Recuperación de restos

Familias de fusilados han visitado los féretros del Valle de los Caídos

Patrimonio Nacional ha permitido por primera vez a familiares llegar hasta las cajas que contienen los huesos de sus seres queridos asesinados durante la Guerra Civil

Juan José Fernández

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Pequeñas cajas rectangulares, apiladas una sobre otras en la oscuridad, entre la herrumbre y la humedad de la cripta del Santo Sepulcro. Es la macabra escena que un grupo de ocho familiares de fusilados enterrados en la basílica del Valle de los Caídos pudieron presenciar el pasado 26 de febrero, en la primera vez que se les concedía permiso para acceder hasta el lugar donde descansan los restos de sus parientes.

Los familiares fueron recibidos el pasado 26 de febrero en el Palacio Real de Madrid por técnicos de Patrimonio Nacional -la entidad tiene allí su sede-, que les dieron una explicación científica de los trabajos que se están realizando para la localización de las cajas.

Posteriormente, y acompañados por su abogado, Eduardo Ranz, se trasladaron al risco de Cuelgamuros, donde se levanta la Cruz de los Caídos, para penetrar por primera vez, sobrecogidos, en la cripta a la que, sin avisarles ni perdirles permiso, las autoridades franquistas se llevaron los cuerpos de sus antecesores.

Momentos de emoción

Trascienden ahora las fotos de este encuentro, realizadas por los propios visitantes. Son representantes de seis familias procedentes de Calatayud (Zaragoza), que el 20 de noviembre de 2012 iniciaron un pleito ante los juzgados de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), en cuyo término se levanta el complejo del Valle de los Caídos.

Entre esas familias, la de los hermanos Manuel y Antonio Lapeña, primera en conseguir el permiso judicial de exhumación. Hace tres años, el Juzgado de Primera Instancia número 2 de la localidad madrileña les admitió la petición que llevan decenios haciendo: que les dejen recuperar lo que quede de los cuerpos de sus seres queridos, asesinados en 1936. Desde el pasado mes de enero, los familiares denunciantes están siendo sometidos a pruebas de ADN, por primera vez en el largo contenciso de los desaparecidos del Valle, para una correcta localización de sus parientes.

Fue especialmente emocionante el momento en el que Mercedes Abril y una hija suya se asomaron para buscar con la mirada la caja donde puedan estar los restos de Rafael Abril Avo, su padre y su abuelo, desaparecido el 22 de septiembre de 1936 y cuyo cuerpo fue en un primer momento enterrado en una fosa común del cementerio de Calatayud.

A Rafael, jefe de estación de la ciudad zaragozana, lo habían matado, pero la administración echó a Mercedes y a su madre de la casa ferroviaria en la que vivían por “abandono del trabajo” del cabeza de familia. Y también para que dejaran hueco a un nuevo oficial de estación.

Asomada a la cripta por un ventanuco, Mercedes dijo: "Siento que mi padre está ahí dentro". Habían pasado 60 años de búsqueda.