PERFIL

El baile del mayor Trapero

El mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero.

El mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero. / periodico

Guillem Sànchez

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El mayor Josep Lluís Trapero explicó hace 5 años, en el primer discurso que dio en el Día de las Esquadres, que sentía cierta envidia de los cuerpos policiales americanos. Porque veía que a ellos sus ciudadanos los querían, que incluso se hacían fotografías con ellos, que lucían con orgullo su uniforme cuando sacaban a bailar a su pareja en las galas. "¿Por qué no podría pasar lo mismo aquí?", preguntó en voz alta.

Poco después, los Mossos comenzaron a celebrar un 'sopar de gala' en el que los policías bailaban con su pareja, vestidos de uniforme. En una de esas cenas, Trapero subió al escenario para cantar Paraules de amor. Y en la siguiente, la cantó a medias, acompañado de Joan Manuel Serrat. Pero el reconocimiento de los ciudadanos catalanes tardaría mucho más en llegar. No lo hizo hasta el 17 de agosto del 2017.

Ese día, unos jóvenes de Ripoll llevaron a cabo la peor matanza yihadista que ha vivido Catalunya. Los Mossos mataron a los seis terroristas que perpetraron el doble atentado en Barcelona y en Cambrils. Con el estallido de violencia terrorista parecieron quedar atrás heridas dolorosas, como la muerte de Juan Andrés Benítez en el Raval o la mutilación de Ester Quintana en una huelga general. De la noche a la mañana, los ciudadanos empezaron a hacerse fotografías con los agentes, como en Estados Unidos, como había soñado Trapero.

Durante los días que siguieron a aquella carnicería en la Rambla, Barcelona centró el interés informativo de medio planeta. Y el mayor se destapó como un comunicador excepcional. Tanto él como su mano derecha en el área comunicativa, la periodista Patrícia Plaja, se ganaron el elogio unánime. 

El reto imposible del 1-O

La consulta independentista del 1-O se ha llevado por delante a Trapero. El mayor, de ver su rostro y el lema "Bueno, pues molt bé, pues adiós" en camisetas –la frase con la que despidió a un periodista extranjero que protestó por el uso del catalán en una rueda de prensa– , ha pasado a ir a Madrid para declarar por un delito de sedición en la Audiencia Nacional, a ser destituido y a convivir con la amenaza de 15 años de prisión.

Inteligente, comprometido, honrado, obsesivo, soberbio… el liderazgo de Trapero ha sido personalista, en lo bueno y en lo malo. De él cuentan que cada vez que exponía a la cúpula los cambios que había meditado, eran muy pocos los que los cuestionaban. Su exposición era tan detallada, tan exhaustiva, tan madurada en solitario, que poco o nada cabía añadir. A medida que el 1 de octubre se acercaba, Trapero se concentró en buscar una salida al reto imposible que se le planteaba: ¿De qué manera podía devolver el cariño que por fin le entregaban los ciudadanos y ser fiel al Govern de Puigdemont sin desobedecer a la justicia española?

Nunca hubo ninguna opción de conciliar ambas cosas. Era imposible. Pero pensó que podría lograrlo.

Este sábado, cesado por el Ministerio de Interior, ha dejado de ser oficialmente el jefe de los Mossos. Todos los enemigos que le ha granjeado un carácter tempestuoso están de enhorabuena. No son pocos. Tampoco son la mayoría, que hoy está triste. Como lo está él. Aunque se marcha tras cumplir algunos sueños. Los policías ya bailan vestidos de uniforme. Y los ciudadanos quieren sus fotografías.