50 Aniversario del primer asesinato de ETA

Etxebarrieta contra Pardines medio siglo después

Etxebarrieta y Pardines

Etxebarrieta y Pardines / EL PERIÓDICO

Juan José Fernández

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Fue la cuidada caligrafía de Benigno Rocamonde, cura de la parroquia coruñesa de Malpica de Bergantiños, la primera en anotar el nombre de ETA en el archivo de un camposanto.

El 10 de junio de 1968, el sacerdote inscribió el entierro de su feligrés José Antonio Pardines Arcay, guardia civil que perdió la vida "el día siete de junio en Villabona (Guipúzcoa) asesinado por separatistas de la ETA", dice la nota. Se cumplen ahora 50 años. A partir de aquel apunte a mano, las siglas de la banda terrorista aparecerían en otros 828 fúnebres documentos de forenses, investigadores y archiveros de cementerios de toda España.

El cura Rocamonde ya no puede contar qué sabía de la recien nacida ETA cuando escribió la anotación. Los vecinos de Malpica, que lo tuvieron de párroco 54 años, lo enterraron en agosto de 2011. En el cementerio de San Julián, que rigió, José Antonio Pardines comparte nicho con su madre, Estrella, que fue ‘atadora’ de redes en el puerto pesquero. El viento de la Costa da Morte azota el lugar a diario, sacudiendo los abrigos de los visitantes como en un cuadro romántico.

A 589 kilómetros de allí, en el cementerio de Vistalegre de Derio, humedecida por una similiar brisa del norte, está la tumba de Francisco Javier ‘Txabi’ Etxebarrieta Ortiz, el hombre que mató a Pardines en una cuneta del kilómetro 446 de la antigua Nacional I, cometiendo un crimen fundacional. El etarra murió apenas dos horas después que su víctima, y también a tiros, cuando, en su huída, se enfrentó con la Guardia Civil en el cruce de Benta Haundi, en la localidad guipuzcoana de Tolosa.

Ambas tumbas, la gallega y la vasca, tienen en común no solo la fecha de la muerte: 7 de junio. También el que las ocupen los restos de dos veinteañeros –23 años tenía Etxebarrieta y 25 Pardines– cuyo cruce de destinos inauguró la negra historia de ETA.

Hasta la tumba de Derio tienen previsto acudir este jueves a depositar flores los admiradores de la figura de Etxebarrieta, glosada hasta la hagiografía como intelectual y activista en libros de la editorial Txalaparta que han leído varias generaciones del moderno nacionalismo vasco.

Se trata de un homenaje encuadrado en el programa que ha organizado la Etxebarrieta Memoria Elkartea, sociedad que reivindica al primer etarra que apretó el gatillo. La asociación figura en los archivos del Gobierno Vasco como entidad “cultural”, cuyos estatutos la dicen dedicada a "la memoria histórica". Se constituyó el 1 de diciembre de 2017, pero no se legalizó hasta el 27 de febrero pasado.

Para este mismo jueves, a las 7 de la tarde, ha convocado esa entidad una manifestación junto a la iglesia bilbaína de San Antón. El pasado día 2, en Tolosa, organizó una marcha hasta Benta Haundi, otra ofrenda floral y un banquete de un centenar de comensales.

En el escenario, tras un aurresku en honor de Etxebarrieta, la histórica dirigente aberzale Itziar Aizpurua pronunció un discurso mirando de vez en cuando a una foto recortada del etarra. "Esos sí que fueron verdaderos gudaris, ¡los que lo dieron todo, hasta su vida!", clamó.

También este jueves, la asociación vasca Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) va a denunciar esos homenajes ante la Audiencia Nacional. Argumentará un delito de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas. "Los disparos de Etxebarrieta abieron la veda a los crímenes de ETA –dice la denuncia–. Su responsabilidad histórica en la trayectoria de la banda terrorista es decisiva. Por eso es especialmente grave que se le encumbre como héroe".

El texto de la querella resume el pulso que las víctimas de ETA y la izquierda aberzale sostienen en torno a la memoria. Del concepto de "relato" se llenó el discurso de Juan Ignacio Zoido durante su último acto como ministro del Interior, el 29 de mayo, en el cuartel donostiarra de la Guardia Civil en Intxaurrondo. Zoido inauguró un pebetero en memoria de Pardines y otros 213 guardias asesinados por ETA. 

Cinco tiros

Fue el primero de una serie de homenajes que se sucederán hasta el próximo domingo. El más espontáneo, el mismo día 29, cuando varios agentes de Tráfico acudieron a la cuneta donde murió su compañero, se cuadraron y saludaron militarmente. El más oficial, el del proximo domingo, un desfile de la Guardia Civil en Malpica. Y entre medidas, una misa en el pueblo gallego este martes, la colocación allí de un monolito tallado por la Escuela de Canteros de Pontevedra y un coloquio de la Asociación Pro Guardia Civil en el auditorio Abanca de A Coruña. Y además, presentaciones del libro “Pardines, cuando ETA empezó a matar” (Tecnos) organizadas por la Xunta de Galicia y el Memorial Víctimas del Terrorismo, y proyecciones del documental “Nacional I”, promocionado por la Fundación Miguel Ángel Blanco.

Pardines no había cumplido aún su cuarto año en la Guardia Civil, el Cuerpo en el que militaron su padre y su abuelo. Etxebarrieta estudiaba Económicas en la facultad de Sarriko, leía a Unamuno y escribía poesía cuando no lo arrebataban las calenturas políticas y se ponía a ensayar ante el espejo posturas pistola en mano.

A la hora de la comida del 7 de junio de 1968, en la Comandancia, a Pardines le hablaron de unas placas de matrícula de Zaragoza robadas. A las cinco de la tarde, ya controlando el tráfico en la A1, vio llegar un seat 850 blanco con matrícula Z-73956 y lo paró. A bordo iban Etxebarrieta y su compañero Ignacio Miguel Sarasketa. Pardines, con la documentación en la mano, les requirió los papeles y les ordenó que abrieran el capó, miró el número del bastidor, levantó la cabeza y dijo: "Esto no coincide". Etxebarrieta ya le estaba apuntando a la cabeza, pero le dio en una clavícula. El guardia fue rematado en el suelo de otros cuatro tiros en el pecho.

Etxebarrieta y Sarasketa salieron a toda velocidad, cambiaron de coche, a un 600, en Tolosa con ayuda de un colaborador y salieron hacia Benta Haundi. Allí les encontró la Guardia Civil. Sarasketa y el ayudante huyeron; Etxebarrieta se quedó y sacó la pistola.   

"¿Por qué no se escaralló él solo?"

La historia de Etxebarrieta y Pardines se ha contado varias veces según se iban cumpliendo efemérides redondas. Las muertes de ambos están fijadas en los imaginarios colectivos de los guardias civiles destinados en Guipúzcoa y los militantes de la izquierda aberzale. Pero solo a los círculos íntimos pertenecen detalles como que Etxebarrieta cayó de bruces cuando lo alcanzó una bala en el pecho; o que en la cartera llevaba un DNI falso y una foto de Isabel, su novia. O el dolor profundo y silencioso de años de olvido que pasaron José y Manuel, el padre y el hermano del guardia, en épocas en las que ninguna instancia oficial conmemoró el crimen.

José ya murió. Manuel, de 70 años, que fue alcalde de Malpica por el PP y ha sobrevivido a una dura enfermedad, ya no quiere hablar con la prensa ni asistir a homenajes que le hunden en el dolor. Cada año acabado en 8 es para él una tortura. Sin explicarse aún el asesinato, de vez en cuando recuerda con los amigos que José Antonio entró por los pelos en la Guardia Civil, pues medía 1,66, un centímetro más de la talla mínima; o lo bien que José Antonio jugaba al fútbol, en el club amateur Victoria de San Lázaro. "Cuanto uno no tiene sentido, ¿por qué no se tira por una pendiente y se escaralla él solo, en vez de pegarle un tiro a otro?", suele mascullar cuando habla del crimen.

A esa intrahistoria pertenece también el anónimo que, unos meses antes, habían recibido algunas mujeres de guardias civiles de San Sebastián: "Días peligrosos han llegado para ustedes. Todas las fuerzas patrióticas del País Vasco están en pide de guerra; por eso no sería de extrañar que cualquier día que su marido se aventure a salir por el monte (porque sabemos que sale), o por caminos extraños, aparezca con la cabeza separada del tronco o con el cuerpo agujereado a balazos". Pardines era soltero.   

"Por lo que le conocí, estoy seguro de que Txabi, hasta la hora de su muerte, huyó  totalmente sobrepasado por lo que había hecho. Y también estoy seguro de que Pardines, cuando murió, no tenía ni idea de qué era ETA", sostiene Eduardo ‘Teo’ Uriarte, que fue compañero de Etxebarrieta en aquella primera ETA, que pasó por dos condenas a muerte, que se salvó con la amnistía y que ha vivido la experiencia política como concejal en Bilbao por el PSE-Euskadiko Ezkerra.

Para Uriarte, los homenajes de hoy son continuación de "una sacralización del fallecido" que se inició cuando Eskubi Larraz, jefe de ETA en 1968, “ordenó que había que convertir a Txabi en un mito. A partir de ahí se hizo pasar su figura por los artilugios artificiales de la propaganda, una mala jugada manipulada por el nacionalismo”.

Entre las anécdotas íntimas de aquellos días, guarda Uriarte el recuerdo de una noche imprimiendo en multicopista ejemplares de ‘Zutik!’ (‘¡En pie!,’ boletín interno de ETA) en un caserío de Berango (Vizcaya). Fue poco antes del 7 de junio. "Cogí un ejemplar y me puse a leerlo -cuenta-. Etxebarrieta escribía un artículo en el que avanzaba: ‘Dentro de poco tendremos un muerto’. Yo me dije: ‘Joder, qué cosas escribe este tío’”.

Homenajes

Medio siglo después se sabe que a Pardines no le mataron las balas de una sola pistola. Pero el otro etarra que iba en el 850, Sarasketa, ya no vive para explicarlo. A partir de aquel asesinato pasó a un segundo plano, apartado de las armas, como discreto corrector de textos en editoriales abertzales.

A Sarasqueta nadie le hace un homenaje. No está en el panteón creado por la izquierda abertale como Etxebarrieta. El pasado día 2 encabezó la ofrenda floral la concejala de EH Bildu en Bilbao Aitziber Ibaibarriaga Etxebarrieta, sobrina nieta del etarra. Los Etxebarrieta han formado una aristocracia venerada en su comunidad política.

A la concejala le acompañó en la marcha el expreso de ETA José Antonio López Ruiz, Kubati, pero no hay participación oficial en los homenajes de la asociación de familias de presos Etxerat. "Somos una asociación de familiares y amigos que no eligimos ser familiares ni amigos. No participamos en homenajes ni en ongi-etorris (bienvenidas)", explica su portavoz, Urtzi Errazkin.

Consuelo Ordóñez, presidenta de COVITE y promotora de la denuncia por los actos en memoria de Etxebarrieta, no confía en que su querella prospere en los tribunales. Su asociación ha interpuesto desde 2016 doce denuncias por homenajes a presos excarcelados, y seis han fracasado ya en la Audiencia Nacional que, invariablemente, no aprecia contenido penal en los actos. Entre los casos que han perdido, un homenaje al etarra Javier Balerdi Aranguren en San Sebastián. Los organizadores eligieron para celebrarlo una acera bajo las ventanas de la casa de una de sus víctimas.

Para los homenajes a Etxebarrieta, "han desarrollado un merchandising de camisetas, libros, logotipos con sus gafas –dice Ordóñez–. ¿Alguien entendería en Barcelona que una fundación integrista islámica homenajeara públicamente a un terrorista que atentó en la rambla? Yo no sé si estos homenajes son ilegales; sí sé que son inmorales".

La eurodiputada y víctima de ETA Maite Pagazurtundúa, que también deplora estas conmemoraciones, cree que "los herederos de ETA buscan manipular la percepción del pasado. Hay enaltecimiento del terrorista por haberlo sido, y gran cantidad de tiempo y dinero dedicado a esta estrategia. Cuando se jalea a etarras como héroes no es algo privado, es algo de intenso contenido público".

En Malpica, el teniente de alcalde Miguel Ángel Fernández, amigo de los Pardines, asiste con melancolía a las conmemoraciones. "Si le hubieran dejado vivir, hoy sería un abuelo de 75 años", dice. Quizá uno de tantos que esta primavera se asoman a la baranda del puerto coruñés para ver marchar y venir a sus cada vez más escasos barcos de pesca.

Cada tarde del último mes, si no ha hecho demasiado mal tiempo, cuatro pelotaris se han juntado en el frontón de Hernani (Guipúzcoa) para jugar una liga local de Paleta. Sus lanzamientos restallan contra la pared de impoluto verde oscuro. Aún se puede decir que está recien pintada.