voto particular

Forn contra el fiscal de Perry Mason

Fidel Cadena, contra pronóstico como todo en este juicio, le echa un cable a la candidatura del alcaldable 'puigdemonista'

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Carles Cols

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De William Talman como actor solo se acuerdan los más cinéfilos. Su paso por la televisión fue más exitoso, pero de esa época el público recuerda qué papel interpretaba (era el fiscal que se las tenía con Perry Mason) y no el nombre del personaje. Una lástima, porque tenía su chiste. Era el fiscal Hamilton Burguer, Ham Burguer para los amigos. Era una broma oportuna por parte de los guionistas, pues salía de cada juicio hecho picadillo. Ham Burguer viene al caso porque en la fecha más esperada, con dos candidatos electorales sometidos a interrogatorio, Oriol Junqueras y Joaquim Forn, el protagonista inesperado de la sesión ha sido (es una opinión tan mayoritaria en la sala de prensa como lo es el respaldo de la independencia, o sea, siempre discutible) Fidel Cadena, representante del ministerio fiscal.

Dos casos ganó solo Talman a Raymond Burr en la ficción. Podrían haber sido más si no fuera porque en el mundo real, ¡ay!, la policía le pilló desnudo en compañía de otros seis hombres entre una niebla de marihuana en un casoplón de Berverly Hills. Cadena no ha tenido tan mal día, vaya por delante, pero el interrogatorio al que ha sometido a Forn (Junqueras, el paladín del diálogo, solo ha respondido a las preguntas de su abogado) le va a perseguir  bastante tiempo o, como mínimo, habrá hecho las delicias del grupo de estudiantes de Derecho que han conseguido algunas de las cotizadísimas plazas de público de la sala.

A Torra, Junqueras le saludó con desgana. A Artadi, número dos de Forn a la alcaldía de Barcelona, solo le ha faltado hacerle la peseta

No ha habido, lo dicho, cara a cara entre Junqueras y Cadena. El líder de Esquerra ha optado, en opinión de los plumillas de tribunales, que se las saben todas, por la peor de las estrategias de defensa. Tras 469 días sin poder hablar en público, con lo que a él le gusta la cháchara, ha podido hacer por fin un mitin. Será cabeza de lista a las elecciones europeas. La esencia de lo que ha dicho se resume en una palabra. “Seguiremos”. Lo sustancial no es que lo diga, sino el lugar. Bajo el amenazante lienzo de ‘La ley triunfa sobre el mal’ que decora la sala. La fiscalía le quiere 25 años en la cárcel. El pulso que Esquerra mantiene con el ‘puigdemonismo’ (bajo las siglas que use a estas alturas, que no es fácil seguir la pista) por ser el macho alfa del independentismo puede que se haya inclinado unos centímetros en esta tercera jornada de juicio. Lo de que hay pulso no es un decir por decir. En el primer receso, en esos segundos en que los acusados se abrazan y saludan a familiares y amigos, Junqueras ha tenido la ocasión de saludar a Elsa Artadi. Parecía contento con su intervención. Estaba empático. Si a Quim Torra, el primer día, le dio lo que en catalán se dice ‘la mà tova’ (que alguien le traduzca esto al pobre Cadena, que tuvo un momento hamburguesa con una traducción), a Artadi la ha literalmente ignorado. Como antes al fiscal.

El teatro del 27

Luego ha ido el turno de Forn, candidato virtual a la alcaldía de Barcelona precisamente con Artadi como número dos, un tipo entrañable a poco que se le conoce. Hace años que acaricia la idea de ser alcalde, o como mínimo de intentarlo. Era el delfín de Xavier Trias. Cuando dejó el ayuntamiento como concejal se supuso, y nadie lo ha desmentido, que su paso por la Conselleria d’Interior era un modo de visibilizarle, un ‘erasmus’ político para foguearse y regresar a casa hecho un alcaldabe de aquellos que se visten por los pies. La operación, es obvio, se le torció. Dieciséis años de cárcel le pide la fiscalía. Llegado el día, Forn, entre hacer campaña y defender su inocencia, ha optado claramente por lo segundo. A preguntas de su abogado, Javier Melero, por cierto, cofundador de Ciudadanos, ha detallado con pornográfico detalle hasta qué punto la declaración de independencia del 27 de octubre del 2017 fue una monumental martingala, una teatralización que, gracias a la magia de la tele, pareció real.

Mal cartel electoral, sin duda, esta versión pasteurizada de la épica ‘indepe’. La fortuna de Forn ha sido, sin embargo, que de común acuerdo con su abogado, brillante, ha decidido aceptar el interrogatorio de la fiscalía y de la abogacía del Estado. No de Vox, que al paso que va tendrá que cambiar de nombre, porque el presidente del tribunal, Manuel Marchena, brillante también, no les deja de momento decir ni mú.

Para mas inri del fiscal, entre el público había en esta jornada varios estudiantes de Derecho

Fidel Cadena ha sido el Sísifo de las meteduras de pata, atención, sin que mediara un Perry Mason. “¿Le han detenido alguna vez, señor Forn?”. “Sí”, ha respondido, “en 1986 (entonces tenía 22 años), por intentar entrar una bandera catalana en un estadio, catalana, no ‘estelada’”. Ha planteado después que su antecesor en el cargo, Jordi Jané, dejó el Govern porque no compartía la convocatoria del referéndum. “Me extraña, porque fue a votar”.

Ha sacado a debate después un texto mal traducido al castellano, impugnado por ello por la defensa, que sulfurosamente leído parece una glosa de la violencia. Marchena le ha invitado a no insistir, esa vez y otras cuantas más por otros motivos. Decía William Talman cuando le entrevistaban, antes por supuesto de que le pillaran hecho un Adán fumado, que Burguer en realidad nunca salía derrotado, que un fiscal no pierde un juicio si un inocente sale en libertad, pero este, en su opinión, no debería ser el caso repasado el alegato acusatorio que construyó la jornada anterior, en la que culpó a los procesado de “desobediencia con jactancia” y Forn en particular de asistir impasible a como el Govern lanzaba “murallas humanas contra las fuerzas de seguridad”.

Wellington contra Churchill

El juicio, es cierto, no ha hecho más que comenzar. La fiscalía tiene margen para corregir su mal día. No ayudará, puede, el gol que le ha colado la defensa por la mañana, cuando ha conseguido que se añada a la lista de testigos al exministro Juan Ignacio Zoido.  El impevisible Zoido.

Por la mañana, en su ‘mitin’, Junqueras ha echado mano de Churchill, no para recordar la que en opinión del que firma es su frase más memorable (“no me hablen de tradición naval, no es más que ron, sodomía y látigos”), sino para exprimir unas gotas más una de las clásicas citas. A Cadena, ya que estamos, es un placer obsequiarle desde aquí con una de Wellington. “La batalla de Waterloo se ganó en los campos de juego de Eton”. Eso tal vez han aprendido esos estudiantes de Derecho sentados en los bancos del público.