LA LACRA DE LA CORRUPCIÓN

Bárcenas, el contable extracontable

El ex tesorero del PP trata de rebajar su perfil y guardar distancias con la 'Gürtel' en su primer día de declaración

Luis Bárcenas, a su llegada a la Audiencia Nacional para declarar en el juicio del 'caso Gürtel'

Luis Bárcenas, a su llegada a la Audiencia Nacional para declarar en el juicio del 'caso Gürtel' / periodico

JUAN FERNÁNDEZ

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Luis Bárcenas ya no usa el abrigo Chesterfield que vestía hace seis inviernos, cuando el estallido de la 'trama Gürtel' puso los focos sobre su figura y él respondió paseándose por la calle Génova con la superioridad de quien esconde un as en la manga. Aquel macho alfa que amenazó con sacar a la luz los secretos contables del Partido Popular llegó hoy a la vista oral envuelto en un abrigo negro y con rostro serio y concentrado. No venía a revelar los entresijos de la caja B del partido, ya lo había avisado, sino a armar el menor ruido posible y defenderse de la petición de 42 años de cárcel que pende sobre él. Quién le ha visto y quién le ve.

Lejos quedan los tiempos en que saludaba con aires de grandeza a la prensa en la puerta de su casa y dedicaba peinetas a los fotógrafos en los aeropuertos. Esta vez, los mariachis contratados por el programa ‘El Intermedio’ que le esperaban entonando el himno del PP no lograron arrancarle ningún gesto, ni a favor ni en contra, cuando llegó caminando al juicio tras dejar en la puerta a su mujer y aparcar el coche en la calle de atrás. Minutos antes, Francisco CorreaPablo Crespo y Álvaro Pérez, 'El Bigotes', los ‘tres tenores’ de la 'Gürtel', habían sido recibidos con los sones de ‘La cucaracha’, que ellos sí encajaron dejando escapar alguna sonrisa que otra.

UN HOMBRE DE 'CASH'

Pero Bárcenas venía a lo que venía y no quería salirse del guion. Tras sentarse ante el tribunal, colocó dos torres de carpetas sobre su mesa, fijó su mirada en el monitor que tenía delante, sobre el suelo, y empezó a hablarle a la pantalla. Pero las primeras preguntas de la fiscal le desconcertaron: él no había llegado hasta allí para contar quién hacía las compras en su casa, y así lo hizo saber tras aclarar que él es un hombre de 'cash' en los bolsillos. Más suelto se le vio al hablar de su relación con la trama, aunque el interrogatorio acabó llevándole a asumir lo que no quería reconocer: que en el PP había pagos fuera de control. Los llamó “contabilidad extracontable”, nuevo eufemismo para la colección. Y él, vino a sugerir, en aquella fiesta solo era un simple contable.

Después de dos meses de declaraciones, el juicio de la 'Gürtel' tiene un cierto aire esperpéntico. Se percibe en las bromas y miradas que se dedican vigilantes jurados y abogados, periodistas y encausados, policías y testigos. O allí se juegan poco, o tantas horas de roce han hecho que entre el personal haya brotado la camaradería.

Lo cierto es que el 'hall' que da acceso al tribunal no parece la antesala del juicio de Núremberg. Antes de empezar la jornada, unos y otros esperan formando corrillos y departen distendidos. Correa con su abogado, Crespo con el suyo y, sobrevolando toda la fauna, Álvaro Pérez, 'El Bigotes', yendo de un lado para otro, saludando a secretarias, compartiendo chistes con agentes. Todos los encausados llevan traje y corbata. Él viste polo de cuello levantado y calza zapatos sin calcetines. Es el outsider de este proceso, la nota discordante de la orquesta.

ARTES DE MALABARISTA

En medio de este paisaje humano, Bárcenas se sienta esta semana ante el tribunal como un reo más, pero será por escrúpulos o por estrategia procesal, lo cierto es que en su primer día de declaración se le ha visto especialmente preocupado por mantener distancias con el resto de acusados y rebajar su perfil de hombre que amasaba billetes en el PP con artes de malabarista. Cuanta menos vajilla rompiera, mejor.

Pero a media mañana, una insistente batería de preguntas de la fiscal acabó irritándole y, por unos segundos, dejó ver al Bárcenas que se viste por los pies y se peina hacia atrás. Cortó el lance el presidente de la sala, que ordenó hacer un receso. En ese momento, el extesorero se dio la vuelta, buscó los ojos de su mujer, y la miró como diciéndole: “¡Y que me tenga que ver yo en esto!”.