DESDE MADRID

Alarma (PSOE) y descaro (PP)

El presidente del PP, Pablo Casado.

El presidente del PP, Pablo Casado. / periodico

José Antonio Zarzalejos

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La combinación del vuelco electoral en Andalucía y la fallida política gubernamental con el secesionismo catalán han provocado en el PSOE un estado de ánimo pesimista y alarmado. La posibilidad de que la fórmula de Gobierno en la Junta andaluza sea "exportable" tras las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo -y lo sería en muchos casos según las encuestas- está provocando en el socialismo español un proceso de reflexión muy urgente que no tardará en materializarse en algún cambio de rumbo por parte del presidente del Gobierno.

Se trataría de una alteración de su hoja de ruta que sitúe al PSOE en una posición más competitiva en las elecciones de mayo. Este viernes, Pedro Sánchez, en su comparecencia se distanció suavemente de Torra calificando de "monólogo" su elenco de 21 medidas a negociar, ajenas al texto acordado el 20-D en Barcelona, y remitiéndose reiteradamente al Estatut y a la Constitución.

Pese a que se niegue con más voluntad que capacidad persuasiva que la política catalana de Sánchez haya sido determinante en los resultados de Andalucía -descalabro del PSOE, pero también de la marca regional de Unidos Podemos-, las últimas declaraciones de Susana Díaz acreditarían lo contrario. La 'lideresa' andaluza reconoció haberse confundido al no introducir la crisis catalana en el prontuario de sus mítines en la campaña y, después, se ha unido a los barones de su partido que propugnan la aplicación del artículo 155 en cuanto se den las condiciones para ello si es que, como algunos piensan, no concurren ya en Catalunya.

De otra parte, la negativa de Alfredo Pérez Rubalcaba a encabezar la lista municipal por Madrid -se lo pidió el propio presidente- se considera un síntoma de que las heridas abiertas en el Comité Federal del PSOE del 1 de octubre del 2016 que concluyó con la destitución de Sánchez no se han cerrado. Se ha impuesto el sanchismo en el partido, pero quedan reductos de guerrismo, de felipismo y de otros movimientos críticos hacia el actual secretario general y sus políticas.

Aunque sea con la convergencia de otras causas, los análisis más sinceros y desgarrados en Ferraz coinciden en señalar la cuestión catalana y su manejo como el detonante de la emergencia de Vox en Andalucía. Y la persistencia de la crisis en Catalunya, que absorbe una energía extraordinaria al Gobierno de Sánchez, se sigue configurando como un 'hándicap' para el PSOE, especialmente si el presidente no obtiene alguna concesión del separatismo catalán. Sea la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, sea una rectificación pragmática de sus maximalismos.

El boicot de Torra

Por otra parte, el boicot de Quim Torra al acuerdo de Pedralbes -tan previsible- ha dejado a Sánchez en una posición todavía más desairada e incómoda ante su propio partido y ante la opinión pública. Y ha excitado -aún más- a la oposición que obtuvo el 20 y el 21 de diciembre pasados abundante munición dialéctica para impugnar la eficacia de las actitudes gubernamentales para con la Generalitat.

En el tablero político español nadie -ni siquiera el Gobierno, al que se le supone con la mejor información demoscópica- se atrevió a aventurar el éxito de Vox en Andalucía, no solo como hecho puntual, sino como comienzo de una reformulación del espacio de la derecha política en España que, paradójicamente, al dividirse obtiene un mejor resultado en términos de poder.

Cs ha conservado espacios inmunes a la toxicidad de Vox y podría jugar un papel en el futuro que rescate al país de la polarización

Vox ha entrado en un proceso de 'normalización' y el PP se ha descarado reconociéndole capacidad y legitimidad interlocutora y, consiguientemente, le considera como un aliado sin ninguna reserva mental. En Génova 13 se dispone de una referencia internacional: la austríaca. Allí, en Austria, gobierna el conservador Sebastian Kurz con la ultraderecha, que gestiona carteras importantes como las de Interior y Exteriores.

Pablo Casado -apoyado por la dirección del partido- considera que Sánchez "hizo de su capa un sayo" con la moción de censura apoyada por los independentistas y los nacionalistas vascos radicales, circunstancia que le liberaría a él de pudores y escrúpulos para pactar con el partido de Santiago Abascal. La actitud psicológica de la derecha española -y me refiero específicamente al PP- es de desinhibición completa ante Vox.

Se entiende el partido de extrema derecha como una especie de escisión del PP, como una "comprensible deriva ante el vaciamiento ideológico que propiciaron las políticas burocráticas de [MarianoRajoy" (sic) y por lo tanto se plantea la relación en dos fases: de colaboración ahora y, en el futuro, de unificación sobre la base de una propuesta ideológica dura. Tanto más lo sería cuanto que Sánchez persistiera en mantener su actual vinculación con el independentismo y su pacto estratégico con Podemos.

Oportunidades de centralidad

El margen en el que se mueve Ciudadanos es muy estrecho pero, en vez de abroncar a Albert Rivera, de un lado y de otro, por su incorporación a la Junta andaluza, habría que valorar con más cuidado y previsión las oportunidades futuras de centralidad que ofrecen sus reticencias hacia Vox.

No puede olvidarse que los liberales han gobernado con socialistas y con populares y que respecto al partido de Abascal mantienen una 'distancia sanitaria' aunque, a la postre, la aritmética se imponga sobre la estética ideológica. Sin embargo, haber conservado algunos espacios inmunes a la toxicidad de Vox permite suponer que Ciudadanos podría jugar un papel en el futuro  que rescate al país de la política de bloques y de la subsiguiente polarización.