LA VIOLENCIA EN LA TRANSICIÓN
La investigación del atentado contra Joan Fuster duró solo un mes
Un libro ha destapado que el atentado terrorista que sufrió en 1981 en su propia casa el intelectual valenciano Joan Fuster, que siempre se ha vinculado a la extrema derecha, solo se investigó durante 29 días antes de ser archivado y que la Policía no llegó a interrogar a ningún sospechoso.
La obra se llama 'Matar Joan Fuster' (Austrohongaresa de Vapors) porque su autor, Francesc Bayarri, periodista de la Universitat de València, tiene claro tras su detallada investigación que el objetivo era eliminarle. “Usaron técnicas y material terrorista y la propia investigación policial lo demuestra”, explica. “Ha pasado el tiempo y la gente lo confunde con los insultos, amenazas o la violencia de baja intensidad de aquella época, que incluyó por ejemplo tres años antes otro ataque a Fuster del que él hablaba como ‘un petardo’. Pero esto fue un atentado terrorista”, subraya.
Los daños materiales fueron cuantiosos y aunque no hubo muertos, Bayarri apunta a que “pudo haber sido la mayor masacre de la época”. El libro recuerda que aquella madrugada de septiembre Fuster estaba en casa con dos amigos charlando de literatura cuando estalló una primera bomba. “Era un kilo dinamita y con eso ya puedes matar a alguien pero estaba estudiado para que saliera a comprobar los daños y entonces estallara la segunda, que tenía dos kilos”, narra. “Pudo pasar cualquier cosa, porque Fuster salió con sus amigos y acudieron otros tres vecinos. Cuando Fuster y otro entraron de nuevo en la casa, uno de los vecinos vio que salía humo de otro artefacto y se refugiaron. Si hubieran tardado cinco segundos más hubiera sido una masacre”, afirma.
El libro desvela el auto judicial y también detalles de la investigación, como el análisis de los explosivos que se usaron. “Era Goma 2, como la que utilizaba ETA en aquella época, y está claro que no todo el mundo podía tener acceso a ese tipo de explosivo. Había que tener unas conexiones muy determinadas”, señala. Pese a que todo apuntaba a la extrema derecha, que había amenazado en muchas ocasiones a Fuster, no se interrogó ningún sospechoso, solo a los testigos. “Ni la Policía llevó nuevas pruebas ni el juez las pidió, tampoco el fiscal”, recalca.
Bayarri apunta que no es posible afirmar a qué se debió la falta de ímpetu de la investigación aunque subraya que se conocen de sobra “las conexiones entre las estructuras heredadas de la dictadura y la extrema derecha, no hubo ruptura sino transición y muchas de los aparatos del estado estaban en sus manos”. También aporta su propia explicación a por qué salvo alguna falsa reivindicación nadie presumió nunca del crimen. “Creo que alguna instancia vio que se había llegado demasiado lejos, que solo una casualidad evitó una masacre e hizo que se mantuviera la discreción”, desliza.
La investigación sobre el atentado a Fuster ocupa más de la mitad del libro que también incluye historias como la de Amado Granell, el castellonense que encabezó la liberación de Paris en la Segunda Guerra Mundial o las indagaciones sobre la protección que recibieron algunos nazis croatas para refugiarse en la Comunitat Valenciana.
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