"El 155 salió bien, pero no lo teníamos nada claro"

Enrique Lasso de la Vega y Roberto Bermúdez de Castro

Enrique Lasso de la Vega y Roberto Bermúdez de Castro / JUAN MANUEL PRATS

Pilar Santos

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El sábado 28 de octubre del 2017, el ‘Boletín Oficial del Estado’ publicó los cinco decretos aprobados por Mariano Rajoy para intervenir la Generalitat mediante el artículo 155 de la Constitución: el Ejecutivo central había destituido a Carles Puigdemont y todos sus ‘consellers’, había tomado el control de los Mossos y había ordenado cerrar las llamadas ‘embajadas’ en el extranjero. Pero todo eso era sobre el papel. Las dudas de si las medidas se podrían aplicar y el temor a la respuesta en las calles catalanas inquietaban al Gobierno de Rajoy. Lo admite Roberto Bermúdez de Castro, número dos de la entonces vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en el Ministerio de Administraciones Territoriales. Él se convirtió en el ‘señor 155’ y en el enviado especial a Barcelona para aplicar la intervención. Llevaba siete meses estudiando a fondo el desarrollo del precepto constitucional.

"El 155 salió bien, pero aquel primer día no lo teníamos nada claro. No sabíamos cómo actuarían los altos cargos y los funcionarios. Era todo muy delicado", confiesa ahora Bermúdez de Castro. Ha dejado la política después de 20 años y ha fichado por LaLiga, donde es adjunto al presidente y responsable de relaciones institucionales. El lunes 30 de octubre debía empezar la intervención. Su principal colaborador, Enrique Lasso de la Vega, director general de relaciones con las autonomías en el ministerio, descolgó el teléfono el domingo por la mañana y contactó con el secretario del Govern, Victor Cullelly el secretario general de Presidència, Joaquim Nin, para saber dónde se podrían ver. Finalmente quedaron a las 9.30 horas en el Palau de la Generalitat, pero una noticia en la web de EL PERIÓDICO esa misma noche les hizo cambiar los planes. Este diario reveló que Bermúdez de Castro estaría a primera hora en Barcelona para empezar a aplicar el 155.

Despliegue de prensa

"Había cámaras en Sant Jaume y en las puertas de otros edificios oficiales. No queríamos ser ‘los hombres de negro’. No queríamos herir sensibilidades", cuenta. Él, Eloísa Contín (su jefa de gabinete) Lasso de la Vega fueron las tres personas que, en representación del Gobierno central, estuvieron en la ciudad condal el primer día. A las ocho ya estaban trabajando en la Delegación del Gobierno, donde pasarían varios de los 218 días que duró la intervención. En ese momento Cullell, que había llegado temprano a la Generalitat, telefoneó a Lasso de la Vega y le avisó de que ya había mucha prensa. Ambos coincidieron en la necesidad de buscar otro lugar. El nuevo escenario elegido fue la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament, en Via Laietana, cerca de la Generalitat. Los enviados de la Moncloa accedieron al edificio por el parking, en la calle de Manresa, para evitar a dos periodistas que estaban en la entrada.

Sobre las once llegó el momento de sentarse en la mesa. Cullell y Nin, por parte del Govern, y Lasso de la Vega y Bermúdez de Castro, por parte de la Moncloa. El ambiente era gélido. Había nervios. El secretario de Estado tomó la palabra. "Venimos a aplicar el 155 y a asegurarnos de la vuelta a la legalidad. Queremos que se haga de la mejor manera posible para todos y que los servicios públicos sigan funcionando con normalidad", dijo antes de ofrecer a sus dos interlocutores la opción de dimitir. No lo hicieron.

"Nosotros tampoco queríamos que la máquina se parara", apunta por teléfono Cullell. "Fue una puesta de escena muy protocolaria y en la que Bermúdez de Castro también recordó que uno de los decretos incluía consecuencias para los que incumplieran las órdenes", subraya Cullell. 

Acatar el "mandato técnico"

El ‘señor 155’ les explicó cómo esperaban trabajar. Rajoy había convocado las elecciones el 21 de diciembre y, en principio, se preveía que la intervención durara apenas tres meses, hasta que el nuevo Gobierno tomara posesión. Las desavenencias independentistas, sin embargo, alargaron la situación hasta junio.

"Bermúdez de Castro nos dejó claro que las decisiones políticas se tomarían en Madrid y que nosotros solo tendríamos que encargarnos de la coordinación técnica", afirma Cullell. El todavía secretario de Govern recuerda que el enviado de Rajoy "reflexionó sobre cómo se había podido llegar hasta la DUI". "Yo le comenté que no nos íbamos a convencer el uno al otro y que no valía la pena entrar en el debate político. Nos limitaríamos a aceptar el mandato técnico", añade. El tono de la conversación fue mejorando poco a poco. Ayudó el fútbol. Nin habló del Nàstic y Bermúdez de Castro, del Huesca.

La reunión acabó antes de la una y poco después la noticia estalló: Carles Puigdemont había huido a Bélgica. "Nos enteramos cuando estábamos de vuelta en la Delegación", rememora el secretario de Estado antes de señalar, sin disimulado alivio, que ese fue un capítulo que no le tocó gestionar.

Los encuentros entre Nin, Cullell y los enviados de la Moncloa siguieron hasta mayo, aunque el escenario cambió. En noviembre, los representantes del Ejecutivo catalán propusieron celebrar las dos reuniones que tenían cada semana en unos despachos del Palau de Pedralbes, donde se ubica la sede la Unión por el Mediterráneo. Al final de una de esas citas en diciembre, cuando todos pensaban que al 155 le quedaba poco porque llegaban las urnas, hasta les ofrecieron hacer una visita guiada por el Palau, recuerda el secretario de Estado. Nin, como responsable de protocolo de Presidència, les acompañó. "Fue el ejemplo de que ellos habían encajado mejor de lo que nos temíamos lo que nos tocó hacer. La profesionalidad y la vuelta a la legalidad ganaron", acaba Bermúdez de Castro antes de irse a una reunión de su nueva vida en LaLiga.