LA ESTRATEGIA GUBERNAMENTAL

Catalunya y la calculada equidistancia de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 27 de julio, en la Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 27 de julio, en la Moncloa. / DAVID CASTRO

Gemma Robles

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Sostiene el entorno del presidente del Gobierno que no pueden esperarse movimientos relevantes respecto a Catalunya en el medio plazo. Tampoco en el Pleno del Congreso que el próximo 12 de diciembre se dedicará específicamente a la crisis catalana. ¿Por qué? Porque no se dan las condiciones oportunas, se alega. Después de haber impulsado que la Abogacía del Estado rebajase, en comparación con la fiscalía, el umbral de delitos que observa en los dirigentes catalanes que han de someterse próximamente a juicio, no habrá mucho más. El calendario judicial que teñirá el primer semestre del próximo año juega en contra del deshielo entre administraciones. Las prisas de unos porque se den pasos y los notables miedos de otros a darlos en falso, también.

No se atisba pues en Sánchez voluntad de ir más allá, al menos en esta debilitada legislatura, de la defensa (poco entusiasta) de una nueva reforma estatutaria y pasando el tiempo, de otra constitucional. Es consciente de que actualmente la propuesta sabe a poco a los que abogan por el divorcio con España. Él dijo el pasado 12-O en el Palacio Real, en conversación informal con algunos periodistas, que si se normalizaban las relaciones con las autoridades catalanas llegaría el momento de plantear y defender "soluciones" audaces para una crisis que se antoja larga. Lo mantiene, sostienen los que tratan con él de estos asuntos, pero cree que el momento de arriesgar aún queda lejos.

Nadar y guardar la ropa

Hay, eso sí, decisión gubernamental de nadar y guardar la ropa cuando la oposición intente atornillar con la posibilidad de que haya futuros indultos: los socialistas no se cerrarán oficialmente una puerta política que vale oro "y es constitucional", recuerdan. De la misma forma tampoco empeñarán su palabra en que no se volverá a aplicar el 155 o a recurrir a los tribunales, por más que los próximos Presupuestos y la viabilidad de este mandato esté en juego. 

Es también voluntad 'monclovita' que las bilaterales Estado-Generalitat sigan trabajando, aunque muchos de sus potenciales acuerdos pueden desinflarse con tanta rapidez como el proyecto de Presupuestos para 2019 ha perdido posibilidades de entrar en las cámaras. Tras distintas versiones del Ejecutivo sobre si se llevarán o no en diciembre los presupuestos al Congreso, Sánchez ha certificado ya públicamente que si no cambia el contexto, renunciará. Entre otras cosas ha sido crucial en esa decisión la negativa de los independentistas a apoyar las cuentas mientras no haya cambios con los presos, ni su desinterés por confirmar si, al menos, permitirían su tramitación. Así las cosas y con la campaña andaluza a pleno rendimiento, Sánchez apuesta sus fichas por una calculada equidistancia.

Una calculada equidistancia entre una derecha que le acusa sin pausa de haberse vendido al secesionismo y un movimiento independentista que le achaca haber defraudado expectativas. En La Moncloa se estima que entre una y otra posición está el justo medio donde el jefe de los socialistas ha de posar en este momento sus pies, acaparando el centro político que puede darle rédito en una España que poco a poco entra en modo electoral.

Campaña andaluza con debate soberanista

"No deja de ser curioso que unos me acusen de ser cómplice de la represión y otros de estar hincado de rodillas ante el independentismo. ¿No será que al final unos y otros son cómplices de contribuir a la confrontación territorial y política?", se preguntó el propio Sánchez en voz alta hace unos días en el hemiciclo, en un acalorada sesión de control al Ejecutivo en la que se barruntaba ya reposicionamiento estratégico.

Apenas dos semanas quedan para que llegue el primer examen en las urnas de los grandes partidos desde que Sánchez se hizo con el poder. El PSOE parte con clara ventaja en una campaña en la que se habla, y mucho, de Catalunya y raramente de forma constructiva. En los mítines de Pablo Casado y Albert Rivera se escuchan críticas subidas de tono a un presidente que supuestamente tiene pactos secretos con los soberanistas. Eso, al tiempo que desde Palau se responde con desdén a las ofertas para pactar los presupuestos o a citas entre Sánchez y Quim Torra. Ante esto la apuesta 'sanchista' es clara: equidistancia y más equidistancia que, de paso, pueda otorgarle votos en el camino electoral que comienza en Andalucía y que podría terminar en un adelanto de las generales.