CAMINO DE LAS URNAS

Elecciones Catalunya: El juicio de las urnas

5,5 millones de catalanes deciden este jueves en un clima de excepcionalidad si pasan página del proceso independentista o dan una nueva oportunidad a sus promotores tras una legislatura de convulsiones

Estelada y bandera española en la manifestación del 3 de octubre en Barcelona contra la represión del 1-O

Estelada y bandera española en la manifestación del 3 de octubre en Barcelona contra la represión del 1-O / EMILIO MORENATTI

Jose Rico

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Con una papeleta en un sobre dentro de una urna, 5.554.394 catalanes tienen este jueves en su mano el poder de decisión sobre mucho más que la composición del nuevo Parlament. El hecho de votar en día laborable, algo nunca visto desde las acaballas de la transición, y de tener a un candidato en la cárcel y a otro huido de la justicia ejemplifican la excepcionalidad de una votación que determinará si Catalunya pasa la página del proceso independentista o concede otra oportunidad a sus impulsores un lustro después.

El fiasco de la DUI es un pesado lastre para los partidos secesionistas, pero la violenta represión del 1-O y el hachazo al autogobierno al calor del artículo 155 de la Carta Magna puede representar una bomba de relojería para las fuerzas constitucionalistas. La legislatura con más octanos de la democracia desemboca tras un último cuatrimestre de vértigo en los comicios más reñidos y con más incógnitas que los veteranos del lugar recuerdan.

1-¿Habrá mayoría independentista?

En el manual de ganadores y perdedores del 21-D, la viga maestra es el porcentaje de votos y el número de escaños que sumen ERCJunts per Catalunya y la CUP. Si las tres fuerzas no alcanzan el umbral de los 68 diputados, el 'procés' quedará herido de muerte por más que el independentismo pudiese volver a gobernar la Generalitat por falta de alternativa. Si revalidan la hegemonía parlamentaria (hoy fijada en 72 escaños) pero en papeletas siguen por debajo del 50% (el 47,8% cosecharon en el 2015), los secesionistas se verán obligados a modular su desafío, y paradójicamente eso les proporcionará un talismán de perlas para justificar la marcha atrás sin ser acusados de traidores.

En consecuencia, si se diera el hito de una mayoría independentista en votos, sobre los exsocios del Govern recaería la presión de redoblar el órdago tras haber quemado todos los cartuchos posibles y bajo la espada de Damocles del 155. No resulta difícil intuir que la reclamación de un referéndum legal renacería ya por tercera vez, pero los pasos concretos hasta esa lejana estación son una incógnita que republicanos y posconvergentes no han despejado en toda la campaña. Quizá porque no tienen claro el plan.

2-¿Quién ganará las elecciones?

Aunque no lo parezca, llegar a unos comicios autonómicos con la duda de quién los ganará es un escenario casi inédito. Las encuestas siempre han arrojado un favorito claro, quizá a excepción de aquel 1999 en que el PSC ganó en votos a CiU, pero en esta ocasión el triunfo en los sondeos ha basculado entre dos partidos antagónicos: ERC y Ciutadans. Con el encarcelamiento de Oriol Junqueras, los republicanos han dilapidado una ventaja demoscópica que venía de lejos y la formación de Inés Arrimadas se ha beneficiado de la polarización del voto no independentista.

Pero Junts per Catalunya, marca del 'exiliado expresident' Carles Puigdemont, y el PSC también han empujado con fuerza en una campaña muy marcada por el choque entre los dos grandes bloques, pero en la que se ha dejado notar una poco disimulada batalla dentro de cada uno de ellos.

3-¿Podrá gobernar el vencedor?

La amenaza de la ingobernabilidad y de una repetición electoral 'a la española' planea sobre el futuro Parlament. Los candidatos se han cruzado tantos vetos durante la campaña que, de convertirse en muros infranqueables tras el dictamen de las urnas, la investidura de un 'president' podría ser una misión imposible. Sorpresa sería que los independentistas no reeditasen su alianza si las matemáticas lo permiten, pero JxCat reivindica a Puigdemont como "presidente legítimo" y no le ha garantizado el apoyo a ERC aunque gane. Y además la CUP ha advertido de que no apoyará a un Govern que no persista en la vía unilateral.

Si juntos no llegan a 68 o se impone el disenso, las fuerzas constitucionalistas podrían intentar una carambola todavía más complicada. El socialista Miquel Iceta siempre tendría más opciones que Arrimadas porque puede aspirar a la querencia de todo el frente constitucionalista más los 'comuns', sobre los que a partir del viernes podrían descargarse todas las presiones de uno y otro bloque. Xavier Domènech le ha negado su ayuda a Arrimadas y a Puigdemont, aunque al mismo tiempo ha fijado como línea roja la repetición electoral. Así que quizá donde dijo Diego… o no.

4-¿Quién intentará la investidura?

Si vence ERC, la candidata ungida por Junqueras para ser la primera presidenta de la Generalitat es Marta Rovira, salvo que el líder del partido pudiese antes salir de prisión. Estando entre rejas puede ser diputado, pero necesitaría un permiso judicial para cualquier trámite parlamentario y para asistir a cada pleno. Pero sobre Rovira planea también la sombra de la imputación por su rol en la organización del 1-O, lo que podría forzar a Esquerra a tener que improvisar un 'plan c'.

La situación de Puigdemont no es mucho más boyante: podría recoger a distancia su acta de diputado pero no votar en los plenos. Y en cuanto pise suelo español será detenido. Con tantos obstáculos, 'expresident', exvicepresidente y el resto de presos y fugados a Bélgica podrían verse obligados a renunciar a sus escaños para no menguar una mayoría independentista que se antoja muy ajustada. Oficialmente, JxCat no tiene más candidato que Puigdemont, pero el realismo y las negociaciones poselectorales pueden obligarle a variar ese guion.

En el otro lado de la balanza, es probable que Arrimadas se lance a la piscina de investidura si gana los comicios, aunque las posibilidades de éxito sean escasas. Iceta también se ha propuesto el reto si la aritmética le deja cierto margen para convencer a los 'comuns' de que se abstengan con la nariz tapada, por aquello de compaginar su colaboración con la de Arrimadas y Xavier García Albiol. Un lance al que Domènech en principio se niega, máxime cuando la relación entre socialistas y 'comuns' baja enrarecida desde la ruptura de Ada Colau con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona en puertas de la campaña electoral.

5-¿Se batirá el récord de participación?

Aquí puede estar la clave de la jornada. La mayoría de encuestas han pronosticado para este jueves una movilización cercana o superior al 80%. Eso significaría batir el récord del 27 de septiembre del 2015, cuando votó el 74,95% del censo. ¿A qué bloque beneficiaría el repunte? Hace dos años, la diferencia en votos entre el bloque independentista y el contrario a la ruptura fue de 98.590 papeletas a favor de los segundos.

La principal bolsa de abstencionistas radica en los municipios más poblados del área metropolitana de Barcelona (territorio que suele ser bastante refractario al independentismo) y de las provincias de Lleida y Tarragona. Es decir, la mayor o menor potencia del voto urbano puede decidir unas elecciones muy disputadas. Pero incluso en estos núcleos, el listón de la participación ya quedó muy alto en aquellas “plebiscitarias”, por lo que el margen de movilización parece más bien estrecho.

6-¿Qué impacto tendrá en la política española?

La principal consecuencia del escrutinio catalán tiene un número marcado a fuego: 155. El Gobierno de Mariano Rajoy ha fijado como fecha de caducidad de la intervención del autogobierno el día que tome posesión el nuevo Ejecutivo catalán. Pero no faltan voces en el PP que coquetean con la amenaza de prolongarlo cuanto tiempo sea necesario si gobiernan los independentistas, al menos hasta confirmar que se han exorcizado las pulsiones rupturistas.

Para Rajoy, el uso del 155 como espantajo es la cara 'amable' de la moneda catalana, cuyo reverso podría suponerle un calvario. Al tratarse de vasos comunicantes, un resultado formidable de Ciutadans podría descalabrar al PP en Catalunya, lo que abocaría a Albiol a la dimisión y al presidente de Gobierno a tener que lidiar con un Albert Rivera crecido en Madrid. Y en el horizonte, los Presupuestos del 2018, la reforma de la financiación autonómica y, como siempre, la reforma constitucional de nunca empezar.

Por su parte, el PSOE y Podemos pueden representar la cara y la cruz de la noche electoral. Si los sondeos no han enloquecido, el PSC espera crecer por primera vez desde aquel 1999 en que Pasqual Maragall se impuso en votos. Iceta, el asidero más fiel de Pedro Sánchez, reforzaría así su papel en el socialismo español como contrapoder a las diezmadas huestes de Susana Díaz. En cuanto al nuevo experimento colauista de Catalunya en Comú-Podem, la llave de la gobernabilidad le serviría para disimular un posible batacazo, pero también le colocaría de nuevo ante la tesitura de evitar una repetición electoral, escarmentados (o no) por haber allanado el camino a la derecha en España.