VOTO PARTICULAR

Revolución y merienda

La novena jornada del juicio del 'procés' estuvo a punto de descarrilar en la declaración de Rufián y acabó atropellando a Zoido

Lenin, dando un mitin en la plaza Roja de Moscú, en 1919.

Lenin, dando un mitin en la plaza Roja de Moscú, en 1919.

Rafael Tapounet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La disposición, en cuatro filas de a tres, de los bancos reservados a los procesados en la causa especial 20907/2017 guarda un siniestro parecido con la vagoneta del Dragon Khan. Y son tantos y tan diversos los estados de ánimo por los que a buen seguro atraviesan los acusados a lo largo de la maratonianas sesiones del juicio que el paralelismo se extiende, sin duda, más allá de la cuestión estrictamente visual.

Acaso para moderar el impacto de las caídas pronunciadas y las rotaciones en espiral, algunos de los encausados (Oriol Junqueras, Raül Romeva, Carme Forcadell, Dolors Bassa) optan por abandonar la vagoneta y refugiarse en los asientos destinados a sus defensas. Están en su derecho de hacerlo. Ocurre que a veces la trepidación es tan intensa que se diría que es toda la sala la que amenaza con descarrilar. Sucedió al final de la jornada del miércoles, con los interrogatorios interruptus a Antonio Baños y Eulàlia Reguant, y volvió a suceder este jueves con la comparecencia de Gabriel Rufián, cuyo testimonio había sido requerido por los abogados de Junqueras con el propósito de probar no se sabe muy bien qué.

Socio de un videoclub

Consciente del peligro, el maquinista Manuel Marchena trató de hacer el viaje lo más corto posible y de reprimir las posibles distracciones, pero aun así no pudo evitar algunos momentos de vértigo, como cuando el testigo calificó de “vergüenza” la presencia del “partido racista y xenófobo” Vox en la causa. O cuando respondió a la abogada del Estado con un “no tengo ni pajolera idea de lo que me está diciendo”. O cuando confesó, y esto sí son ganas de provocar, que es socio de un videoclub. No es extraño que, ubicados entre el público, los familiares de Joaquim Forn cuchichearan: “El Quim deu estar negre...”.

¿Renunció el camarada Lenin a sus 'kartoshkas' mientras dirigía el asalto al Palacio de Invierno?

Fue también muy comentada por parte de quienes se escandalizan con facilidad la teatral negativa del diputado de Esquerra a estrechar la mano de Santi Vila, el Efialtes de Tesalia de todo este asunto, según la afortunada comparación del colega Carles Cols. Pero a juicio de quien esto suscribe, el instante más controvertido de la declaración de Rufián se produjo cuando vino a sostener que la revolución es incompatible con la merienda. ¡Hombre, Gabriel, hasta ahí podíamos llegar! ¿Acaso renunció el camarada Lenin a sus 'kartoshkas' mientras dirigía el asalto al Palacio de Invierno? ¿Se privó Jean-Paul Marat de sus 'petit fours' durante el asedio al Palacio de las Tullerías? No y mil veces no. Este cronista considera su deber señalar aquí, parafraseando a la anarquista rusa Emma Goldman, que si no puede merendar, esta no es su revolución.

Tras el agitado paso del buscarruidos republicano por el Supremo, la presencia del exdiputado de Podemos Albano Dante Fachín en el estrado casi resultó balsámica para el tribunal, aunque deparó un gag de irresistible comicidad cuando el juez Marchena, al requerir los datos personales del declarante, le preguntó por su profesión y Fachín contestó “precario”, a lo que el magistrado replicó: “¿Qué es precario?”.

Un cervatillo deslumbrado

Pero el momento verdaderamente esperado de la jornada se produjo con la declaración de Juan Ignacio Zoido a petición del incisivo abogado de Forn Xavier Melero, el Clarence Darrow de este juicio. Un interrogatorio al que Zoido asistió con mirada de cervatillo deslumbrado por los faros de un camión de gran tonelaje y en el que abundaron las respuestas del tipo “no lo sé”, “no me consta”, “no tengo conocimiento”, “algo me suena”, “si usted lo dice”...

Zoido, conviene recordarlo, fue ministro de Interior del Reino de España entre los años 2016 y 2018. Al presenciar sus balbuceantes intentos de contestar a las preguntas de Melero sobre el diseño del operativo policial desplegado el 1 de octubre –“me dijeron que estaban trabajando”, llegó a decir en una ocasión-, uno no podía evitar pensar en la frase que Edmund Blackadder le dirigía a su lacayo Baldrick en uno de los capítulos de la memorable serie de la BBC 'L’escurçó negre': “Baldrick, tú no reconocerías un plan sutil ni aunque estuviera vestido de purpurina rosa y encima de un clavicordio cantando 'El plan sutil ha llegado'”.

No consta que el letrado Melero sea partidario de la revolución, pero, a tenor de lo visto en el 'tête à tête' con Zoido, lo que está claro es que la merienda no la perdona.