LA PUGNA INTERNA EN PODEMOS

'Anticapis': ¿fuerza rebelde o política salvaje?

Iglesias aúpa a sus antiguos adversarios internos en un pacto de doble filo para imponerse a Errejón

Sergio Pascual, Teresa Rodríguez, Pablo Iglesias, Auxiliadora Honorato e Íñigo Errejón, en un acto en Sevilla en 2015.

Sergio Pascual, Teresa Rodríguez, Pablo Iglesias, Auxiliadora Honorato e Íñigo Errejón, en un acto en Sevilla en 2015. / periodico

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Pablo Iglesias e Íñigo Errejón estaban sentados en un sofá barato, rodeados por neveras industriales, un ejemplar de este diario, y los nervios devorándoles por dentro, mientras discutían la estrategia contra sus adversarios en emblemática asamblea fundacional de Vistalegre. En otra sala del backstage improvisado, los anticapitalistas, con Teresa Rodríguez y Pablo Echenique a la cabeza, orquestaban también sus movimientos. Nadie imaginaba entonces que, dos años después, estarían en bandos distintos: Iglesias y Errejón conservan un cariño que sobrevive a la dura batalla interna que mantienen, pero tras el afecto, sus proyectos parecen ya irreconciliables. Solo el éxito inesperado en una conversación que tienen pendiente puede evitar que acaben concurriendo en listas separadas a Vistalegre II, en el invierno de 2017.

Su distanciamiento ha ido en paralelo al acercamiento de Iglesias a los ‘anticapis’. Es un idilio de doble filo con el que el secretario general puede aumentar su resultado en un eventual enfrentamiento a la familia errejonista, pero con el que cede poder a los que fueron sus adversarios, que no comparten el espíritu populista con el que se fundó el partido. 

Los anticapitalistas avisan de que, aunque concurrieron a las primarias de Madrid en un pacto ganador con el candidato pablista en Madrid, esto no implica un acuerdo estatal para Vistalegre II. És más, recuerdan que su dirigente, Isa Serra, número dos en la lista, consiguió más votos que Ramón Espinar, el nuevo secretario general de los madrileños. El sector oficialista, sin embargo, da por hecho que volverán a ir juntos si el entendimiento con Errejón se revela imposible. No explican cuánto poder ni cuánto giro ideológico están dispuestos a dar a cambio a una familia con poder sobre todo Andalucía, donde Rodríguez arrasó en las primarias con el 75% de los votos y, en menor medida, en Madrid.

DEL 'MACHO ALFA' A ALIADOS

Sus dirigentes provienen de la antigua Izquierda Anticapitalista (IA) que abandonó IU en 2007 y su líder, el eurodiputado Miguel Urbán, acabó forjando el nacimiento de Podemos con Iglesias y Juan Carlos Monedero.  Con el tiempo, uno de sus valedores, Echenique, se fue distanciando hasta que Iglesias le convirtió, en marzo, en secretario de Organización tras fulminar al errejonista Sergio PascualSergio Pascual

Las principales diferencias entre el Podemos que nació en 2014 y los ‘anticapis’ está en el modelo organizativo pero también en el proyecto político. Iglesias y Errejón apostaron por una “máquina de guerra electoral” ágil para afrontar los comicios. Los de Urbán querían una fuerza mucho más deliberativa, menos vertical, con menos poder para el secretario general, idea que sintetizaron en la polémica frase “no necesitamos a ningún macho alfa de la manada”. 

En lo político, los morados optaron por un proyecto con aspiraciones a ser gobernante. “Pasamos de ser un movimiento ciudadano a ser una fuerza política para ganar las elecciones y para cambiar el país”, defendía entonces el líder. Ahora, tras el acercamiento a los anticapitalistas, Iglesias opta por un Podemos más radical, apalancado en las protestas que vaticina en las calles, más cercano a la identidad de la izquierda antagonista que antes criticaba. "Os encanta retorceros en la cultura de la derrota", "Se vive muy cómodo en el 12% siendo un partido bisagra del PSOE, siendo fiel a tus principios sabiendo que vas a ser minoritario", reprochaba.

El líder defiende ahora su cambio de rumbo como el Podemos “rebelde” y “radical”. El número dos cree que esa inercia les lleva a lo que ya fue IU, o el PCE: la “política salvaje” solo capaz de atraer a resentidos sin opciones de gobernar. Lo radical, sostiene Errejón, no es volver a lo que ya intentó la vieja izquierda, ni decir palabras gruesas, sino defender un relato que dé respuesta a demandas distintas para construir una mayoría social, ganar las elecciones y, desde el poder, poner las "instituciones oligárquicas" al servicio del pueblo.