LA ENCRUCIJADA CATALANA

Los afines a Puigdemont piden que el PDECat impulse la investidura del 'expresident'

David Bonvehí y Carles Puigdemont

David Bonvehí y Carles Puigdemont / EFE / STEPHANIE LECOCQ

Fidel Masreal

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El PDECat vive horas convulsas que pueden acabar en cualquier momento con una ruptura interna total. Tras la constitución de la Crida Nacional per la República que impulsa el 'expresident' Carles Puigdemont, las dos posiciones más extremas que malviven en la posconvergencia quieren dividirse cuanto antes. Por un lado, los puigdemontistas que quieren que la Crida explicite claramente que es un partido en el que la posconvergencia debe diluirse sin más, porque el 'expresident' es el líder indiscutido e indiscutible para ellos, junto a Míriam Nogueras, vicepresidenta de la formación. Por otro, quienes reivindican el espacio político propio del centro y centroderecha soberanista que representa el PDECat y que no quieren que Puigdemont imponga su estrategia independentista frentista.

Las posiciones extremas son irreconciliables y la duda solo estriba ahora en el cuándo y cómo se va a producir el desenlace. Un elemento clave son los derechos electorales. Es decir, el dinero y el espacio de propaganda electoral a los que da derecho haberse presentado ya a unos comicios. "Esta es la gran discusión", admiten en el partido. Y añaden: "La Crida quiere arrasar, 10 a 0". Los puigdemontistas alegan que si en las elecciones municipales de mayo no está presente la Crida, tendrá que esperar cuatro años para poder disponer de estos derechos. Los defensores del espacio del PDECat, en cambio, quieren mantener sus posiciones y no ceder las listas electorales a los fieles al 'expresident'.

Citan como precedente negativo la confección de la lista de Junts per Catalunya en las últimas elecciones catalanas, cuando, lamentan, Puigdemont y sus fieles elaboraron las listas a su antojo y no cumplieron los pactos sobre el jefe de campaña y el destino de las subvenciones públicas. Frente a ello, los puigdemontistas recuerdan lo que para ellos fue la deslealtad del partido de inscribir el nombre de JxCat como marca electoral del PDECat cara a las elecciones municipales. Según este sector, las decisiones han de contar siempre con el beneplácito de Puigdemont.

La chispa

La chispa que haga saltar por los aires al PDECat puede llegar en las próximas semanas. Por un lado, este próximo sábado el partido celebra un consejo nacional extraordinario en el que, según fuentes consultadas, los puigdemontistas quieren debatir una propuesta para que se pida la investidura de Puigdemont en el Parlament. Su estrategia, indisimulada, sigue pasando por la desobediencia al Estado y por poner en un brete al PDEcat y ERC, con la tesis de que el 'expresident' podría regresar a Catalunya si es investido y hacerlo rodeado de decenas de eurodiputados, políticos, ciudadanos y periodistas. Con ello pondría en un aprieto al Estado, siempre según estos planes. En el partido responden: "La medida pondría en tensión la legalidad y a ERC -que la rechaza- cuando a las puertas del juicio del 1-O deberíamos enterrar las armas de guerra".

Otro momento clave puede ser la votación de la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado. El sector del PDECat más partidario del diálogo en lugar de la unilateralidad ve con buenos ojos no presentar enmienda a la totalidad. O bien presentarla a sabiendas de que no prospera, si finalmente se pueden votar por separado. Esta posición choca frontalmente con la intención de Puigdemont y de Nogueras de votar en contra de la tramitación, acogiéndose al 'no' que decidió un consejo nacional del PDECat en noviembre.

La opción conciliadora: coalición al 50-50

Entre unos y otros está el presidente del partido, un David Bonvehí que querría dejar para después de mayo la batalla final. Los más pactistas y conciliadores proponen una fórmula de coalición entre el PDECat y la Crida, al 50-50% en cuanto a derechos electorales. Sería una reedición de la CiU de años atrás, para intentar captar el mayor espacio político posible del independentismo.

El gran problema de esta fórmula es, además de las posiciones irreconciliables entre unos y otros a nivel político y personal, la falta de un liderazgo único. Unos no ven a nadie que no sea Puigdemont mientras que los otros creen que es necesario dar un relevo a los liderazgos.