ENCUENTRO EN BARCELONA

Reunión crucial Gobierno-Generalitat para el diálogo y los Presupuestos

Aragonès, Artadi, Calvo y Batet, durante la reunión que mantuvieron en el Palau de Pedralbes el pasado 20 de diciembre.

Aragonès, Artadi, Calvo y Batet, durante la reunión que mantuvieron en el Palau de Pedralbes el pasado 20 de diciembre. / JORDI COTRINA

Daniel G. Sastre

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Han pasado siete meses desde que Pedro Sánchez llegó al poder. En este tiempo, y obligado por las estrecheces de sus 84 diputados en el Congreso, el presidente ha demostrado instinto de supervivencia y vocación de equilibrista. Pero se le va acabando el margen de maniobra, y se le acumulan los asuntos pendientes. La reunión que este viernes por la tarde mantendrán en Barcelona representantes del Gobierno y de la Generalitat puede ser crucial para averiguar si la legislatura se encamina hacia un final abrupto o si al líder socialista le queda todavía recorrido.

Eso sucede porque, aunque en apariencia el encuentro entre el Gobierno y la Generalitat debería ser importante sobre todo para conocer el estado actual de las relaciones bilaterales, en realidad todo está conectado. Si Sánchez, representado en la reunión por la vicepresidenta Carmen Calvo, consigue arrancar al Govern algún compromiso de los partidos independentistas con respecto a los Presupuestos Generales del Estado, podría estar más cerca de su objetivo de llegar hasta el 2020.

Pero la desconfianza por parte del Ejecutivo catalán es muy grande. La parte menos pactista del soberanismo, encabezada por Quim Torra, sigue exigiendo avances en el reconocimiento del derecho de autodeterminación en Catalunya para facilitarle las cosas. El ‘president’ insistió ayer en RAC-1 en que el Gobierno de Sánchez acude a las reuniones “siempre con una hoja en blanco”, y que de momento “nunca” ha podido hablar con el jefe del Ejecutivo español de los 21 puntos que le planteó en el encuentro que mantuvieron justo antes de Navidad.

Tampoco son demasiado halagüeñas para los intereses del Gobierno otras afirmaciones de Torra, como la de que su principal misión como ‘president’ es la de “hacer efectiva la república”, hasta el punto de que promete dejar el cargo si no lo consigue. O la de que no descarta “ninguna vía democrática y no violenta para llegar a la independencia”, incluida una declaración unilateral como la que intentó su antecesor y mentor, Carles Puigdemont.

Sensación de interinidad

Pero el Gobierno cuenta con algunas bazas. Por un lado, el liderazgo de Torra sigue en cuestión, sobre todo dentro del independentismo, lo que empuja al ‘president’ a transmitir sensación de interinidad cada vez que habla. Por ejemplo: este jueves repitió que no se presentará a la reelección, y que aún no está claro qué hará si las acusaciones contra los impulsores del referéndum del 1-O se convierten en condenas. Solo dijo que hablará con Pedro Sánchez para notificarle su desacuerdo y que irá al Parlament para plantear “una propuesta para ver si recibe el apoyo mayoritario de la Cámara”, sin más especificaciones.

También se da la circunstancia de que amplios sectores de las direcciones del PDECat y ERC, los partidos independentistas con representación en el Congreso, están a favor de, por lo menos, tramitar los Presupuestos del Estado, que incorporan un crecimiento significativo de las inversiones en Catalunya. Las elecciones andaluzas han certificado la amenaza de que una alianza entre las derechas, sin duda más beligerante contra el soberanismo que el Gobierno actual, llegue a la Moncloa. Aunque Torra diga que no le preocupa –este jueves dijo que “entre PSOE o tripartito de ultraderecha, yo elijo independencia de Catalunya"-, la mayoría de sus correligionarios no piensan lo mismo.

Además, el Govern tampoco tiene ni mucho menos asegurada la aprobación de sus cuentas: también necesita apoyos más allá de los grupos soberanistas, y la semana que viene tendrá lugar una reunión crucial con los ‘comuns’ al respecto.

Gran prudencia

En vista del complejo escenario, las dos partes, Gobierno y Govern, se expresaban este jueves con gran prudencia en cuanto a sus expectativas sobre el encuentro bilateral. Desde la parte catalana mantenían la esperanza de que sus representantes en la reunión, el vicepresidente Pere Aragonès y la ‘consellera’ Elsa Artadi, puedan exhibir después algún avance.

Por parte del Gobierno, la ministra de Política Territorial y Función Pública, Meritxell Batet, también prefería mantener el optimismo, y aseguraba que lo importante de la reunión es que demuestra “voluntad de diálogo” por ambas partes, y que, pese a lo que diga Torra, implica una “renuncia a la unilateralidad” del Govern.

No hubo alusiones por parte de ningún bando a los flecos pendientes que dejó el anterior encuentro bilateral, celebrado en Madrid la semana pasada con los mismos protagonistas. En especial a la creación de una mesa de partidos para abordar la situación en Catalunya, que en el Gobierno circunscriben a los de obediencia catalana y que la Generalitat exige que reúna a las formaciones de ámbito estatal.