VOTO PARTICULAR

Millo o la venganza de Villabajo

Condenado en Girona al ostracismo por quienes antaño fueron de los suyos, el exdelegado del Gobierno emerge como el relato más afilado contra los acusados

Los eternos perdedores del anuncio de Fairy, los vecinos de Villabajo

Los eternos perdedores del anuncio de Fairy, los vecinos de Villabajo

Carles Cols

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Si Miroslav Djukic hubiera chutado aquel penalti de 1994 como Enric Millo ha encarado en el Tribunal Supremo a quienes durante años fueron sus compañeros de andanzas parlamentarias, con quienes puede que en algún momento mantuviera incluso algo parecido a una cierta amistad, el Deportivo de la Coruña tendría una Liga más en su palmarés. Después de que la semana pasada, la que fuera su mentora, Soraya Sáenz de Santamaría, hiciera como Bebeto, se escondiera, Millo ha sorprendido a la defensa. No lo han reconocido en la sala. Lo han dicho en los pasillos. No tiene, pues, valor jurídico. Lo tiene para el chup chup periodístico.

Su mentora optó por ser Bebeto y ante el tribunal se arrugó, pero Millo no ha sido Djukic, ha encarado a los acusados

En la jornada previa y en esta misma sección se ofrecía un primer apunte de la trayectoria política del personaje, un político capaz de dejar la portavocía parlamentaria de CiU, pedir trabajo en Esquerra y terminar en el PP. Faltaba la trayectoria más íntima, indispensable para contextualizar por qué Millo ha pasado por la silla de los testigos como el Gran Throwdini por las pistas del circo. Dicen que era el mejor lanzador de cuchillos de mundo.

Es un hombre odiado por el independentismo. Tras 27 años de residencia en Girona, ha tenido que dejar su hogar. Durante su etapa como delegado del Gobierno, las vistas desde su despacho ya no eran las de antaño. El Palau Montaner, un bombón modernista en la confluencia de las calles de Mallorca y Roger de Llúria, amaneció fortificado un día de septiembre del 2017, o tal vez antes, y así se quedó, rodeado por vallas disuasorias y policías arma en mano. Millo es, en cierto modo, un catalán prototípico de hoy en día, con la mitad de la familia muy ’indepe’. Si fuera al revés, también sería un catalán corriente. Su singularidad es que su nombre, como ha recordado en su declaración, ha aparecido en paredes de Girona. “Millo muerte”. La defensa ha intentado cazarle ahí. “¿Cómo delegado del Gobierno, investigó e identificó al autor de la pintada?”. Lo dicho antes, Millo no es Djukic. “No, pero sé quién tuvo que borrarla, mi hija”.

Ni el enciclopedista del 'procés' más fiel había oído hablar del truco del Fairy, chiste del día en las redes sociales

El caso es que Quique, como conocían sus compañeros de escuela a aquel chico más interesado por el lustre de sus zapatos que por la vida ‘escolta’, ha cimentado con hormigonera la tesis de la rebelión que propone la fiscalía sin que quede claro si la defensa ha logrado subrayar cuán aluminosa es esa arquitectura jurídica. Ha ofrecido un relato muy adjetivado de la realidad catalana durante los meses de septiembre y octubre del 2017. Ha tenido, por momentos, la teatralidad de una venganza, no la de Edmundo Dantés, tampoco la de Renato (la nueva identidad de Don Mendo tras la traición de Magdalena), sino la de Villabajo. Parece que ha sido uno de los chistes de la jornada en las redes sociales, ese lugar que en el mejor de los casos es la caverna de Platón y en el peor, cavernícola. Les cuento muy brevemente.

Karatecas

Millo ha relatado el 1-O a partir de los testimonios que cosechó de los agentes en los días posteriores al referéndum. Ha sido entonces cuando ha revelado lo que ningún enciclopedista del ‘procés’ recuerda haber oído jamás, que en algunos puntos de votación los manifestantes más hostiles regaron el suelo con Fairy y que cuando los agentes resbalaban les pateaban sin compasión. Tanto pasmo ha causado esta versión tarantiniana del enfrentamiento entre Villarriba y Villabajo, que después casi ha pasado casi inadvertido lo que ha añadido, que entre quienes defendían las urnas había karatecas.

Es una pena no recordar aquí y ahora el autor de la cita, pero esta dice que cada época construye sus propias ruinas, y Fairy al margen, el retrato que de la sociedad catalana ha ofrecido Millo a partir de su experiencia profesional, familiar y social es la de un Partenón, concretamente, a partir de 1687, cuando los venecianos lo destruyeron a cañonazos.

Añadan otra estrofa al lobito de Goytisolo para el 'indepe' simbólico que con insistencia exhibe la defensa

El exdelegado del Gobierno no ha utilizado el ‘palabro’ rebelión en ningún instante de sus cuatro horas de declaración, pero ese ha sido, en esencia, el hilo argumental de su relato, que había un plan para consumar la independencia, patoso, pero un plan, y que hubo más violencia de la conocida, tesis que ha defendido incluso cuando la defensa ha subrayado que el famoso 20 de septiembre, en la Conselleria d’Economia, no hubo ningún detenido y que en todo el 1-O solo se arrestó a cinco personas.

Antes de concluir, una posdata. Añadan una cuarta estrofa al cuento del lobito bueno de José Agustín Goytisolo, el de la bruja hermosa y el pirata honrado, porque la defensa de los líderes independentistas insiste en subrayar en cada ocasión que puede que el 27 de octubre no se proclamó la independencia de Catalunya. Había una vez un independentista simbólico… Según Millo, “nadie en Catalunya creyó que la declaración fuera simbólica”. Fue el último cuchillo que lanzó antes del turno de la defensa.