ELECCIONES 2 DE DICIEMBRE

Si Rodríguez gana, Iglesias pierde

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Iolanda Mármol / Miguel Ángel Rodríguez

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Cuando Susana Díaz se reunió con Pablo Iglesias secretamente en un hotel de Madrid para negociar el apoyo de Podemos a su investidura tras las elecciones andaluzas del 2015, salió tan espantada que llamó entonces a quien consideró más eficaz para conseguir el apoyo de Albert Rivera, que confirmó su respaldo unas semanas más tarde.

Casi cuatro años después, los morados vuelven a ser clave para la gobernabilidad en el palacio de San Telmo, pero la disposición a pactar ha cambiado: Iglesias parece haber aprendido que a sus bases no les encanta que impida gobernar al PSOE y, además, ha perdido fuerza frente a una líder que se ha empoderado tras doblar el brazo al politburó en Madrid. Teresa Rodríguez vive la recta final de la campaña en el vértigo de un empate técnico con PP y Ciudadanos. Si le va bien, será segunda, tras Díaz. En el peor de los casos, quedará cuarta por un puñado de votos, aunque ocurra lo que ocurra, en clave interna, ya ha ganado. 

Estas elecciones son su batalla final, a la que llega con la épica de haber doblegado a Iglesias para imponer la marca de su confluencia con IU, Adelante Andalucía, y con los galones de haber sobrevivido al intento desde Madrid de derrocarla poco después de que su pareja, el alcalde de Cádiz, osase reprochar al jefe podemista la compra del polémico chalet de lujo.

A diferencia de Pedro Sánchez, que apoyó la lista electoral de Díaz a pesar de que no incluye a ningún afín al presidente, Iglesias trató hasta el final de controlar a su mayor feudo, el andaluz. Arriesgó y perdió. 

Miedo, ninguno

Primero, perdió el nombre.  Rodríguez subió en junio al cuartel general en Madrid a explicar que no concurriría bajo la marca Podemos. El choque con el aparato fue bíblico. De vuelta a su tierra, se bajó del coche, y en medio de un campo, se grabó bailando en una llamada a la “revolución” que desbordó Instagram y da cuenta de lo que contó a su gente tras la reunión con el secretario de Organización, Pablo Echenique: “Miedo, ninguno”.

El enfado de Iglesias fue tal que trató de derribarla aupando a una candidata oficialista, Isa Franco, para sustituirla como cabeza de cartel. La maniobra fue catastrófica y Rodríguez salió empoderada. Bautizó a su candidatura con IU Adelante Andalucía y desde ahí ha impulsado una campaña con Antonio Maíllo que esquiva la identidad morada y se ancla en el andalucismo, en un discurso que ha ganado a Díaz. La descentralización también late en su planteamiento y ya ha anunciado que pedirá grupo propio en el Congreso para defender los intereses andaluces, una descentralización que restaría a Iglesias el discreto poder territorial que conserva.

La autonomía no se mendiga, se conquista”, dice Rodríguez. Ya no es la chiquilla con cara descompuesta de la noche electoral del 2015 que había llenado el pabellón de Dos Hermanas (Sevilla) creyendo que arrasaría y se quedó en 15 diputados. Ahora, ha conquistado su feudo y a Iglesias no le queda otra que hacerle de telonero con un Podemos estatal en marea baja.

Contener a las derechas

Las filas de Adelante Andalucía vivirán la noche del domingo con nervios y sin Iglesias. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) les da un triple empate técnico con PP y Cs, en el que los tres partidos obtendrían 20 diputados. La segunda posición para Rodríguez ratificaría que su desafío fue un acierto.

 Además, con un pacto con Cs muerto antes de nacer, todo apunta a que tendrá la llave para permitir la gobernabilidad de Díaz y que facilitará su investidura para servir de “barrera de contención a las derechas” aunque no entrará a gobernar con el “susanismo” porque “no es de fiar”.