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El revés de la trama

Simona Levy, Itziar González y David Fernàndez, acompañana a Joan Antoni Llinares a declarar como testigo en el juicio del 'caso Palau'.

Simona Levy, Itziar González y David Fernàndez, acompañana a Joan Antoni Llinares a declarar como testigo en el juicio del 'caso Palau'. / periodico

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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El calendario ha empezado a correr a todo meter como un podemista en busca de 'wifi'. Va tan aprisa que cuando el defensor de uno de los directivos de Ferrovial encausados ha querido desmontar la declaración del testigo, ha enarbolado como prueba una agenda del Palau, pero resulta que se ha pasado de largo 27 días. Los que van del 2 al 29 de mayo. Las cosas ocurrieron como contaba el testigo, era el abogado quien había mirado muy rápido y se equivocaba de día.

¿Quién es ese testigo que pone tan nervioso al personal a la par que cultiva clementinas en su tierra valenciana, y que se ha presentado acompañado por dirigentes vecinales, y el exdiputado David Fernàndez, la exconcejal Itziar González y Simona Levi, cofundadora de Xnet? Pues Joan Llinares, el hombre puesto al frente del Palau cuando fue destituido Millet y que nada más llegar denunció la destrucción de documentos, la existencia de facturas falsas, de turbias operaciones inmobiliarias, vio emerger la terrosa raíz del 3% y todo eso lo llevó a conocimiento de la fiscalía. Duró 18 meses en el cargo.

EN BUSCA DEL TELÉFONO

Durante su comparecencia, Llinares ha dicho que no es lo mismo un Palau víctima que un Palau encubridor. A Gemma Montull, que le hacía llegar una nota a su abogado cada vez que Llinares la nombraba, la ha evidenciado en su aparente ingenuidad y ha asegurado que ejercía plenamente como directora financiera del Palau y que era ella quien mandaba en su planta. También ha detallado cómo en una ocasión fue llamado al despacho de Mariona Carulla, entonces flamante presidenta del Palau, y allí le esperaba reunida con Daniel Osàcar, entonces todavía tesorero de CDC.

Tampoco ha faltado el misterio en su declaración: un día, en el despacho que había sido de Jordi Montull empezó a oírse el timbre de un teléfono. Llinares descolgó el que había sobre la mesa, pero seguía sonando el timbre. Buscó un móvil, no vio nada; buscó por todas partes, y al final dio con un aparato dentro de un cajón. Lo descolgó: “¡Diga!”. Al otro lado, alguien que se identificó como Felip Puig le explicaba que ya estaba solucionada la entrega del dinero del Palau a la fundación de CDC. En general, se dibujó con las palabras de Llinares un Palau lleno de rincones oscuros, cajas fuertes siniestras y sobres que iban y venían para sobornar con dinero en metálico al personal, compuesto en buena parte por ancianos. Es decir, el auténtico Palau de Millet.

GRAHAM GREENE

De vuelta de un receso de 20 minutos durante el que se ha suspendido la vista por razones humanitarias (cafetería, lavabos, teléfonos), un abogado de la defensa sostenía que estas testificaciones se hacen solo para que las vea la prensa. Por ejemplo, una de las cosas que solo ha podido ver la prensa, y no el tribunal, es cómo el testigo Juan Segura, asesor jurídico de empresas particulares de Millet y Montull, y exsecretario de la fundación del Palau (desde donde se contrataba servicios a tales empresas), le guiñaba el ojo a Millet en señal de misión cumplida tras acabar de declarar y darse media vuelta para salir de la sala abrochándose la americana con una mano.

“El señor Millet era muy creativo. Ahora, que también se dedicase a otras cosas..., eso ya no lo sé. Pero con él el Palau iba muy bien”, dijo. A esto, Graham Greene lo llamaba el revés de la trama; pero el novelista inglés era profundo y se refería en realidad al fondo de la cuestión, al fin último de las cosas. En común con el Palau, el poblado colonial africano en que transcurre 'El revés de la trama' tiene el ser un lugar de lluvias torrenciales donde todo es corrupción y rechinar de dientes. Pero acaso del fin último de las cosas alcanzaremos aquí a conocer apenas un 3%, pues todo lo que fue Convergència anda ahora convertida al arrianismo, aquella herejía que sostenía la ruptura radical entre el Padre y el Hijo.