ENTREVISTA AL EXPORTAVOZ DE CATALUNYA SÍ QUE ES POT

Joan Coscubiela: "El 6 y 7 de septiembre empezó el retroceso nacional de Catalunya"

"Me hubiera gustado votar 'no' a la ley del referéndum. Fue un error que los 'comuns' apoyaran el 1-O"

Roger Pascual

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El discurso de Joan Coscubiela es de los momentos más recordados de los días 6 y 7 de septiembre. Los aplausos que recibió de Cs, PP y PSC le granjearon críticas tanto entre los independentistas como entre algunos miembros de la convulsa Catalunya Sí que es Pot. Aquella intervención le llevó a escribir sus vivencias de aquel convulso otoño en el libro 'Empantanados'.

¿Cómo valora un año después aquellos dos intensos días?

Políticamente, el 6 y 7 empezó un proceso de degradación política y retroceso nacional espectacular; personalmente, satisfecho por haber puesto voz a mucha gente.

Avisaba entonces que esos días podían dejar una pisada irreversible en términos negativos. ¿Ha sido así?

Desgraciadamente sí, porque terminó instalando en la consciencia de alguna gente que la democracia consiste en que la mayoría lo puede todo, incluso vulnerar las normas, pisotear los derechos de las minorías. Se empezó el camino de la unilateralidad ficticia y suicida y también se empezó a degradar el lenguaje, con PP y Cs hablando de golpe de Estado. El uso perverso del lenguaje desde entonces ha ido 'in crescendo'. 

Para señalar que las mayorías no lo pueden todo, llegó a hacer el paralelismo con la pena de muerte.

Puse de manifiesto la reducción al absurdo. La idea de que el Parlament lo puede discutir todo es democráticamente perversa. Si ese axioma fuera cierto el Parlament podría reinstaurar la pena de muerte y evidentemente no puede. Recuerdo la cara molesta de Puigdemont, supongo porque vio que su argumento que se le rompía. Un año después se sigue diciendo lo mismo. Todo el debate de los lazos refleja la degradación democrática: de la libertad de expresión por un lado y por el otro del uso de la crispación.

En el libro señalaba que Ciutadans ha olido sangre política. ¿Le preocupa que quiera tensionar las calles?

Cuando lo publiqué desde Ciutadans me criticaron que eso era injusto. Un año después se ha confirmado que la estrategia iba por aquí.

Viendo la deriva que han tenido, ¿le molestan sus aplausos el 6 y 7?

No, porque no me aplaudieron porque yo apoyara la crispación. No me molesta coincidir con quien sea en la defensa de los valores democráticos y de las minorías. Los aplausos más importantes para mí son los de mucha gente de izquierdas que me ha manifestado en Catalunya y España que se sentían representados por esas palabras.

Le dijo a la CUP que ya podía inundar Catalunya de tuits que no la callarían. ¿Sin Twitter hubiera sido todo muy distinto?

En lo fundamental habría sido igual, pero las redes han permitido magnificarlo.  Mucha gente da mucha importancia al tuit de Gabriel Rufián sobre las 155 monedas de plata pero aquello no fue lo determinante del cambio de actitud de Puigdemont. Él sabía que se encontraría con la oposición y oportunismo de ERC. Llevaba tiempo jugando al gato y al ratón para ver quién sería el culpable de que la ficción no siguiera adelante. Lo que hace rectificar a Puigdemont es que se da cuenta de que el movimiento independentista ha adquirido vida propia. Y que su gente no puede ir a los pueblos a decirles a los independentistas que lo que os contamos era una ficción, un farol en palabras de Clara Ponsatí. Ese fue el factor determinante. 

¿Cree que tendría que haber más personas que, como Ponsatí, dijeran que iban de farol?

Cinco años de ficción hacen que la bola sea cada vez más grande y que tenga mucho peso. Nadie se atrevió a decirlo. Algunos intelectuales del independentismo se han atrevido a poner en duda la estrategia y han sido machados, tildados de traidores. La lista de traidores es tan grande que ya no que agente de pura sangre. Hay gente que ha hecho digestión política pero el factor hegemónico sigue trabajando para convertir una gran ilusión en una gran ficción. Entonces la ficción eran las estructuras de Estado y desconexión; ahora, la búsqueda del momento que volverá a producir las condiciones para tirar adelante. 

¿Creía que no habría absolutamente nada preparado?

Sí, era evidente. Lo había discutido con gente del departamento de Econòmia y también con diputados de la CUP como Albert Botran y Benet Salellas. Las leyes para ser impuestas requieren la fuerza física del Estado. Sin fuerza no hay Estado. Sin Estado no hay leyes. Y si no hay leyes no hay desconexión. No había nada. No es que faltara un detalle es que nunca fue verdad nada: ni estructuras de Estado, ni opción de pasar de la legislación española a la catalana. Se había montado un castillo de cartón-piedra. Fue una estafa política con los independentistas como primeros perjudicados. 

¿Se abstendría hoy, como hizo, de la ley del referéndum? ¿Habría apretado más para votar en contra?

Es lo que a mí y a la mayoría de Catalunya Sí que Es Pot nos hubiera gustado. Por cosas que pasan en los espacio políticos tuvimos que aceptar la abstención.

¿Viendo el uso que se ha hecho del 1-O, cree que los 'comuns' se equivocaron avalándolo?

Clarísimamente se equivocaron. No hacía falta ser vidente para saber que cualquier participación, aunque fuera en forma de movilización, sería puesta al servicio de la estrategia de la desconexión unilateral.  Por eso yo no fui. Fue un error que los 'comuns' apoyaran ir al 1-O y fue un error la razón por la que se fue, por un concepto táctico de la política. Se creía que el desgaste ante determinados sectores de la sociedad sería menor. 

¿Cuándo saldremos del empantanamiento?  

Hoy la solución al conflicto está más lejana que hace un año porque hay más polarización. Si no hay solución con gente en prisión en función de cuál sea la sentencia la cosa no solo se cronifica sino que además se agrava. Es muy preocupante. Si la judicialización fue un error brutal, las consecuencias pueden ser un drama.