiperconcentrada en lo que están haciendo a cada momento", indica. A veces incluso dosificando la información que reciben. "Hay que saber cuándo se dicen las cosas porque hay un momento para cada espacio. La dispersión es un error y los errores se pagan caros".

Las últimas horas son decisivas. "Hay que dosificar y evitar que los candidatos se desfonden". Gutiérrez-Rubí recuerda que los indecisos conviven con otros indecisos, por lo que el primero de ellos que se decante tiene una posibilidad de arrastre muy alta. "Imagina lo importante que es llegar al final con un buen tono físico y emocional, sin ojeras y sin que se le vea cansado", coincide Fumanal. "Al presidente se le requiere con energía para transformar el país, y para eso tiene que tener un aspecto saludable. Pablo Casado, por ejemplo, ha recorrido 54 provincias y eso tiene un desgaste. El jefe de campaña tiene que cuidar eso", coincide Fumanal.

"Esta campaña está muy personalizada, con cinco candidatos con enorme personalidad pública y muy diferentes, lo normal es que acabe centrándose en el candidato. Su personalidad refleja también su propuesta", explica Gutiérrez-Rubí. Por eso los equipos tratan de cuidar hasta el último detalle. Vestuario y actitud. Como la camisa remangada frente al traje, o las canas frente a la coleta.

Aspirantes prefabricados

"Es un error querer hacer de un candidato alguien que no es, y eso la gente lo nota inmediatamente. Cuando hay alguien que es austero y lo pones a hacer un vídeo como si fuera el tío más cercano del mundo, normalmente se nota", indica Arroyo, recordando a un político al que quisieron mostrar más cercano "comprándole un perro". "[José MaríaAznar era antipático, adusto. Pero de una persona así se puede esperar también que sea serio, fiable o creíble. Cada factor teóricamente negativo tiene atributos complementarios positivos". Y el trabajo del equipo de campaña es explotarlos.

"Una campaña electoral tiene mucho de ejercicio de judo: el adversario aprovecha tus fuerzas y debilidades para atacarte", coincide Fumanal. "Es fácil hacer una campaña sobre los errores del contrincante. Depende de para qué se postule uno. Pero el presidente tiene que tener algo más que hacer mofa o poner el dedo en la llaga del adversario", insiste. Todos coinciden en que la virtud está en el término medio, en encontrar el punto de equilibrio entre sorprender y no hacerlo demasiado. Porque se corre el riesgo de no ser creíble. De que se vea el truco de magia.