EL 'CASO GÜRTEL'

Míster Fantástico Rajoy

El presidente siempre ha escogido proteger al partido convencido de que a sus votantes les importa más la economía que la limpieza

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el pasado 12 de julio.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el pasado 12 de julio. / periodico

ANTÓN LOSADA / MADRID

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Todos los amantes de los superhéroes conocen a Reed RichardsMíster Fantástico, el líder de los Cuatro Fantásticos, el brillante científico quien, tras una exposición accidental a los rayos cósmicos, puede cambiar a voluntad su cuerpo a un estado súper maleable que le permite estirar, contraer, retorcer, alargar o remodelar su forma física, según le convenga para derrotar a sus supervillanos enemigos.

Aquí también tenemos un Míster Fantástico marca España cien por cien. No se trata de un ingeniero ni un físico de fama mundial, sino de un registrador y político de Pontevedra llamado Mariano Rajoy. El <strong>'caso Gürtel' </strong>es la prueba. Nadie puede contorsionarse como él para esquivar a sus perseguidores.  

PRIMERO AL VIEJO ESTILO

Cuando en el 2009 el juez Baltasar Garzón empezó a instruir el sumario 'Gürtel' sobre las denuncias de un concejal popular harto de no cobrar, Rajoy se encomendó a uno de sus recursos más clásicos: no tocar aquello que funciona. Decidió entonces adaptarse y repetir la estrategia que tan bien había funcionado cuando las escuchas al tesorero Rosendo Naseiro destaparon la financiación ilegal popular bajo Manuel Fraga. Con Federico Trillo al mando, se pusieron a ganar la batalla de sus votantes a base de difundir tesis conspirativas señalando enemigos externos y a frenar el procedimiento con el profuso derecho procesal español, siempre confortable para los acusados con dinero y buenos abogados. 

Casi les funciona. El juez del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) Antonio Pedreira archivó por falta de pruebas la causa contra <strong>Luis Bárcenas</strong> y el PP mientras Trillo llegaba a exigir al entonces ministro del Interior, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, que explicase el montaje contra Bárcenas y el PP. Todo era felicidad. Luis era fuerte, ya había sido despedido en diferido de común acuerdo con Rajoy y la justicia refrendaba las tesis conspirativas.

Pero la tozudez de Garzón, el supervillano por antonomasia para los populares, volvió a cruzarse en el camino. La Audiencia Nacional reabrió el caso recalcando que el TSJM carecía de competencias para archivarlo. Garzón pagaría cara su perseverancia. En el 2012, el mismo Tribunal Supremo que había validado varias veces las escuchas entre abogados y clientes para investigaciones de terrorismo o narcotráfico le inhabilitaba 11 años por haberlas ordenado para Francisco Correa y sus abogados.

CAMBIAR DE ESTRATEGIA LAS VECES QUE HAGA FALTA

La expulsión de Garzón tuvo, sin embargo, un efecto inesperado. El PP perdió de golpe su mejor argumento para denunciar una malévola persecución judicial contra la inocencia popular. La discreta e incluso frágil figura del juez Pablo Ruz no encajaba con la imagen del furibundo inquisidor. Una vez más Míster Fantástico Rajoy se estiró sin esfuerzo y cambió de estrategia. La trama contra el PP seguía fuera del PP pero ya no estaba ni en el Ministerio del Interior, ni en los juzgados. El enemigo exterior era ahora una banda de arribistas sin escrúpulos que se habían aprovechado de la buena fe de los populares; ladrones en el templo a quienes Rajoy, santo varón y superhéroe, había expulsado a la primera oportunidad.

Cuando los papeles y los míticos SMS donde le pedía a Bárcenas que aguantase salieron a la luz, desmontado la coartada de la aviesa trama contra el PP, Míster Fantástico Rajoy se contrajo al máximo para presentarse ante la opinión pública y el Congreso como un buen hombre cuyo único pecado había sido confiar demasiado en la persona equivocada. Cuando el extesorero empezaba a contemplar la oscuridad de su celda, Rajoy pasó al ataque y estiró su dialéctica para señalarle como "ese señor del que usted me habla y que ya no milita en el PP", mientras todos los dirigentes populares recorrían completa la escala de epítetos entre delincuente y criminal. Ante el primer amago de colaboración con la justicia, nuestro Míster Fantástico de Pontevedra remodeló su estrategia para volver a tratar a Bárcenas con la corrección del viejo camarada que atraviesa momentos difíciles.

EL PARTIDO ES LO IMPORTANTE

Tras los caballerosos testimonios de Francisco Álvarez Cascos o Javier Arenas, contándonos que Bárcenas era muy eficaz y quién mandaba era el inhábil Álvaro Lapuerta, comparece como testigo Míster Fantástico Rajoy para contorsionarse otra vez más y seguramente contarnos que de dinero él no hablaba porque lo suyo era la alta política y que, en caso de duda, preguntemos a Lapuerta. Será el momento culminante de una estrategia diseñada para proteger al partido frente a la corrupción, no para limpiarlo. 

Enfrentado a los casos de corrupción, el líder de cualquier partido afronta un dilema: castigarla públicamente para minimizar el coste político o amparar a los suyos para que los escándalos no acaben destruyendo al partido. Rajoy siempre ha escogido proteger al partido convencido de que a sus votantes les importa más la economía que la limpieza. Su elección ha sido minimizar el coste político asegurando el silencio entre los suyos y entorpecer al máximo el proceso judicial de todas las maneras y formas posibles.

El tiempo parece darle la razón: ha perdido más de tres millones de votos, pero el PP se mantiene en el Gobierno y opera a pleno rendimiento como máquina política y electoral. Tanta contorsión parece haber valido la pena, Míster Fantástico.