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El auge de la ultraderecha, ¿la excepción española?

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zentauroepp45378846 vox181007164502 / MANU FERNÁNDEZ / AP

Miriam Ruiz Castro

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La semilla que dejó la crisis económica alumbró en Europa movimientos antieuropeos, xenófobos y ultraderechistas. España había sido regada con los mismos ingredientes: paro, desigualdad, pobreza y fuerte inmigración, pero no dio los mismos frutos. Históricamente, los españoles se sitúan a sí mismos en posiciones de centro izquierda. En el último barómetro del CIS, en el extremo derecho solo se coloca un 1%, frente al 4,4% que lo hace en el extremo izquierdo. La dictadura dio 30 años de ventaja a los países vecinos para que la derecha se reinventara. Mientras, aquí seguía siendo una opción política "atomizada, fragmentada, nostálgica y sin recorrido", como señala el historiador Xavier Casals.

"El pasado autoritario de España es reciente y ha sido vivido por casi la mitad de la población actual", añade la investigadora del Real Instituto Elcano Carmen González, que constata que España era la excepción a los movimientos xenófobos del resto de Europa. El último CIS brinda al partido de extrema derecha Vox un 1,4% de los votos, siete veces más de lo que cosechó en las generales, a las que se presentó con un eslogan prestado: "Hacer España grande otra vez". Que se sienten en el Parlamento es improbable pero impredecible, según los expertos.

El discurso antiinmigración tenía difícil encaje en un país de emigrantes hasta hace apenas unas décadas. Según el último eurobarómetro, solo el 6% de los españoles considera la inmigración un problema a nivel nacional, frente al 21% de media de la Unión Europea. Lo mismo ocurre con los refugiados: el 86% de los españoles creen que hay que ayudarles frente al 67% de media europea. En el CIS, el porcentaje de ciudadanos que situaba la inmigración como el principal problema no ha superado el 10% en los últimos ocho años. Hasta este verano. Las dos últimas encuestas elevan el 3,5% de junio al 11,1% de julio y 15,6% de agosto. Y es aquí donde la extrema derecha podría empezar a abrirse un hueco: "Vox lleva desde antes de verano haciendo campaña en Ceuta y Melilla, exigiendo construir un muro, como Trump".

Identidad nacional y 'procés'

España es un país de autonomías en el que conviven diversas identidades y donde el abuso de los símbolos nacionales durante el franquismo trajo consigo un rechazo a cualquier tipo de exaltación patriótica. Pero en el último año es también un país en el que las banderas españolas ondean en los balcones. ¿El motivo? Catalunya. "El secesionismo moviliza a la ultraderecha española ahora como lo hizo en el pasado. El ultranacionalismo español se configuró en torno a su oposición al troceamiento de España", señala Casals. "El 'procés' ha producido una reacción. No es que nos sintamos más españoles, es que se ha roto el tabú para expresarlo", coincide González.

Vox ha encontrado hueco en el antisecesionismo, pero también en la memoria histórica y en la recomposición del espacio de centro derecha. "Ciudadanos y el PP pugnan por ocupar aparentemente un mismo espacio y Vox se ha logrado dibujar una parcela del electorado", indica Casals. "El PP cuando está gobernando es más de centro que cuando está en la oposición, estar en el Gobierno obliga a centrarse", señala González.

Casi tres de cada cuatro personas que se coloca en la extrema derecha aseguran que votarían al PP si se celebrasen elecciones, frente al 10,3% que apostaría por Vox. El PP sigue siendo su voto útil, y la llegada de Pablo Casado ha traído consigo un discurso más escorado. "La nueva dirección del PP está enfatizando cosas como la familia tradicional que antes no estaba promocionando. Es una cierta derechización, pero muy pequeña", indica González. "Los seguidores del PP estaban descontentos con la gestión del 1-O en Catalunya y también les puede haber desconcertado la abstención del PP a la exhumación de Franco", apostilla Casals.

Ejemplos europeos

En Europa, al presidente austríaco le funcionó la estrategia de derechizarse para atraer electorado del radical FPO, con quien ha acabado formando gobierno. "Ha conseguido ganar pero ha desplazado todo el mapa político y ha instaurado ahí una competición política complicada. En Francia, la aproximación de la derecha hacia el lepenismo para cortocircuitar su efecto ha beneficiado a Le Pen, porque el electorado siempre prefiere el original a la copia. Si Pablo Casado disputa el voto a Vox, eso puede hacer que el PP atraiga a ese electorado o al revés, que de mayor audiencia y legitimidad a su discurso", indica Casals.

En España, el voto protesta cuajó en partidos como Podemos. "Cuando se ha producido esta demanda no había en la derecha una formación con caras conocidas. De haberla habido, ¿se hubiera producido este voto? No lo sabemos", señala Casals. "Es un círculo. La oferta puede aparecer pero si no tiene eco nunca llega a ser muy visible. Ha habido individuos con ese discurso, pero no tenían éxito porque el público no lo aceptaba", concluye Fernández.

Ultraderecha local

El fascismo se prolongó en España mucho más que en sus países vecinos. Tras la muerte de Franco, el deseo de "reconciliación nacional" provocó el rechazo del electorado a los partidos que el caudillo dejó huérfanos. La Alianza Popular de Manuel Fraga se hizo con el "franquismo sociológico". Solo en 1979 hubo un partido de ultraderecha con representación institucional: Fuerza Nueva sentó a Blas Piñar en el Congreso por Madrid con un 2,1% de los votos. Pero su éxito fue efímero. No volvió a obtener representación y acabó disolviéndose. Alianza Popular fue el partido que aglutinó el voto de derechas, más centrada y también más extrema, y solo quedaron pequeños fragmentos nostálgicos de lo que un día fue el Movimiento.

Hasta el 2003 no apareció una oferta de extrema derecha con cierta representación, esta vez municipal. Plataforma per Catalunya, de Josep Anglada, abanderó un discurso antiinmigración que lo llevó a los 67 ediles del 2011. Pero no cuajó. En el 2015, cuando el secesionismo copaba ya todo el discurso político en Catalunya, el partido que promulgaba "primero los de casa" cayó hasta los 8 concejales. También Valencia tuvo su marca ultra, España 2000, aunque mucho más residual, y Madrid, con colectivos como Hogar Social. "Lo primero que hace un grupo de ultraderecha que se organiza en Barcelona es crear una revista, en Madrid diseña un uniforme y en Valencia abre un gimnasio", resume el escritor Juan Carlos Castillón y recoge Casals en uno de sus libros.