ENTREVISTA

Josep Martí Blanch: "Para que la UE interviniera, los catalanes nos tendríamos que estar matando"

Josep Martí Blanch

Josep Martí Blanch / ALBERT BERTRAN

Daniel G. Sastre

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Josep Martí Blanch (L'Ametlla de Mar, 1970) fue secretario de Comunicació de los gobiernos de Artur Mas. Ahora, en 'Cómo ganamos el proceso y perdimos la república' (ED Libros), analiza cómo hemos llegado hasta aquí y presenta una "pista de aterrizaje" para el independentismo.

-Prevé una crisis de Estado que perdurará. ¿Quién tiene la principal parte de culpa?

-Existe la tendencia de juzgar las cosas por su final. Los errores del independentismo institucional del último tramo del 'procés' le otorgan una gran responsabilidad del callejón sin salida actual. Pero si entiendes el 'procés' como algo que empieza en el 2012, la principal carga de culpa está en manos del Estado. El Estado, no solo el PP.

-¿Cuál fue el principal error del independentismo?

-La DUI es la guinda más vistosa, y probablemente la más trascendente, porque es la que añade más tensión y tiene unos efectos más destructivos del 'procés'. Fue un error mayúsculo, y es el último eslabón de una cadena de errores que empieza en el 2015, con la negativa a leer bien el resultado de las elecciones. Luego se entra en una especie de dinámica asamblearia que externaliza la responsabilidad. La calle dicta directrices y tú solo ejecutas. Y llega un momento en que nadie es capaz de hacer ejercicios de liderazgo negativo, de intentar introducir las rectificaciones que habrían sido necesarias.

-Antes del 27 de octubre, usted abogó por convocar elecciones. ¿Qué debió hacer el soberanismo después del 1 de octubre?

-Incluso antes del 1 de octubre, el soberanismo debía no expulsar de la ecuación a los 'processistes'. Hay un momento en este viaje, como en todo proceso revolucionario, en el que se descarta a los moderados. Al final, se entendió que para acabar la partida había que expulsar a los que pensaban que aquello era un proceso largo y político, incompatible con el 'tenim pressa' y la necesidad de acabar. Yo creo que no se podían poner fechas en el calendario. Una parte del soberanismo creía que el 'procés' era coyuntural, y que por tanto había que aprovechar la oportunidad. Si hubiera creído que es estructural, a lo mejor no habríamos caído en el 'ahora o nunca', o el 'todo o nada'.

-¿Qué quiere decir el título del libro, 'Cómo ganamos el proceso y perdimos la república'?

-Se consigue hacer transversal el derecho a decidir, con una bolsa de más de dos millones de personas. Eso es un proceso. ¿Por qué matar el proceso si aún no ha llegado la hora de hacer la república? El título es un poco tramposo: no se puede perder algo que no tienes, nunca hubo las circunstancias para hacer una república. ¿Algún día será viable? Pues no lo sé. Pero está claro que el recorrido de la Transición se ha acabado, y que el Estado está en crisis. El futuro dependerá de cómo jueguen las cartas todos los actores políticos.

-¿El objetivo del 'procés' siempre fue sentar al Estado en una mesa de negociación?

-Sí. Yo creo que nadie se ha creído nunca que se pudiera llegar a un escenario de independencia por la vía unilateral. Todo ha sido doblar la apuesta, confiados en que el Estado se acabaría moviendo. Creo que este es uno de los elementos de fantasía sobre los que el 'procés' ha pivotado, y que han llevado a cometer errores. Otro fue creer que el Estado no puede utilizar según qué herramientas en el siglo XXI: eso es no entender qué es un Estado. Otro pensar que España era la URSS de 1989. Perdone, no: España es una democracia fuerte, consolidada a los ojos del mundo. Otro: la UE no podrá mirar hacia otro lado. Para que Catalunya fuera un problema para la UE nos tendríamos que estar matando por la calle, y eso no lo quieren ni los constitucionalistas ni los independentistas. La política es básicamente una lucha por el poder, y eso admite poco romanticismo y obliga a mucha inteligencia.

-¿Engañaron los dirigentes soberanistas a sus votantes, o pecaron de ingenuos? Puigdemont admitió un día antes de la DUI que no había nada preparado.

-Está a la vista que ha sido así. La política no existiría sin cierta hipérbole. Pero cuando estás haciendo en privado afirmaciones absolutamente contrarias a las públicas, eso es grave. A mí me parece grave que pocos días antes dirigentes fueran por los pueblos diciendo que todo estaba listo.

-Es muy crítico con la CUP. ¿El soberanismo se debería desvincular ya?

-A la CUP le tengo mucho respeto. Su proyecto político me resulta un infierno: yo eso no lo quiero, ni para mi gente ni para mi país, y el soberanismo debe aprender a librarse de elementos que estorban más que ayudan. Pero tengo un gran respeto por su inteligencia, porque con pocos diputados consiguieron colonizar el discurso del soberanismo, que habría tenido que mantenerse en la centralidad. Con 10 diputados, pusieron la unilateralidad y la desobediencia en el centro del debate. Puigdemont milita en el PDECat, pero tomó algunas decisiones que en realidad son de lógica 'cupaire'.

-Cuestiona también el mantra de que el 'procés' va de abajo arriba. ¿Sin los partidos políticos no habría sido posible su consideración?

-Seguro, aunque todo el mundo piense que es una verdad revelada. Sin opciones políticas que incentivaran y pusieran los altavoces no digo que el movimiento no existiera, pero... También sería mentira decir que esto se lo han inventado los políticos: aquí había un terreno abonado. Unos y otros se han ido retroalimentando.

-Entre el choque con el Estado y la formación de un Govern, ¿qué estrategia debería prevalecer ahora?

-El soberanismo, mentalmente, muchas veces trabaja pensando en un espejismo: sitúa el conflicto en términos de Catalunya contra el Estado. Se olvidan de algo fundamental: que en las últimas elecciones solo el 47% de Catalunya votó soberanismo. No puedes pensar que Catalunya es un bloque: la primera estrategia la debes hacer pensando solo en Catalunya. Y lo que la gente ha dicho es que no tienes mayoría para pasar por encima de la otra mitad. No es democrático hacerlo, no hay mandato democrático para hacer una DUI, para implementar una república. Si esto va de democracia, va de democracia también aquí. Por tanto, ya no existe pregunta: naturalmente que tienes que aterrizar.

-¿Se ha acabado la carrera política de una generación de dirigentes independentistas?

-Es muy difícil que toda la gente que desde primera línea ha pilotado un proyecto con una dirección determinada esté en disposición de poner en práctica otra estrategia. Eso pasa en todos los ámbitos de la vida. Además, desgraciadamente, habrá muchas carreras políticas abortadas durante mucho tiempo por decisiones judiciales que no son fáciles de entender. Porque hay una virtud que sí se ha mantenido hasta ahora: el soberanismo no ha cometido el error de caer en la violencia. Y este error que no has cometido es el que te atribuyen, y servirá como justificación para eliminar a toda una generación.