El 3-O, una jornada indescriptible

La incorregible Barcelona vive una 'jam session' de 'manis' todo el día que culmina con una macedonia de banderas en Universitat

Los manifestantes, entre ellos los bomberos, se desplazan de la escuela ramon Llull hasta plaza Catalunya.

Los manifestantes, entre ellos los bomberos, se desplazan de la escuela ramon Llull hasta plaza Catalunya. / periodico

Carles Cols / Barcelona

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La aplicación que viene de serie en el teléfono para llevar una vida sana dice que los pasos del día han sido 27.564, los datos móviles, por aquello de no perder comba de la actualidad, se han agotado, la batería ha sido necesario recargarla dos veces y, con todo, qué difícil sacar una conclusión de tan extraño día. Qué bien iría tener a Meyer Lansky a mano. Les cuento.

La cosa comienza a las 11 de la mañana, frente al Institut Jaume Balmes. Se cuelgan flores en la reja. El domingo hubo allí heridos. No los más graves del día, pero los hubo. Llega un aviso por el teléfono. Los bomberos están en la calle de Mallorca, a dos pasos de la Delegación del Gobierno. Toca ir. Son un centenar. Les sigue una notable multitud. A la cabeza (algo difícil de determinar dónde está realmente) dos bomberos, tenora en mano, interpretan (pse, pse..) la ‘Bella ciao’, canción tradicional de los Apeninos que los partisanos italianos convirtieron en un delicioso himno revolucionario. “Stamattina mi sono alzato e ho trovato l’invasor”. Se entiende a la perfección. Te despiertas y descubres que te han invadido, o sea que te despides de la pareja y partes a la lucha. Es una gran canción. Por ponerle un pero, pequeñito, basta recordar que Italia fue capaz de luchar en una misma guerra, la segunda mundial, en los dos bandos, primero con el Eje y después con los aliados, algo así como si una fuerza hoy independentista  hubiera ayudado al PP a aprobar, por ejemplo, la reforma laboral y la ley de partidos.

El día de Hamelín

Esa es cuestión para otro momento. El caso que los bomberos toman el paseo de Sant Joan y, chino chano, llegan hasta el Parlament. Aquello es un Hamelín. La Ciutadella se llena más que en la Mercè.

Surgen 'manis' como champiñones todo el día. El clímax es por la tarde. Comparten la calle los 'indepes', los republicanos y, más difícil todavía, los del PSUC y los de la CNT

Aún no es la una del mediodía, pero como lo que hay convocado es paro general, lo difícil se supone que será mover el bigote. La experiencia a veces es un grado. En 1988, en la gran huelga contra Felipe González, había un bar en El Prat, al otro lado del puente de la Zona Franca, que sirvió estupendos desayunos a los piquetes. Costillas a la brasa con alioli a las cinco de la madrugada. Fue un acierto pedirlas. El día fue muy largo. ¡Sin bares! Este 3-O, sin embargo, viene sin manual de instrucciones de lo que se supone que es una huelga o una jornada de protesta. Camino de la Via Laietana, tan llena a rebosar como la Ciutadella, aquello parecen unas jornadas gastronómicas. Se han disciplinadas colas con la ‘estelada’ como capa. Comienza a quedar claro que la experiencia, esta vez, no es un grado.

Esto no es una Diada, una meticulosamente organizada manifestación ‘ANC style’. Hay manis por toda la ciudad. Parece más Nueva York tras la rendición de Japón que una ciudad cabreada por las cargas policiales del pasado domingo, pero a poco que se para la oreja, las conversaciones van de eso, de la indignación. La desinhibición, en el sentido más noble del término, es absoluta. En Via Laietana, por ejemplo, los manifestantes rodean, por la cara y por el culo, el edificio de la Jefatura Superior de Policía. Antes las protestas pasaban por ahí, a veces había incidentes, pero rápidito se iba a otra parte. La protesta alrededor de aquel icono de la represión política es inaudito. Tiene, eso sí, truco. Los Mossos d’Esquadra están ahí plantados. Sin ellos, puede que la osadía no fuera tan descarada.

La nariz de Lansky

Son casi las seis y aún es difícil interpretar con tino la jornada. La cita mayúscula es en la plaza de la Universitat. No hay una cabeza de manifestación. Las banderas independentistas se mezclan con las republicanas, no de forma equitativa, por supuesto, pero la macedonía sorprende a propios y extraños. En España, una izquierda muy poco diestra y una derecha siniestra (es una cita prestada) parece que han logrado que hasta las rojinegras de la CNT y las comunistas del PSUC compartan la calle con lo que parecen clases medias 'indepes'. Vivir para ver.

Se echa de menos a Lansky. Fue un importante capo de la mafia de mediados del siglo XX, de los pocos que escaparon de Cuba cuando, contra pronóstico, llegó Fidel. De pequeño había huído de Rusia. “Conozco una revolución cuando la veo y esto es una revolución”, le dijo a su chófer. Menuda nariz, Qué envidia.